Cuenta una historia que hace mucho tiempo, en el norte de África y
cerca de un pequeño pueblo, había un hombre viejo que vivía solo. Se llamaba
Baba Inoubba. Era tan viejo que ya nunca se levantaba de su cama. Aïcha, su
nieta, se ocupaba de él. Todos los días, con una bandeja de couscous en la
cabeza y una torta bajo el brazo, Aïcha llamaba a la puerta de su abuelo
canturreando:
·
Ábreme la puerta, oh Baba Inoubba, y el desconfiado
anciano respondía:
·
Haz tintinear tus pulseritas, Aïcha, pequeña mía.
Entonces Aïcha hacía sonar sus pulseritas y el abuelo tiraba de una
cuerda para abrirle la puerta.
Un día, el ogro vió a Aïcha y la siguió a escondidas. La escuchó
canturrear y vió cómo se abría la puerta. Ajajá, se dijo el ogro, mañana yo
haré igual que Aïcha, el anciano me abrirá y me lo comeré. Luego, ya me ocuparé
de la pequeña.
Al día siguiente, el ogro llamó a la puerta de Baba Inouba, que le
dijo:
·
¡Vete, maldito ogro, he reconocido tu voz!
Entonces, el ogro se fue en busca de un brujo para preguntarle cómo
podría conseguir una voz tan suave y tan dulce como la de una niñita.
·
Unta tu garganta con miel, respondió el brujo,
después abre lo más que puedas la boca y permanece tumbado al sol durante siete
días. Miles de hormigas entrarán y te rascarán la garganta.
Siete días más tarde, el ogro canturreó en la puerta de Baba Inouba con
una fina vocecita. Creyendo que era Aïcha, el abuelo abrió la puerta. El ogro
se abalanzó sobre él y se lo comió. Cuando llegó Aïcha con una bandeja de
couscous en la cabeza y una torta bajo el brazo, ella no reconoció la voz de su
abuelo. Vio que salía sangre de debajo de la puerta y miró por el ojo de la
cerradura. Como enseguida reconoció al ogro, salió corriendo hacia el pueblo
gritando:
·
¡A mi abuelo se lo ha comido el ogro! ¡Lo he dejado
encerrado en la casa!
Entonces, muchos aldeanos llevaron haces de leña y prendieron fuego a
la casita donde el ogro esperaba la visita de la chiquilla. Y así fue cómo el
ogro murió entre las llamas. Al año siguiente, un roble creció en aquel mismo
lugar. Lo llamaron el “Roble del ogro”.
Si algún día pasáis casualmente por este lugar, los aldeanos os lo
enseñarán.
Cuento del norte de África que guarda algunas similitudes con Caperucita Roja...
aportado por mi amiga Elisabhet Zurbrigen de Suiza