Dibujo de mi compañera Carmen para contar el cuento de Barriendo, barriendo |
Cuentan que, una mañana de abril, estando el conde de Pastrani preparándose para las audiencias diarias, su ayuda de cámara le advirtió:
—Señor
conde, no sé si ha visto a usted a su hijo hace poco, pero me temo que su
estado requiera de su pronta intervención.
—¿Qué
ocurre, pues?—preguntó solícito, mientras se arreglaba las chorreras del traje
de ceremonias.
—La verdad
es que ni se sabe, lleva varios días encerrado en sus aposentos, no sale, solo
mira por la ventana y suspira entre apenado y meditabundo.
—¡Estará
enamorado, pardiez!—exclamó el conde, no sin cierta sorna.
—Todo puede
ser.
Haciendo
caso a los comentarios de su fiel segundo, se acercó a las dependencias de
Nicomedes y sin llamar a la puerta se coló de rondón en sus aposentos.
Efectivamente, el muchacho ni siquiera se enteró de la presencia de su padre
absorto como estaba, con la mirada perdida en lontananza, arrellanado
cómodamente en una poltrona.
—Querido
muchacho—saludó su padre, observando que efectivamente el chico no tenía muy
buen aspecto, no solo por la palidez que presentaba su rostro, sino porque su
eminente tripita indicaba más de un exceso en la manducatoria y en el bebercio.
—Buenos
días, padre—exclamó con un hilo de voz Nicomedes volviéndose ligeramente a
mirar al conde.
—¿Se puede
saber qué te acontece?
—¡Ay!—suspiró
el chaval—, mi vida no tiene sentido, los días pasan y no encuentro motivo para
salir al exterior.
—¿Acaso
estás enfermo?
—No, padre,
gozo de buen apetito y duermo bien.
—¿Pues
entonces?
—No sé, he
pensado que si usted me cediera las tierras del Molino Alto, tal vez yo, podría
dedicarme a la cetrería y ocupar mis horas en organizar partidas de caza.
—¡Ay, no
sería mala idea!—respondió prudentemente el conde conocedor de las aficiones
pasajeras de su hijo.
—¿Verdad,
padre? Esta vez le prometo que no abandonaré tamaña empresa.
—Nicomedes—le
dijo con dulzura, paciencia y un cierto grado de irritación en la voz—, escucha
lo que te voy a relatar que aconteció en Villarrobledales de Abajo, pueblecito
de la comarca de Burgos, famoso por sus morcillas.
“Un día el
sacristán, muchachito con más o menos tu edad, estando barriendo en la puerta
de la iglesia encontró en el suelo una moneda. Qué contento se puso. Enseguida
su febril imaginación empezó a maquinar y pensó, con este dinero me compraré
una gallina, la cuidaré amorosamente y
no pasará mucho tiempo en que no me regale diariamente con un huevo.
Cuando
consiga algunas docenas las venderé y adquiriré una oveja, iré cada día a
llevarla al prado donde crezca la mejor hierba y allí la dejaré pastando hasta
que se harte y así cuando se haga grande la cambiaré por un cordero.
Con el
cordero conseguiré un choto, y más tarde
con el choto un ternero. Qué feliz y orgulloso estaré yo con mi ternero,
tan hermoso será y tantos premios ganará que no será difícil que, en breve, con
lo que consiga, pueda adquirir un molino, por supuesto con su molinero y todo.
Pondré mi
molino en marcha y con las ganancias de la molienda diaria, seré pronto el dueño
de una aldea entera con su consiguiente
torre en el centro de la plaza.
Y allí se
quedó el muchacho, mirando al cielo cuando las campanas empezaron a sonar y a
sonar despertándolo de sus ensoñaciones. Y ahora el pobre chico barre que barre
a ver si encuentra de nuevo otra moneda…”
El conde
Pastrani quedó anonadado al escuchar el ligero ronquido que su hijo emitía
desde su regio sillón y de un grito y una buena sacudida lo despertó, ¡vaya si
lo hizo!, mientras le gritaba al oído:
—¡Qué se te
acabaron las historias Nicomedín!, ¡qué ya te hemos malcriado bastante tu madre
y yo! Mañana al alba tendrás tu caballo presto esperándote y una soldada
correspondiente a tres meses. Arréglatelas como puedas y vuelve a casa cuando
sepas qué hacer con tu vida.
El muchacho
todavía medio adormilado, sin entender muy bien lo que farfullaba su padre,
preguntó bobalicón:
—¿Pero qué
hizo con la moneda?
Jajaja... que cuento mas divertido, y que bien contado y escrito. Yo me sigo haciendo un lio con los guiones y la puntuación en los diálogos. Nunca me aclaro de en dónde tengo que colocar las comas y los puntos. Pero tú dominas el tema, chica.
ResponderEliminarTu cuento me ha recordado esta foto, y este paseo con nuestra madre: https://flic.kr/p/2m9DWJM
Gracias hermana por seguirme. Era otro de los ejercicios de nuestro taller, teníamos que meter un cuento dentro de otro cuento.. ahora estamos con cosas más serias y la verdad es que a veces me bloqueo a base de bien.
ResponderEliminarPues mucho ánimo con las cosas serias. Yo no estoy para esos temas que ya bastante seria está la vida.
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