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martes, 21 de enero de 2025

LA TETERA DE ALICIA

 Me encantan cuando me regalan estas maravillas cuenteras que existen hoy en día en el mercado.

A simple vista es una tarjeta para enviársela a una amiga y compartir las maravillas que podemos encontrar por ahí.

Me la regaló Clara, mi hija, para mi cumpleaños y no paro de admirarla..

Presentación de la tarjeta

Cuando la saqué de su envoltorio original aparecieron miles de imágenes. El cuento entero de Alicia, del principio al final..

He realizado fotos, que aunque no son de muy buena calidad dan una idea del conjunto. Hice planos más cercanos para poder apreciar la cantidad de personajes que caben en esta maravillosas tetera. 
¿Viajará con ella Alicia más lejos aún del pais del conejo blanco?
Seguro que sí.

Todo el mundo a bordo

Atención, comienza la partida
 

Del otro lado



Importante la cesta para la  merienda.

La tarjeta tiene el tamaño de un bolígrafo y no hace falta recortar, pegar, ni encajar, solamente desplegar y colocarla sobre una superficie para que inicie su viaje al país de la fantasía.
                    
                
                   ¡Qué mejor conductor que el sombrero loco!



sábado, 18 de enero de 2025

Collioure. Enero 1939

Esta carta pretende ser un homenaje a los hermanos Machado, nuestros dos grandes poetas y escritores.


                                                                                Collioure. Enero 1939

15 de Enero

Mi querido Manuel, espero que a la llegada de esta te encuentres bien.

Por aquí las cosas son complicadas y paso a relatarte, muy a mi pesar, los últimos  acontecimientos.

Desde que partimos de Barcelona el pasado diciembre, todo han sido penalidades. Antonio, nuestro querido Antoñito cayó enfermo, muy enfermo, pues a las dificultades del viaje se le unieron las bajas temperaturas sufridas durante la ruta y la terrible humedad de estas tierras.

A pesar  de la buena acogida de estas gentes, que rápidamente supieron acomodarnos en sus humildes moradas, y la atención y el cuidado que nos ofrecieron, la enfermedad siguió su curso. 

Nuestro querido hermano, según subía o bajaba la fiebre, intercalaba instantes de delirio con momentos más tranquilos en que, con sus sabias palabras minimizaba su enfermedad, pretendiendo tranquilizarnos.

¡Cuánto sentí tu ausencia, cómo eché de menos tu firmeza y cariño en esos duros instantes!

Era increíble escucharlo hablar, cuando estaba lúcido, incluso  sonriente, fantaseando con la idea de que, en un futuro próximo, volveríamos a encontrarnos. Repasamos, con madre, vuestros mejores años juntos, riéndonos de las travesuras de la infancia, los juegos en los patios de nuestra casa de Sevilla, los misterios ocultos, que nunca descubrimos del palacio de Dueñas, los viajes a París y tantas otras cosas que nos mostraban un atisbo de esperanza

De repente, a media tarde, cuando la fiebre arremetía de nuevo, Antonio, pasaba a mezclar Madrid con Baeza en un calidoscopio difícil de descifrar. Su cabeza entonces, en un delirio permanente, empezaba a perderse y de su amor a Leonor lloraba a Pilar,  mientras deslavazaba alguno de sus poemas  más bellos, entremezclando versos de diferentes libros con muchas lágrimas amargas.

Cada momento era un enigma sobre cómo sería el siguiente, para regresar, de nuevo, a instantes de calma en que, el Antonio ingenioso, nos hacía reír con alguna broma sobre sus dolencias para evitar preocupar más a madre.

Uno de esos días, ¡imagínate!, llegó a representarnos, desde la cama, como si fuéramos sus más fervientes espectadores, aquel  paseo por Sevilla en la pequeña y vieja calesa que el abuelo tuvo a bien regalarte, la famosa y sonada navidad de tus 10 años, ¿recuerdas? Cómo nos hizo reír con sus salidas tan oportunas, imitando los gritos de padre enfadado por tu travesura, cuando enfilaste, al trote, el caballito contra los puestos del mercado.

Por desgracia, a partir de ese día, en que nos dejó tan esperanzados, entró en un duermevela profundo en el cual aun permanece.

Día 22

Nuestro Antoñito se fue poco a poco extinguiendo, querido hermano, se apagó como un pajarillo herido y agotado.

Para qué indagar si lo que se lo llevó por delante fue la pulmonía, la tristeza de saberos lejos o la de tener que abandonar la amada patria, por desgracia, irremediablemente dividida.

