Pues señor voy a contaros lo que pasó una vez en Francia.
Era una hermosa niña, blanca, rubia y espigada,
los ojos azul de cielo, mejillas como manzanas.
La más bonita del mundo, dicen todos al mirarla.
Su, madre, en la primavera, le tejió, con fina lana,
una capuchita roja con su capita y su talma.
Ya todo el mundo la nombra, “Caperucita Encarnada”.
La mamá la mandó un día, con su capita de grana,
a casa de la abuelita, que está al pie de la montaña,
para llevarle una torta con rica miel amasada,
y en una orcita de barro, fresca manteca de vaca.
-Ven aquí, niña
querida, toma, hijita de mi alma,
llévale esto a la
abuelita, que está enfermita en la cama.
Cruza el monte deprisita,
no te detengas por nada,
no persigas mariposas,
no te quedes embobada,
no se vaya a hacer de
noche, y entonces el lobo salga.
Caperucita promete ir más lista que una galga.
Pero encuentra a un leñador que corta una encina alta,
a cada golpe que da, se ve relucir el hacha.
-¿Dónde va Caperucita
con su capita encarnada?
-Voy a casa de mi
abuela que esta enfermita en la cama,
y le llevo mantequilla
y buena torta amasada.
-Sigue por la veredita
no subas por la montaña,
que he visto rodar al
lobo con las estrellas del alba.
-No tengo miedo del lobo
que a mí nunca me hizo nada,
yo soy una buena niña
y el lobo come a las malas.
-Sin embargo buena
niña, ve por la vereda blanca,
deja el monte a los
pastores que llevan perros de guarda.
-No me gustan las
veredas, que son llanas y se tarda,
me gusta el monte
bravío con mariposas y jaras.
La hermosa Caperucita con mejillas de manzana,
sube por el monte arriba corriendo como una cabra.
Sube cuestas, cruza arroyo, atraviesa la enramada,
y al llegar a la pedriza el lobo sale a encontrarla.
-Buenos días niña
hermosa, ¿Dónde vas tan de mañana?
¿Eres tú a quien todos
dicen Caperucita Encarnada?
-Yo soy, y tú eres el
lobo que al amanecer rondaba…
-No me tengas miedo,
niña, que no vengo a hacerte nada.
-¿Qué llevas en esa
cesta cubierta de telas blancas?
-Llevo manteca muy
fresca, y rica torta amasada,
como regalo a mi
abuela, que es viejita y está en cama.
Yo le encenderé la
lumbre, yo le limpiaré la casa,
y si tiene mucho
frío la abrigaré con mi capa.
-¿Y quién te abrirá la
puerta si la vieja está en la cama?
-Otras veces he venido
y encontré fácil la entrada.
Un cordel ata un
pestillo que la abuelita levanta.
y yo le digo- Abuelita,
Caperucita Encarnada,
que te trae torta de
miel y mantequita de nata.
-Si que es fácil- Si
yo fuera también en la casa entrara.
¿Y vives lejos tu
abuela?- Vive al pie de la de montaña,
junto al molino que
muele, en esa casita blanca.
-Está cerca...Voy a
verla- No vayas lobo, no vayas…
que yo llegaré primero
y pondré tranca en la entrada,
y se lo diré a la
abuela, que el pestillo no levanta
si no oye mi voz
primero y me conoce en el habla.
-A ver quien va más
deprisa. Yo subo por la cañada,
tu vas por el monte
abajo. ¡Te espero frente a la casa!
Y sin escuchar razones el pícaro lobo salta,
corre entre las matas verdes y se va por la cañada.
La linda Caperucita ve una mariposa blanca
y va corriendo detrás a ver si puede atraparla.
Corre y salta, brinca y grita, por los campos, alocada,
detrás de la mariposa, que al tenerla se le escapa…
Y, de repente, se acuerda ,de que el lobo fue a la casa…
¡Cómo corre, monte abajo Caperucita Encarnada!
El lobo que ya ha llegado va y golpea con la pata.
-Ábreme- dice-
abuelita (con la voz disimulada)
ábreme que soy tu
nieta, Caperucita Encarnada.
-Levanta el pestillo,
niña, que ya he sacado la tranca-
dice la abuela y el lobo entra dentro de la casa…
¡De un tragón traga a la abuela¡ (¡que tiene hambre atrasada!)
y se pone el camisón y la cofia almidonada,
y los negros anteojos, y va y se mete en la cama…
Ya está llamando a la puerta Caperucita Encarnada.
-Ábreme abuela
querida, saca corriendo la tranca,
que traigo manteca
fresca que ha hecho mami esta mañana;
¡y viene corriendo el
lobo, que quiere entrar en la casa...!
-Entra pronto, vida
mía, Caperucita Encarnada.
(y aunque el lobo disimula su voz es ronca y extraña).
Ya ha entrado Caperucita, y bajo las telas blancas,
saca del cesto la torta, y la manteca de nata.
-Déjalo sobre la mesa
y ven conmigo a la cama,
que estoy ya tan
viejecita que me voy quedando helada.
Cuando la niña se acuesta, mira a su abuela asombrada.
-¡Qué brazos tienes
abuela!- Por abrazarte se alargan.
-¡Qué piernas tan
largas tienes! – De correr por las montañas.
-¡Qué orejas mas
grandes tienes!- Para oír tu dulce charla.
-¡Cómo relucen tus
ojos!- Para mirarte a la cara.
-¡Qué boca tan grande
tienes!- Para besarte muchacha.
-¡Qué harás con
dientes tan grandes!- Comerte a ti desdichada.
Se arroja sobre la niña y de un tragón se la traga.
Dicen que el leñador vino, que encontró al lobo en la cama,
que le rajó la barriga, mientras el lobo roncaba,
que abuela y nieta salieron desde el fondo de la panza..
Y ya se acabó este cuento otro os contaré mañana.
Adaptación de Elena Fortín y sus compañeras de LA
HORA DEL CUENTO y publicado en su libro El
arte de contar cuentos a los niños. Ediciones Espuelas de Plata 2008
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