martes, 31 de enero de 2023

EL HOSTAL DE LOS LÍOS


 

Cuento–juego para contar con las figuras de la baraja española  y los ases.

(Mientras se va contando la historia se colocan las cartas sobre la mesa boca arriba).

Érase una vez cuatro chicas que llegaron a un pueblo muy pequeño, iban de viaje (cuatro sotas). Como estaba anocheciendo decidieron hacer noche allí, dirigiéndose al único hostal que había:

-Buenas noches señor, dijeron al posadero, querríamos cuatro habitaciones para pasar la noche.

-No hay problema, respondió este, cuatro tengo y las cuatro están libres, que descansen señoritas.

(Se colocan las cuatro sotas extendidas sobre la mesa)  

Al cabo de media hora, llegaron al hotel cuatro caballeros (caballos), con la intención de pasar también en él la noche:

-Buenas noches posadero, querríamos cuatro habitaciones.

-Ocurre que las cuatro que tengo están ocupadas por cuatro señoritas, aunque camas hay de sobra en cada habitación, sí quieren pueden hablar con ellas.

El posadero llamó a las chicas y les explicó lo que ocurría, las chicas aceptaron y cada una de ellas dejó dormir en su habitación a uno de los hombres.

(Se colocan los cuatro caballos cada uno sobre una sota)

No había pasado más de una hora cuando entraron en el hostal cuatro ancianos (reyes) cansados de caminar, con la misma petición que los anteriores. El hostelero les contó lo que ocurría y aceptaron hablar con las chicas y los caballeros. Tras una charla todos aceptaron y se ubicaron en cada habitación una chica, un caballero y un anciano.

(Se colocan los cuatro reyes cada uno sobre un aballo)

Pero no quedó todo ahí, ya que aparecieron cuatro muchachos que estaban de excursión por la zona (ases). Pidieron cuatro habitaciones, pero se encontraron con el problema que estaban ocupadas, de nuevo el hotelero le dijo lo que a los anteriores y eso hizo.

(Se colocan los cuatro ases cada uno sobre los reyes)

Parecía que ya iban a poder descansar cuando estaban todos de acuerdo y además ya no quedaban más camas libres, cuando de pronto apareció el metomentodo del pueblo formando un escándalo porque en cada habitación había:

Una señorita, un caballero un anciano y un muchacho.

Así que no quedó más remedio que reunirse de nuevo y buscar entre todos una solución, quedando los cuartos repartidos de la siguiente forma:

(Se juntan los cuatro montones sin mezclarlos y se cortan sin barajarlos y se ponen  sobre la mesa un as, un caballo, un rey y una sota…. Y se van repartiendo todas las cartas recogidas de manera que al final queda... 

Una habitación para las cuatro señoritas.

Otra para los caballeros

Otra para los ancianos

Y otra para los muchachos. 

Tradición popular.

 

 

jueves, 26 de enero de 2023

UNA BIBLIOTECA ESPECIAL

 En Mayo de 1987 nació mi hija Clara en un hospital de Ginebra. En esos años vivíamos en esa ciudad y yo trabajaba como profesora de Lengua y Cultura para los hijos e hijas de las familias emigrantes españolas. Era un trabajo interesante y me permitió conocer las maravillas de un país como Suiza.

Regalo de la clase de infantil de la escuela de Livron con motivo del nacimiento de Clara

Tuve la suerte de conocer a Elisabeth Zurbriggen, que coordinaba la biblioteca intercultural de la Escuela de Livron, en la que en por aquel entonces asistían alumnos y alumnas de treinta y cuatro nacionalidades diferentes, vamos una torre de Babel, yo señalaba que a veces lo más extraño era encontrar una criatura cuyos dos progenitores fueran de origen suizo.

El Ministerio de Educación de este país se preocupaba mucho por la presencia de los emigrantes, aunque no entro sobre cuales fueron su verdaderos intereses si tengo que señalar que sentaron las bases de una política educativa muy interesante, que iba desde las clases de refuerzo, hasta la existencia de estas bibliotecas en las que había libros en todas las lenguas presentes en una escuela. 

Elisabeth, llevaba a cabo un trabajo interesantísimo, pues facilitaba la participación de las familias, que con ayuda de libros contaban a las clases cuentos en sus diferentes lenguas maternas, dando así un ejemplo de cómo la diversidad enriquece a la sociedad.

Nada más ponernos en contacto, me convertí en una fiel colaboradora suya y de su biblioteca, y no era raro que pasara por allí, cada cierto tiempo, a contar cuentos en español, incluso grabara relatos en  cintas de cassettes que luego el alumnado  podía llevar a casa.