Cuando madre encontró la cama de Antonio solitaria, no hubo explicación posible que pudiera consolarla. Desde ese momento  pena por los rincones de la casa, rezando a todas horas,  entrelazando Aves Marías con un llanto casi perpetuo.

¿Dónde estás Manuel? ¡Cuánto nos faltas! ¡Cuánto notamos tu ausencia!

Releo los poemas de nuestro querido Antonio, buscando en sus palabras un consuelo que no hallo, le leo a madre sus libros y aumenta su tristeza y nos envuelve en un presagio pegajoso.

Temo que tanto dolor la enferme irremediablemente, ya cumplió, sin saberlo su increíble vaticinio, “viviré más que mi hijo Antonio”.

Lo ha cumplido.

Día 25 de enero

Madre acaba de fallecer, exactamente tres días más tarde que nuestro querido hermano, cumplía hoy 95 años.

Juntos dormirán en este país de extraña  acogida. Que la tierra les sea leve.

No habrá más carreras nuestras por las calles soleadas de Sevilla, ni viajes a París, ni amores inciertos.

Desapareció el aroma de los limoneros de nuestro patio, jugar a  las escondidas en las cuadras, su callada sonrisa, tu sonrisa, nuestra sonrisa… la de todos.

Cuídate, por favor, cuidaros mucho. Partimos de Francia, abandonamos esta tierra que nos acogió, necesitamos olvidar tanto dolor y tanta tristeza.

Te escribiré, lo prometo.

Te queremos, te quiere, tu hermano                                            

José

domingo, 12 de enero de 2025

TE LO CUENTO

       


   Te lo cuento Maruja, calla y escucha y como digas una palabra de esto te rajo, si, no pongas esa cara, porque te rajo. Todo empezó el miércoles pasado, fue una llamada de lo más misteriosa, estaba de turno de noche, como todos los miércoles y cuando lo cogí solo escuché, “Martínez, no diga nada, si nos haces este favor te damos diez mil euros ahora y otros tantos al completarlo. No es nada ilegal ni complicado. Te llegaran las instrucciones. Si no estás de acuerdo, rechaza el envío”.

Creí que era una broma de los compañeros  que siempre están jodiéndome con aquello de que era la única segurata de la compañía y no me lo tomé en serio pero, tía que resultó ser verdad, que al día siguiente  llegó un mensajero con un sobre, a mi casa,   ya ni me acordaba. ¿Te puedes imaginar?, me quedé helada, no había visto tanto dinero en mi vida, por dios que soponcio me dio. Lo primero que hice fue esconderlo, que esto lo encuentra Pepe y me mata o se lo gasta, y lo segundo leí las instrucciones, ná, una cosa de los más simple, algo tan sencillo que seguí creyendo que aquello era falso o que estaban detrás los chalaos esos de la tele.

Si lo sé, ya me tranquilizo, pero mira, es que fue de traca, estoy acojoná, no me llega la camisa al cuerpo. Seguí las instrucciones como ponía en el paquete. 

El jefe de personal, ese tan estúpido, que siempre quiere meterme mano, me dijo que me había cambiao el turno, y que este sábado me tocaba trabajar.  Yo to la semana  intentando no olvidar lo que estaba escrito, con un susto en el cuerpo que pa que te cuento, aunque  que me decía que no era na malo.

Y llegó por fin la noche, me puse el uniforme y cogí el metro. Veinte minutos antes del turno estaba rondando por el curro, que si me llego a quedar en casa exploto El Pepe no paraba de preguntar y yo ya no sabía que decirle, que por qué me iba tan pronto, que qué me pasaba, que si estaba rara, que esto, que lo otro, qué por culo da el tío a veces.

Pues nada al principio, lo normal, las risas con los del cambio de turno, como siempre. Me puse en mi sitio, cerca de los mostradores, en la entrada. La noche suele ser tranquila y más en sábado que es difícil que alguien aparezca. Tobías, me dijo antes de irse, que la señora Yañez  estaba trabajando en su despacho. Pos no nos reímos na a costa de la solterona esa, es una forofa del trabajo, aunque  yo creo, que la pobre,  se viene aquí pa no quedarse sola en su casa.

Como siempre, me tomé mi cafecito de las diez, llevo mi termo de casa, que el de la máquina es un asco. Estaba tan nerviosa que tuve que ir a mear más veces que de costumbre.

