Portada del libro El gato del molinero |
Aconteció que una pareja de roedores, muy contentos porque pronto iban a ser padres, decidieron preparase para tal evento. Como era finales de agosto y el trigo ya había sido recogido y guardado, pensaron que era el mejor momento para ello.
Dentro del granero,
cuando estaban dispuestos a llenar la despensa de su casa, la ratita se dirigió
al ratoncito y le dijo:
—Mira,
querido mío, será mejor que yo me quede fuera vigilando mientras tú coges la
mayor cantidad de grano que puedas. Micifuz está últimamente de unas malas
pulgas terribles y si nos pilla poco a va quedar de nosotros.
—¡No, no! —le
respondió el ratón— Tú eres demasiado despistada, enseguida te pones a soñar
con cualquier tontería y en cuanto veas las nubes que pasan por el cielo,
sientas el aroma del heno recién recortado o admires la belleza de las flores, te quedarás tan
alelada que no serás capaz de reaccionar ni aunque un toro rabioso pasara por
tu lado.
—Ay,
ratoncito, no me gusta nada que me digas eso, bien que me gusta apreciar la
belleza de las cosas, pero cuando yo me pongo a una tarea lo hago con todos mis
sentidos bien despiertos —dijo la ratona, un tanto molesta por los comentarios
de su compañero.
Y así
estuvieron discute que te discute, hasta que por fin la ratoncita cedió y dejó a
su pareja vigilando.
El
ratoncillo se colocó a la entrada del granero muy pendiente de lo que por allí
ocurría, tan atento estaba que no tardó en observar a la señora gallina que
pasaba muy ufana, seguida de sus cinco pollitos y rápidamente le cotilleó:
—¡Qué
hermosura de hijitos tiene! Son realmente preciosos y educados. No es por ser
indiscreto, señora Gallina, pero ¿de quién son?
—Del gallo
Tuerto –respondió la gallina, muy orgullosa, mientras se alisaba las plumas con
el pico. —Como bien puede usted imaginar, no tengo tratos con otros gallos del
gallinero y menos aun con el gallo Pelao que es un inútil y un enterao.
Al poco
rato pasó por allí la señora Oca y el ratoncillo volvió de nuevo a charlar con
ella:
—Señora
Oca, ¿sabe usted que los polluelos de la
señora gallina son del gallo Tuerto?,
ella misma me lo acaba de decir. Por cierto, nosotros también estamos
esperando para dentro de poco.
—Seguro que
tendréis una camada extraordinaria —alabó zalamera la señora Oca, bien contenta
de las cosas que iba escuchando en su
paseo matinal.
Tan
entretenido estaba el ratoncito con unas y con otras, que no se dio cuenta de
que Micifuz estaba por allí cerca muy atento a la conversación y qué,
aprovechando su distracción, cayó de
repente sobre él, que al sentirlo cerca pegó un terrible chillido de angustia y
de un brinco saltó sobre una de las vigas del granero logrando escapar de
milagro.
En el
interior, la ratita escuchando, a tiempo, el terrible lamento de su maridito
puso pies en polvorosa y dejando caer el precioso grano que llevaba entre las
patas, tuvo los minutos necesarios para ponerse a salvo en su madriguera.
Es de listo bien sabido que el chisme a
nadie hace bien
y más aun cuando de ello depende tu buen
comer.
¡¡Este cuento se lo podrías mandar a los cotillas esos que salen en la tele!! ;-)
ResponderEliminarEfectivamente, en esos estaba yo pensando
ResponderEliminar