Durante los cinco años que estuve viviendo en este país además de mantener una buena colaboración surgió una gran amistad que nos hace que a pesar de los años sigamos refrescando.

Tengo que agradecerle que me enseñara a trabajar con los libros de otra manera, a sacar de ellos temas, divertimentos, juegos, creaciones y que afianzara en mí el gusto por hacerme una verdadera CUENTACUENTOS.

El otro día entre mis papeles, que son muchos, apareció este precioso poster que he fotografiado. Su tamaño es de sesenta centímetros por cuarenta y está realizado por una clase de infantil  a la que más de una vez tuve la oportunidad de contarle cuentos.
 
Fue el regalo que Elisabeth me aportó al hospital cuando nació mi peque.
Detrás estaba escrito:


Querida Teresa;
te damos estos dibujos para el bebé. 
Nos gustaría que vinieras un dia a enseñárnoslo 
cuando ya no llore.
¿Es alegre cómo tu?
Te enviamos besos enormes 
y también a Clara y para su papá.
¡Hasta pronto!

La clase de Ariane
  
Me encantó ese regalo, cada criatura había hecho un sencillo dibujo en un rectángulo de seis por cuatro y  fue luego la maestra la que se dio el trabajazo de colocarlos de forma equilibrada y perfecta.

Estuvo expuesto en el cuarto de Clara  durante muchos años hasta que llegó el momento de que eligiera otras decoraciones y pasó al armario de los recuerdos.
Hoy quería recordar que gracias a Elisabeth conozco todo lo que sé de cuentos y que después de 35 años sigo contando.
He recuperado los dibujos delineando los contornos con un rotulador fino.. os puedo decir que hay 25 pequeñas historias ahí reflejadas que si las miro bien de un momento a otro empezarán a hablar.


detalle

    

 



domingo, 22 de enero de 2023

YA ESTÁ AQUÍ SU TRANVÍA

Sigo con los textos que hacemos para el taller de escritura que conduce Alfonso Salazar, en este caso la motivación era escribir un suceso acaecido en la Navidad de 1922... Este fue el mío.

 

Cuentan que Don Manuel de Falla vivía en el Carmen del Ave María en la Antequeruela baja, y, para subir a su casa tomaba el tranvía en la calle de la Colcha. Tal respeto y prestigio tenía que el conductor paraba allí de forma expresa, para entrar en una librería ya tristemente desaparecida donde Don Manuel le esperaba sentado tranquilamente tomando un café. El ferroviario se quitaba la gorra y le decía con mucho respeto: “Don Manuel, ya está aquí su tranvía”.
 https://granadaonly.com/monumento-de-granada/los-tranvias-de-granada/

No era algo que le agradaran a don Manuel las tareas burocráticas, pero realmente a 20 de diciembre  de aquel 1922 ya estaba empezando a hartarse.

El ejercicio económico estaba a punto de terminar y no tenía más remedio que hacerse cargo de las quejas de los proveedores que habían hecho posible aquel increíble sueño y que a estas alturas del año seguían sin ver un real.

Trajeado con un terno gris marengo, de corte clásico, sencillo a la par que elegante, y el abrigo de lana más grueso que había podido encontrar para poder  soportar con entereza el clima granadino de  diciembre, encaminó sus pasos hacia el ayuntamiento.

La mañana, a pesar del frío, resultaba radiante.

Después de bajar del tranvía en Puerta Real y mientras iba sorteando los charcos producidos por las últimas lluvias, se detuvo embelesado, en medio de la calzada, a riesgo de ser atropellado por algunas de las bicicletas y escasos automóviles que por allí transitaban.

Dirigió su mirada hacia Sierra Nevada, ahora  repleta de nieve, iluminada por un sol resplandeciente que provocaba que el azul del cielo no tuviera parangón al que conociera  en su Cádiz natal, y, como le solía ocurrir, asoció este  maravilloso paisaje con una de las melodías que estaba componiendo y que desde hacía semanas no paraba de rondarle por la cabeza.

Pedro, conserje y portero  del Centro Artístico, le sacó de su ensimismamiento al saludarle con cordialidad, don Manuel respondió con un ligero toque al ala de su sombrero de copa, que habitualmente utilizaba en invierno, echando de menos en este gesto no llevar los guantes forrados de piel que solía ponerse para sus paseos vespertinos.

Tenía que conseguir que la floristería y la empresa de alquiler de sillas que habían contribuido a que  se pudiera celebrar el Primer Festival de Cante Jondo cobraran. Ese era su objetivo mañanero y estaba dispuesto a enfrentarse con quien fuera para lograrlo.

Su mente voló rápido a aquel magnífico día de junio, a pesar de la lluvia, de los conflictos con los colegas del Centro Artístico, del genio de algunos que parecían hacer todo lo posible por destrozar los sueños de otros, había que reconocer que el evento había sido magistral.