Todo estaba tranquilísimo, tanto que casi me adormilé en mi puesto. A las once, los que hacen la ronda de exteriores salieron a dar su ojeada habitual, y en ese momento... entró un tío de pelo rubio y bigote, ni me saludó, pasó su identificación por la puerta y entró. Tenía que ser él, el del regalito. En veinte minutos volverían a la entrada los del turno de afuera, todo seguía tranquilo, respiré profundamente, aquello era más fácil de lo que me había imaginao.

Y de pronto empezaron a pasar cosas. El del bigote bajó escupío y cinco minutos más tarde se empezaron a escuchar sirenas de policía y de bomberos.  Aquello sí que me puso los pelos de punta. ¿Qué había hecho ese cabrón? Una cosa es que entrara a robar papeles y otra es que queme aquello, ¡madre de dios!, si vieras que canguelo me dio, y además, las cámaras de seguridad seguían funcionando normal, bueno todo lo normal que siempre han funcionado, que quiere decir que en algunos pisos van y en otros no, que a veces enfocan al techo y otras al suelo, pues no nos traemos juerga con eso.

Pero déjame que te cuente, que ya termino, madre mía, en dos minutos la que se lio, entraron bomberos y policías preguntándome si había alguien en el edificio, los del turno de afuera llegaron corriendo diciendo que salía humo de las plantas superiores, yo casi me mareo, me acordé de la señora Yañez, dios mío, ¿dónde estaba la pobre?, me fui corriendo para el ascensor y un  bombero me detuvo. Me sacaron de allí casi a la fuerza, una cosa es que una … pero por dios una muerte … eso nunca, si es que me pudo la avaricia, el Pepe sin trabajo desde hace seis meses, y yo… ¡ay dios mío Maruja!, tú me conoces, yo, asesina nunca… les dije lo de la señora esa.. No me creyeron,  subieron, pero el incendio se propagó a una velocidad increíble... Yo no paraba de llorar, y van y dicen que me había dao un ataque de histeria, que por eso las tías no podemos ser seguratas, ¡cabrones!, ¿sabrán ellos? Al final un sanitario me  dio un calmante, le  metí un rollo de que qué hago si pierdo el trabajo, mis problemas en casa y todo eso, lo que le importaría al pobrecico que me miraba con una cara de aburrimiento.

Se han quedao con mis datos, por si me necesitan pa declarar, por la investigación pal seguro,  ¡ay Maruja, Maruja! ¿Qué hago yo ahora con los dineros?, con  ese dinero sucio… yo ya no lo quiero. ¿Qué dices tía? ¡Si a ti te lo voy a dar¡

       Teresa Flores  

 

miércoles, 8 de enero de 2025

Rabanito el recaudador

El recaudador Ramón Ramírez,  riojano por naturaleza, oriundo de Logroño, era un remilgado señor que recogía la recaudación a manera de si una recogida de rábanos se tratara, más largos eran los rábanos, más grandiosa resultaba la cobranza.

Su horroroso carácter, su personalidad iracunda, su carcamalidad extrema y los gritos y berridos que  precedían a su revista a la comarca, le concedieron para siempre el honorable sobrenombre de Rabanitos el Egregio Rabicundo.

De pelambrera atiburazonada, rubia tirando a pelirroja, repulsivamente gordo de cara y cuerpo,   rabiosamente contrahecho, renqueante de pierna derecha y hacedor de un frenillo mortal, que le producía una expresión oral incomprensible a la par que ridícula, que provocaba risotadas a los que les escucharan.

La arribada de Ramón a la comarca iba prefijada por un enredo sin precedentes. Los burros que le portaban, en reata de a cuatro, resultaban ser más burros que el atribulado personaje, arrollándose a tirar coces por doquiera que fueran, mientras rebuznaban fieramente, incrementando la reyerta callejera.  

Era tal la algarabía que se organizaba en los cobros, que no era extraño que al enterarse de su comprobación venidera, los labriegos y sus mujeres, pusieran kilómetros en polvorosa  y recurrieran a artimañas como la de esconderse en las cuadras, herrerías, huertas o subterráneos de la parroquia y dejaran criaturas solitarias de tres a cuatro años, a cargo de Villarrobles.

Cuando Ramón el rubio, rubicundo e irascible recaudador se personaba en el lugar, no encontraba personas mayores que lo atendieran.

