Dibujo de Marta Flores |
Salió de la tienda contenta,
riéndose muchísimo con voz cantarina y despierta. Saltaba sobre sus botas
nuevas, rosas, brillantes, como pulidas. Saltaba de un charco a otro, sin
perdonarlos, salpicando todo a su paso. Su madre la llamó a su lado y juntas,
de la mano, recorrieron, bajo la lluvia, el tramo de camino que les quedaba
hasta llegar a casa.
Se sentía tan radiante, tan
viva. No quiso quitarse las botas al llegar a la entrada y su madre tuvo que
secárselas con un paño para evitar mojarlo todo. Después, ella misma comprobó, que resultaba imposible ponerse el pijama con
aquel calzado tan rosa y tan brillante amarrado a sus pies.
Su cabello corto, lacio y
negro, se agitó cuando saltó desde la
silla de la cocina para ir a al encuentro de su padre y enseñarle su nuevo
tesoro. Se le veía tan feliz.
Por la noche, el agua, mansa,
seguía cayendo.
En su cama, sus cinco años
parecían pequeños. Su cuarto, al que no le faltaba detalle, indicaba todo el
cariño que se había puesto en su espera.
Se durmió abrazada a su
conejito blanco y solo se despertó, ligeramente, cuando su madre primero y su
padre después, vinieron, como cada noche, a visitar su sueño y regalarle un
beso.
A las tres de la mañana la
tormenta arreciaba y golpeaba con fuerza los cristales de la habitación. Las
luces iban y venían siguiendo los envites de las ráfagas de aire llevadas por
el viento.
En la semioscuridad de su cuarto, un gemido le subió garganta arriba. Escuchó, con terror, las gotas de agua que se estrellaban furiosas contra el techo de uralita. La sinfonía se había convertido en la más terrible de las bravatas. El aguacero era temporal, la lluvia llanto… La casa se movía sacudida por la ira de los dioses.
En sueños, escuchó sus
voces, percibió la humedad del ambiente, el repiqueteo angustioso que intento acallar
iniciando una salmodia y sumergiendo su cabeza bajo la almohada. Presentía que
si ponía los pies en el suelo, para ir a pedir auxilio, se encontraría con que
el agua llegaba a los límites de su propio colchón. La agonía le subió al pecho
y lo que eran lamentos callados se hicieron gemidos que fueron elevándose de
tono.
A pesar del agua, a pesar de
la tormenta, se tiró de la cama y salió al pasillo, abrazada al conejito blanco,
asustada y llorosa. El agua entraba, a raudales, por los resquicios que dejaba
una uralita pobre y perforada.
Sus padre, cogiéndola en
brazos, la trasladó, con mucho cariño, al dormitorio conyugal mientras la
calmaba— ¡Ay mi pequeña Lyn! ¡Mi pequeña!— le decía, — Es solo lluvia, no pasa
nada, aquí estás protegida—
Su madre llegó con un pijama
de franela y una toalla. Le secaron los cabellos empapados de sudor y le
retiraron la ropa arrugada de terror y lágrimas. En brazos, la acercaron a la
ventana y le mostraron el parque donde solía jugar y un poco más lejos el
tejado de su escuela.
La lluvia formaba regatos
pequeñísimos e indefensos tras los cristales. Poco a poco se fue sosegando.
El techo de uralita se hizo
sólido y la realidad volvió a su espacio.
Saltó de los brazos de sus
padres y corrió, por el pasillo, hasta su cuarto para buscar sus botas nuevas,
volvió con ellas en la mano y con una incipiente sonrisa se refugió contenta en
la gran cama. Cada uno a un lado, acariciándola, perteneciéndole. Tan
diferentes y tan próximos.
Mientras se dormía escuchó,
de nuevo, su historia. La historia de una pequeña Lyn a quien, una noche, el
más feroz de los aguaceros le había robado su casa y su primera familia...
Me he metido en el cuento y he llegado a mirar por la ventana a ver si llovía. Si me llego a levantar a cambiar las zapatillas por las botas no me debiera haber extrañado.
ResponderEliminarTodo es posible
EliminarQue recuerdos, la lluvia,los paraguas, y la sonrisa de los niños con sus botas pisando y saltando charcos.
ResponderEliminarSi, esas botas de agua que no te salvaban de acabar con los pies chorreando.
EliminarQue buen equipo, Tere. Os ha quedado redondo!
ResponderEliminarLos dibujos de Marta son preciosos.
ResponderEliminarLa infancia, que bonita la recuerdo yo, y a veces como la pequeña Lyn!!!!!! Susto y magia jugaban mano a mano.....Tan real e irreal todo.... Y los cuentos hacían lo suyo para que viera el mundo así.... Gracias Tere
ResponderEliminarMe encanta que te haya gustado, hay muchas historias detrás de esta noche de lluvia...
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