«Ay, esta Granada cainita -se dijo para sus adentros-, con una mano te ensalza y con la otra te abofetea».

El festival había sido un éxito, gente de todo el mundo había apoyado la iniciativa, incluso muchos de ellos se habían desplazado desde el extranjero para venir a disfrutarlo.

Recordó con cierta melancolía la fase preparatoria, cuando se vio buscando cantaores noveles, gentes que empezaran, que no se hubieran subido nunca a un tablao, ni hicieran del cante una forma de vida. Para ello tuvo la oportunidad de conocer a fondo las cuevas del Sacromonte, acercarse a Guadix y a Purullena, rebuscar en los barrios gitanos de la periferia de la ciudad y le vino  la imagen de aquel chicuelo de ocho años, qué voz, qué desparpajo, o de la señá María, de San Miguel Alto, cuánta gente y cuánto arte.

Y ahora, él se sentía como un idiota teniendo que  pelearse con el tesorero del ayuntamiento o con el teniente de alcalde, que no podía ser más cafre, ese 20 de diciembre, a conseguir que terminaran de pagar lo prometido.

Mientras se acercaba a la plaza del Carmen, sacó unas perrillas para una panda de chicuelos que cantaban villancicos con cierta gracia acompañados con una improvisada  zambomba y una botella de anís.

Navidad triste para los que nada tienen.

«Ojalá mis gestiones acaben pronto y me pueda ir a casa, la señá Engracia seguro que me ha hecho un buen caldo de cocido caliente y espeso y es posible que haya preparado alguno de esos polvorones y dulces navideños de almendra molida, que tanto me gustan. Al menos -volvió a su soliloquio- pudimos pagarle a los premiados».

Recordó con emoción a los ganadores: Diego Bermúdez 'El Tenazas' y  Manolo “El Caracol”, qué figuras, qué genios, Un germen de algo nuevo e importante se estaba gestando y además, pensó,  «podremos continuar con la Escuela de Flamenco, y comenzar a preparar el Segundo Festival de Cante Jondo, seguro que conseguiré escribir alguna partitura de esas canciones tan complejas y podremos también promocionar a algunos de los premiados».

Con estas ideas tan optimistas en la cabeza y sintiéndose más reconfortado se dispuso a atravesar la puerta del consistorio y dándose ánimos se dijo: «Vamos Manuel, ¿van a poder contigo unos burócratas del tres al cuarto?», y dando un suspiro de resignación exclamó en voz alta, para asombro del guardia de la entrada:

-¡A por ellos!

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sábado, 14 de enero de 2023

LA ÚLTIMA DE LA FILA, relato de Teresa Costas

 Seguimos con los ejercicios de nuestro taller de escritura... Gracias a Teresa Costas tenemos hoy este interesante y curioso relato. 

Homenaje a la Z, la pobre letra a la que, del puesto número siete, castigaron a ser la última de la fila.

 Nochebuena. Zoe, con la cara tiznada, prepara la cena en la cocina. Con su zurda va añadiendo a la cazuela: un zanco de pollo, una taza de garbanzos, un trozo de calabaza, zanahorias y el azafrán tamizado. Exprime el zumo para la zarzuela de marisco, ya preparada. El arroz con leche está atemperando en la encimera. En el horno las manzanas asadas.

Mientras lo hace, se zambulle en el recuerdo de su padre, el zahorí, que escondió su tez como avestruz cuando su madre, embarazada de su hermano el Zoquete, otra Nochebuena, se alzó en una silla a encalar el techo de su zulo y se cayó perdiendo el pie y casi la vida en un azaroso accidente. Después llegó el Alzheimer… y se lo llevó.

Para apagar la tristeza que la azuza, aprieta la cruz de zafiro, herencia de su madre, que la acompaña desde entonces. Se asoma a la ventana y ve venir zigzagueando y cogidos del brazo a su tío el Zarrapastroso, su novio el Zascandil y su primo el Zulú, sus invitados a cenar.

Escapa por el zaguán, tapizado de azulejos y recala en el tablao donde se abraza con sus compañeras de baile Zoraida, Zuleima y Zahara. Entrenza su melena azabache con un lazo azul, se coloca la última de la fila y, juntas, zapatean con pasión y entusiasmo la zambra que preparan para la fiesta de Nochevieja. El jazmín de la terraza ya no tiene flores con que construir biznagas, pero todavía huele a azahar y las azaleas están preciosas.

Por la ventana se escucha la zarabanda de la plaza, llena de luz; más cerca suenan zambombas y zanfonas y, envolviéndolo todo, bajito, retumba “Noche de Paz”.

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