Rollizo como era y, considerando que arrojó con oprobio a la cárcel al tercero de sus secretarios debido a un robo en la recaudación, se encontraba en la circunstancia de tener que bajarse en solitario de su peligroso corcel.  Tras trece giros, rugidos y rebuznos del pobre cernícalo, sin tener más remedio se tiró al suelo, y tras varios coscorrones y un desgarrón en el trasero de sus greguescos rojos- terciopelo, logró alzarse en sus cortas y renqueantes piernas para poder avanzar a las cerradas puertas de la urbe.

A sus gritos, rápidamente aparecieron cuatro perros ladrando que comenzaron un ritual macabro de correteos entre sus Martinelli marrones, más se alteraba más gritaba y los rottweiler más ladraban, por lo que la algarabía crecía y crecía, aun más si eso era permisible.

Rugiendo y bramando, encolerizado e iracundo, tras un rato mortífero en que resultó polvoriento e irritado en grado mayor, prefirió irse temeroso del aprieto que se le presentaba, ya que si comprometido fue bajar del burro más aun le resultaría subirse.

Con lágrimas de cocodrilo, lloriqueando a lágrima muerta,  de un  humor negro tirando a pardo oscuro,  se marchó  de Villarrobles de Arriba arrastrando pesaroso su cabalgadura. Mientras, las urracas ladronas por naturaleza, se reían a pierna libre de él y de su pobre suerte.

 

Breve periodo tardo el rey Romualdo Tercero de enterarse de lo ocurrido y considerando el  deterioro del tesoro sobrevenido por la corta  recaudación realizada por el ridículo personaje, resolvió presentarse rápidamente por tierras riojanas a reclamar lo que consideraba propio. Sobre un hermoso  corcel de roja traza, se aproximó presuroso a la parroquia deudora. 

Advertidos de la presencia del reluciente cobrador los agricultores y lugareños en general, pretendieron utilizar las  armas que  sirvieron con Ramón el Rubicundo, y se volvieron a esconder.

Pero  ¡ay pardiez!, el rey no apareció en solitario y, sin problemas para bajarse de su cabalgadura, se enfrentó encolerizado, trabuco en ristre sobresaltando a  los baturros. En el centro del  lugar principal del cortijo ordenó una arenga impartida por su adiestrado vocero:

-Se responsabiliza a todos los labriegos y trabajadores de esta zona rural y hortícola, a que en la mayor brevedad entreguen a su Rey y Señor,  la parte correspondiente de la recolección del año en curso, de; racimos, rábanos,  remolachas y carneros. De no ser realizado  se procederá en breve a cortar algún brazo o una pierna, para dar muestra, o se capturará a las mujeres quinceañeras  de manera que sirvan, de ahora para siempre, a su real realeza.

No precisamos indicar que las arcas se llenaron en un abrir y cerrar de miradas.

Teresa Flores

lunes, 6 de enero de 2025

PALABRAS ALOCADAS


 

Ahora algunas palabrejas para seguir soñando....

Piscinario: dícese del lugar donde se alquilan piscinas.

 Pianorio: sinfonía jilgueril.

 Postcarreta: parte posterior de la carreta.

Cortinazo: golpe infligido con una cortina.  

·      Muebluquear: amueblar la casa con poco interés, o con muebles de baja calidad.

·      Rosarificar: rezo del rosario de rodillas.

·      Almohadero: persona que se ocupa del relleno de las almohadas.

·      Puertacho: puerta pequeña o de mala calidad.

·      Losadizo: suelo resbaladizo.

·      Subalmirez: aparato para machacar ajos cuyo uso fue abandonado. 

·      Radiotear: agitar la radio en el aire, para conseguir captar mejor el sonido.

·      Pinturable: que se puede pintar.

·      Exparque: jardín al que se deja de visitar por desengaños amorosos sufridos en él.

·      Plumachón: edredón gigante de pluma de pato de mucha calidad.

·      Gansificar: hacer el tonto de manera organizada.

·      Pelotal: Persona orgullosa de su espléndida cabellera.

·      Interanillo: Espacio que pasa entre divorcio y divorcio en una misma pareja.

·      Cajonudo: Cajón donde se guardan las mejores cosas de la casa.

·      Papelario: Desorden propio de algunas bibliotecas.

·      Lentejacho: Gafas de poca o ninguna categoría.

        A seguir inventando....

                        Teresa Flores


domingo, 5 de enero de 2025

¡MUCHA MIERDA!

