Un pequeño de la escuela Louis Bouton de Aicenay, contando el cuento
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Cuenta la historia, que un día un
pajarillo estaba muy alegre posado en una rama cantando contento y
feliz. Era un pájaro orgulloso y
presumido que se sabía elegante gracias a sus plumas de colores extraordinarios.
Por aquellos parajes vivía un lobo, que
la mayoría de las veces no tenía nada que llevarse a la boca. Aquella tarde
cuando oyó el aleteo del pajarillo y sus trinos, pensó que aunque era un pequeño bocado siempre sería mejor que nada, así que poniéndose a los pies del árbol le
dijo:
-¡Oye pajarito, baja que te pueda ver!
-¡Oh!- le dijo el pajarito, ¿no
pretenderás engañarme?
-Por favor ¡qué tontería! Es que
estoy escuchando esos trinos y no me puedo creer que seas tu quien los entonas.
-Pues si- dijo el pájaro- e inició una
nueva canción
-Mira- dijo el lobo,- la verdad es que
con la edad me estoy quedando cada vez más sordo, porque no bajas un poco más y te colocas en las primeras ramas, para que pueda
escucharte mejor.
El pajarito bajó una rama, pero
seguía todavía demasiado alto para que el lobo pudiera atraparle, y el lobo
prosiguió con su cantinela.
-La verdad poco te oigo, pero si que de
debe ser hermoso tu canto, y tus plumas me parece que brillan un montón, baja más para que pueda observarlas en todo su esplendor, es que con la edad
estoy ya tan cegato.
El pajarillo inocente y pagado de si mismo, fue bajando de rama en rama cada vez que el lobo le iba engatusando con sus
halagos, hasta que al tenerlo cerca de un salto se lo tragó.
Fue así que el pajarillo llegó al
interior del lobo enterito, con su plumas completas, con su piquito y sus patitas, y desde allí dentro se dio cuenta que había caído en una trampa y pensó cual
sería la mejor forma de escapar
¡Ay lobo!- le dijo-, ¡mira que eres
tonto!
-¿Por qué?- dijo el lobo.
-Porque al haberme tragado todo entero
te has perdido lo mejor.
-¿Si, el qué?- respondió el animal.
-Pues mira me podías haber sazonado,
aliñado, lamido, mordisqueado, chuperreteado, masticado, tragado... para después
haberme digerido y saboreado con paciencia y así te habrías dado un buen festín.
El lobo empezó a pensar en todo lo que
le estaba diciendo el pajarillo,” lamido,
chupado, masticado…” y se le hizo la boca agua.
-Yo creo- dijo el pajarillo- que lo
mejor es que lo hagas bien. Reconozco que me has engañado, pero por lo menos cómeme
como me merezco.
El lobo se dejó convencer y con un golpe de tos escupió al pajarillo de su barriga, que rápidamente echó a volar y se subió a la rama más alta del árbol.
El lobo de nuevo inició su perorata:
-¿Pero bueno?- le dijo.- ¿no me habías prometido que te dejarías comer?
-¡Ah!- respondió el pájaro, ya me dejé engañar una vez por orgulloso y presumido, ahora no me volverás a pillar.
Y allí esta el lobo todavía bajo el árbol, aullando de hambre…
El cuento lo escuché contar por el niño de la foto en una preciosa escuela Freinet en Francia.
No sé de quien es la autoría. Los materiales los había preparado el equipo que relataba el cuento y lo más divertido es que al lobo, que está en la foto en la parte de abajo del árbol se le abría la barriga y entraba y salía el pajarillo.
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