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miércoles, 13 de abril de 2022

EL SOÑAR SE VA A ACABAR

 

Dibujo de mi compañera Carmen para contar el cuento de Barriendo, barriendo

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Cuentan que, una mañana de abril, estando el conde de Pastrani preparándose para las audiencias diarias, su ayuda de cámara le advirtió:

—Señor conde, no sé si ha visto a usted a su hijo hace poco, pero me temo que su estado requiera de su pronta intervención.

—¿Qué ocurre, pues?—preguntó solícito, mientras se arreglaba las chorreras del traje de ceremonias.

—La verdad es que ni se sabe, lleva varios días encerrado en sus aposentos, no sale, solo mira por la ventana y suspira entre apenado y meditabundo.

—¡Estará enamorado, pardiez!—exclamó el conde, no sin cierta sorna.

—Todo puede ser.

Haciendo caso a los comentarios de su fiel segundo, se acercó a las dependencias de Nicomedes y sin llamar a la puerta se coló de rondón en sus aposentos. Efectivamente, el muchacho ni siquiera se enteró de la presencia de su padre absorto como estaba, con la mirada perdida en lontananza, arrellanado cómodamente en una poltrona.

—Querido muchacho—saludó su padre, observando que efectivamente el chico no tenía muy buen aspecto, no solo por la palidez que presentaba su rostro, sino porque su eminente tripita indicaba más de un exceso en la manducatoria y en el bebercio.

—Buenos días, padre—exclamó con un hilo de voz Nicomedes volviéndose ligeramente a mirar al conde.

—¿Se puede saber qué te acontece?

—¡Ay!—suspiró el chaval—, mi vida no tiene sentido, los días pasan y no encuentro motivo para salir al exterior.

—¿Acaso estás enfermo?

—No, padre, gozo de buen apetito y duermo bien.

—¿Pues entonces?

—No sé, he pensado que si usted me cediera las tierras del Molino Alto, tal vez yo, podría dedicarme a la cetrería y ocupar mis horas en organizar partidas de caza.

—¡Ay, no sería mala idea!—respondió prudentemente el conde conocedor de las aficiones pasajeras de su hijo.

—¿Verdad, padre? Esta vez le prometo que no abandonaré tamaña empresa.

—Nicomedes—le dijo con dulzura, paciencia y un cierto grado de irritación en la voz—, escucha lo que te voy a relatar que aconteció en Villarrobledales de Abajo, pueblecito de la comarca de Burgos, famoso por sus morcillas.

“Un día el sacristán, muchachito con más o menos tu edad, estando barriendo en la puerta de la iglesia encontró en el suelo una moneda. Qué contento se puso. Enseguida su febril imaginación empezó a maquinar y pensó, con este dinero me compraré una gallina, la cuidaré amorosamente  y no pasará mucho tiempo en que no me regale diariamente con un huevo. 

Cuando consiga algunas docenas las venderé y adquiriré una oveja, iré cada día a llevarla al prado donde crezca la mejor hierba y allí la dejaré pastando hasta que se harte y así cuando se haga grande la cambiaré por un cordero.

Con el cordero conseguiré un choto, y más tarde  con el choto un ternero. Qué feliz y orgulloso estaré yo con mi ternero, tan hermoso será y tantos premios ganará que no será difícil que, en breve, con lo que consiga, pueda adquirir un molino, por supuesto con su molinero y todo.

Pondré mi molino en marcha y con las ganancias de la molienda diaria, seré pronto el dueño de una aldea entera con su consiguiente  torre en el centro de la plaza.

Y allí se quedó el muchacho, mirando al cielo cuando las campanas empezaron a sonar y a sonar despertándolo de sus ensoñaciones. Y ahora el pobre chico barre que barre a ver si encuentra de nuevo otra moneda…

El conde Pastrani quedó anonadado al escuchar el ligero ronquido que su hijo emitía desde su regio sillón y de un grito y una buena sacudida lo despertó, ¡vaya si lo hizo!, mientras le gritaba  al oído:

—¡Qué se te acabaron las historias Nicomedín!, ¡qué ya te hemos malcriado bastante tu madre y yo! Mañana al alba tendrás tu caballo presto esperándote y una soldada correspondiente a tres meses. Arréglatelas como puedas y vuelve a casa cuando sepas qué hacer con tu vida.

El muchacho todavía medio adormilado, sin entender muy bien lo que farfullaba su padre, preguntó bobalicón:

—¿Pero qué hizo con la moneda?

 Cuento basado en “Barriendo, barriendo” de A. R. Almodóvar

3 comentarios:

  1. Jajaja... que cuento mas divertido, y que bien contado y escrito. Yo me sigo haciendo un lio con los guiones y la puntuación en los diálogos. Nunca me aclaro de en dónde tengo que colocar las comas y los puntos. Pero tú dominas el tema, chica.
    Tu cuento me ha recordado esta foto, y este paseo con nuestra madre: https://flic.kr/p/2m9DWJM

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  2. Gracias hermana por seguirme. Era otro de los ejercicios de nuestro taller, teníamos que meter un cuento dentro de otro cuento.. ahora estamos con cosas más serias y la verdad es que a veces me bloqueo a base de bien.

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    1. Pues mucho ánimo con las cosas serias. Yo no estoy para esos temas que ya bastante seria está la vida.

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