 


 

Personajes: Eva, Yusuf, Isabel, Martina, Xusa,

                                          Tomás, Javi, Toxu, Chico

     

Quedan cuatro horas para el regreso. Los gritos de los jóvenes llevan acompañando toda la mañana el frenesí de la partida. Son exactamente las nueve y cuarto de la mañana y todavía queda Tomás rezongando entre sábanas, las chicas le han caído encima y le han mojado, intentando entre risas,  sacarlo de la cama.

 La ausencia de Martina pasa desapercibida entre tanto caos. Yusuf, grita desde la cocina recordando los turnos establecidos para las tareas de la casa. Las frases se suceden a una velocidad de vértigo casi ahogadas por el Aleluya de Leonard Cohen que atrona las estancias.

Falta mucha tarea por delante, ya que se han comprometido a que la preciosa casa rural, que han alquilado en Cabo de Gata, quede presentable a la hora de devolver las llaves.

La noche ha sido movida. Después del último ensayo con el que se consideraron, por fin, satisfechos, se permitieron una fiesta en la que acabaron bebiendo más de la cuenta y más de uno deambuló perdido, a mitad de la noche, entre el cuarto de baño y camas que no eran la suya.

 

—¿Sabéis dónde está Javi? —preguntó Chico, desde el jardín, haciéndose oír por encima del jaleo reinante.

—¿Alguien sabe donde está Xuxa?— le respondió Eva con una risita sardónica.

 

El encuentro resultó provechoso, habían trabajado duro desde la tarde del miércoles en que llegaron al lugar. Nada más aparcar la furgo y adentrarse en el salón, distribuyeron habitaciones, colocaron equipajes y en la «asamblea de los nueve» como se autodenominaron; establecieron, siguiendo los sensatos criterios de Toxu, un riguroso horario de ensayos, tareas domésticas y momentos de ocio.

Era su trabajo de fin de carrera. Cuatro años de Arte Dramático que debían plasmar en una representación frente a público. Habían elegido la tarea más difícil, preparar una pieza teatral, de cuarenta minutos, sobre un tema creado íntegramente por el grupo.

Después de tanto ensayo y tantas modificaciones,  ninguno de ellos podía asegurar de quien había surgido la idea primigenia de la obra, pero estaba claro que la pieza resultante, rayana en la distopía y la esquizofrenia, representaba con bastante acierto la angustia de un mundo mercantilizado, en que las personas eran un simple objeto en los procesos de producción.

 

—¿Alguien sabe donde esta Chico? —preguntó Isabel apareciendo con una escoba en la mano—, le toca barrer conmigo los dormitorios y se ha escapado en cuanto me he dado la vuelta.

—¿Y Eva? —inquirió Martina, entrando con prisa  en la sala, con el bañador aun mojado.

—¿Sabéis lo que os digo?— intervino Toxu, que en ese momento estaba apagando la música y ordenando su equipaje —, esto empieza a parecerse a nuestro  teatro, si vamos a perder a alguien que sea pronto, que a la una partimos.

 

Su comentario fue secundado por un coro de risas. El guión de la obra estaba basado en que cuanto entraban en escena los actores, comenzaban a   contar cada uno, desde su propia paranoia personal: una cosa, un objeto, una lista, una serie, pero no podían completar sus recuentos hasta que el grupo de los nueve no estuviera completo. Lo ocurrente del desarrollo, era que por más que entraban y salían al escenario, nunca conseguían estar todos.

 

—¡Yo ya estoy lista! —exclamó Eva, soltando de golpe sus bártulos en el suelo.

—Pues súbelos a la furgo, ¡so pava! —le espetó Isabel— y no los dejes por medio, así no acabamos de limpiar nunca.

—¿Qué hacemos con lo que sobró de comida?— gritó Tomás desde la cocina.

—Ya te ayudo —respondió Chico—, que te ahogas en un vaso de agua.

—¡Javi! —Vociferó Eva desde el piso de arriba—, ven y recoge tus cosas.

 

La hora de la marcha se iba acercando, los chicos trasladaron sus mochilas a la furgoneta de Isabel, con la que habían realizado el viaje.

Cada vez que alguien preguntaba por un compañero la algarabía aumentaba y las risas se hacían más estruendosas, parecía que continuaban representando la pieza teatral a la que habían dedicado tantos ensayos.

El tiempo agradable les había acompañado, a pesar de ser principios de junio. Incluso la temperatura del agua era excelente, casi caliente, como reconocieron los amantes de los baños.

