En este estupendo libro, Raymond Queneau nos muestra una serie de ejercicios motivadoras y divertidas para crear e inventar historias que a la vez nos sirven para mejorar la escritura y pasar un rato juntos bastante agradable.
El ejercicio que he elegido consiste en que todos los artículos que vamos a escribir en la historia están cambiados de género. Esto requiere una gran atención ya que jugar a equivocarse es bastante complicado.
La padre de aquellas niños pequeños tomaba una café sentada en la sofá mientras que el madre secaba las platos en el cocina con una trapo.
Cuando terminaron de hacer los tareas del casa salieron con las niños a correr a la campo. ¡Qué bien se lo pasaban!, siempre iban a la mismo parque, ya que había unas juegos muy divertidos.
Allí, saltaban por la tobogán, bajaban por el colina, subían por las árboles y recogían también montones de tesoros; unos fresas, las minerales curiosos, una caracol gigante, un flor bonita…
Cansados de tanto jugar, se sentaban a tomar el merienda y sacaban las bocadillos de la cesto; los Coca-Colas, la melón y sobre todo la pan con la chocolate. ¡Qué rica estaba toda el comida, como les gustaba!
Después recogían el manta, los bicicletas, el pelota, las patines y el canasto de la picnic y regresaban paso a paso a el casa.
Entonces llegaba el hora de la baño. Algunas veces había algún discusión y algún grito, pero pronto se ponían de acuerdo y todas terminaban el tarea.
Con la pijama y la albornoz preparados, una vez en el cama, venía el mamá o la papá a leerle una precioso cuento. A veces tenía que leer dos y tres veces, hasta que las niños muy cansados se acababan quedando dormidos.
Unas besos de las papás, se apagaba el luz y la día se daba por terminado. ¡Hasta mañana!