A medio día Xuxa y Eva barrían la terraza, Yusuf y Javi se ocupaban en recoger las botellas de la noche anterior y siguiendo las indicaciones de Toxu, las colocaron aparte para dejarlas más tarde en  el contenedor apropiado.  Javi aprovechó esos minutos para hacer las últimas fotos a la tranquila playa, Isabel revisó las terrazas y Tomás comprobó puertas y ventanas de las habitaciones.

A las doce y media con la furgoneta casi cargada, coincidieron por fin, en el porche delantero desde donde se divisaba la pequeña cala de aguas tranquilas.  Al mirarse entre ellos, la carcajada fue unánime.

 

—¿Os habéis percatado que en toda la mañana no ha habido un solo momento, en que hayamos estado juntos en el mismo sitio? —Comentó Yusuf con cierta aprensión.

—¡Qué tontería! —exclamó Isabel— en el desayuno.

—¡No es verdad! —saltó rápida Eva—, Tomás dormía.

— Y Javi estaba en el baño —precisó Toxu.

 

En ese instante todos miraron a su alrededor. Una corriente suave, de aire fresco, se levantó haciéndoles estremecer…

El grupo seguía sin estar completo.

 

—Ahora —dijo Chico, siempre el más tranquilo, pero con un deje de histeria en la voz—, que no se mueva nadie de aquí, ¿dónde coño está Martina?

—Se fue a bañar — respondió Yusuf con un hilo de voz.

—Pero volvió, la vi, la vimos, ¿no es verdad? —aclaró Isabel— venía muy agitada y preguntó por Eva.

—Yo no la he visto desde el desayuno —respondió Eva—,  no me he dado cuenta de su ausencia, esto ha sido un guirigay toda la mañana.

—¡Es el número nueve, el número nueve!, ¡ya sabéis lo que le ocurrió al número nueve¡¡¡¡¡ —chillo Javi, bromeando como el bufón que era, queriendo, en parte, quitar hierro al asunto.

—¡No tiene gracia!— Isabel y Chico casi se asustaron al haber reaccionado a la vez, con tanta virulencia.

—¡Estúpido! —gritó Eva fuera de sí.

—Vamos a calmarnos —, expuso Yusuf, con su flema habitual —, seguro que se ha ido de nuevo al agua, ya sabéis como le gusta la playa. Vamos a organizarnos y la buscamos.

—¡Es una niñata caprichosa que siempre quiere que hagamos lo que ella dice, y se enfadó porque no aceptamos el final que propuso para la obra! —exclamó Javi, sacando a flote una faceta rencorosa de su personalidad, desconocida para todos.

 

La casa fue revisada de arriba abajo, el coqueto  jardín, las terrazas, la playa, la llamaron primero con timidez y luego a gritos, usaron los móviles sin resultado. Encontraron su equipaje, perfectamente colocado, en el armario del cuarto donde había dormido.

—¿Tomás, no tenías que mirar los dormitorios? —preguntó alterada Eva.

—Le ha pasado algo muy malo, lo presiento —dijo Xuxa con voz temblorosa.

 

A la una en punto, seguían sin estar todos.

 

Javi enfurecido espetó de nuevo:

—¡Lo que hay que hacer es irse y dejarla aquí, que se apañe para volver, es tonta, nos quiere asustar, es una niña malcriada y caprichosa!

—Si no te metieras tanto con ella —, le lanzó Eva—, si no estuvieras siempre acomplejándola, tal vez estaría aquí, con nosotros, ¿le has hecho algo?, ¡eh!, ¿di? ¿Le has hecho algo?, esta noche, te oí salir de tu cuarto. ¿Jura que no has estado acosándola?

 

 

—¡Aquí, venid aquí, urgente, socorro! —la voz de Yusuf rasgó el aire con angustia.

 

Todos corrieron al oírla.

 

Martina, en la hamaca del jardín oculta entre los árboles, envuelta como una crisálida en la lona, apenas respiraba. Un hilo silbante de aire clamaba angustia desde el fondo de sus pulmones.

Toxu e Isabel, la envolvieron con premura en una manta y la subieron a la furgoneta.

El viaje veloz al hospital más cercano fue acompañado de un silencio premonitorio, Eva miraba con asombro el trazo sinuoso y rojizo que las medusas habían dejado en los brazos de Martina. Javier lloraba como un crio pequeño.

 

En la mente de cada uno, se repetía como un mantra el final, elegido, de la obra, cuando desesperados los personajes, abandonan su obsesión por contar, al conocer la causa de la ausencia mortal del número nueve.