miércoles, 22 de febrero de 2023

¡AL PUEBLO!

 EL VIAJE

Desde temprana hora de la mañana empezábamos a bajar los trastos a la calle: maletas, maletillas, maletones, cestas, bolsas y más paquetes. Mi padre con el coche en la puerta, vigilado atentamente desde las ventanas por los vecinos del bloque, empezaba a encajar  los bultos en la baca como si de un tetris se tratara. Ante nuestra impaciencia y nuestras muestras de jartura nos espetaba su habitual muletilla «Despacito y buena letra» y nosotros resoplábamos viendo cómo avanzaba la mañana sin que el deseado viaje se iniciara. 

Cuando ya parecía que la doble capa de bártulos estaba siendo encajada con la debida pericia, aparecía alguno de mis hermanos con otro nuevo paquete y nuestro progenitor, desafinando entre silbidos una zarzuela, volvía a desarmar lo realizado hasta el momento.

Encajar tanta familia en un seíllas no era tarea fácil, pero al fin se conseguía, e iniciábamos el viaje con la confianza ciega de llevar sobre nuestras cabezas un portaequipaje capaz de soportar los más terribles temporales.

Una vez encomendados a san Rafael y a san Cristóbal, nos poníamos en carretera. Cantábamos, contábamos coches, jugábamos a las adivinanzas, a de La Habana ha venido un barco… nos mareábamos, vomitábamos y parábamos en uno de los bares del Puerto del Carretero  a bebernos un galipuche y  cómo no, a desaguar.

De la bolsa “maripopiense” de mi madre salían galletitas, chocolate, agua, servilletas, saquitos y rebequitas ante las necesidades perentorias de unos y otros, hasta que agotados del largo viaje y  la tediosa ruta, empezábamos a fastidiarnos y surgía la frase inevitable que indicaba los comienzos de una pelea «¡Mamá, Pepe me está chinchando!». Mi padre desde el poderío que le concedía ser el piloto, nos lanzaba unos cuantos epítetos de lo más variado, desde «Botarate, deja en paz a tus hermanas» a «Distinguido besugo, ¿quieres que pare y te deje aquí?», y otras lindezas que nos sirvieron para que fuéramos las chicas con el vocabulario más culto de todo el barrio en materia “insultil”.

Para eso también tenía mi madre un recurso mágico y nos decía, sumergiendo la mano en su bolso especial: «Venga, vamos a rezar el rosario». Como por arte de magia se acababan las discusiones y los gritos. Ante el mantra apacible de las avemarías íbamos cayendo enredados unos a otros, en un sopor pacífico,  mecidos por los rezos de mis padres y sus suspiros gozosos  por contar con unos minutos de tranquilidad.

 EL PUEBLO

La llegada a  Martos se convertía en la máxima recompensa. En casa de los abuelos y de los  tíos, nos esperaban días de pandilla, compuestas por una caterva de primos, que nos acogían y nos acompañaban en todas las excursiones y travesuras que se nos ocurrieran.

Una de nuestras aficiones, era pasearnos al retortero por las calles. Diez o doce chavales, supervisados por los mayorcillos de trece o catorce años que conocían bien todos los rincones susceptibles de ser visitados.

La numerosa familia que allí teníamos se detenía a preguntarnos de quiénes éramos. Ser  nietos de Don Nemesio, el médico, nos abría no solo puertas, sino que también nos procuraba algunas propinillas para las chuches o los cacharricos  de la feria. Los grandes contaban las perras y perrillas obtenidas y, con más o menos acierto hacían un reparto, en el que de vez en cuando se cruzaba algún que otro enfado; alguien zanjaba la discusión diciendo que dejáramos de decir patochás y no nos liábamos a mamporros por los pelos.

Mal que bien solucionado el asunto y en el puesto de pipas, no se escuchaba más rumor que el de nuestras jóvenes y repeinadas cabecitas pensando en por qué maravilla nos decidiríamos si regaliz, juanolas, tractos, garbanzos torraos, altramuces, chicles o pipas, que nos servía el kiosquero en unos maravillosos cucuruchos de papel de estraza.

Sólo la llegada de la hora de la comida alteraba nuestro paseo  y entonces salíamos disparados a casa de unos y de otros, previos acuerdos sobre los gustos alimenticios propios; si en tu casa hay lentejas te lo cambio por mi cocido que  los garbanzos no los aguanto. Con lo que no era raro que en cada hogar aparecieran a comer zangolotinos diferentes de los que salían por la mañana.

Los mayores nos permitían esos trapicheos, contentos de vernos zascandilear felices y de no tener que ocuparse de nosotros durante las largas jornadas vacacionales.

EL DESVÁN

Casi sin ponernos de acuerdo, la cita consabida después de la sobremesa, era en la casa grande. Mientras los adultos sesteaban, previa orden de que no molestáramos bajo ninguna circunstancia, nosotros nos encaminábamos al desván. Habitación mágica por excelencia; oscura, polvorienta, calurosa hasta decir basta, pero llena de rincones secretos a la que por más que volvíamos siempre aparecían rincones por explorar.

Con el sigilo y respeto que merecía el lugar, nos juntábamos por aficiones y mientras algunos espulgaban las revistas y los librillos, que se amontonaban por cientos en los estantes, otros abrían el baúl de los trajes antiguos que vistieron bodas bautizos y otras fiestas mayores. Pelucas, abrigos raídos, sombreros, zorros espeluchaos, enaguas, sayas, tacones, corpiños, delantales de criada con puntillas, cofias, bolsos, trajes de novia y hasta baratijas, nos permitían componer un improvisado carnaval con un magnífico desfile coreado por las carcajadas contenidas de tan alegre público.

Pero el sumun, la mayor delicia a la que se prestaba el sitio, era jugar a las tinieblas de la noche. Apagada la única bombilla de luz, bastante mortecina, nos escondíamos y correteábamos entre columnas, cajas y anaqueles, ante el terror de los más pequeños y las risas de los mayores, hasta que, irremediablemente algún torpe botarate se daba un tremendo batacazo produciendo un estruendo mayúsculo. Aparecía, rápidamente una de las tías y medio gruñendo, medio bromeando,  nos sacaba de allí con la promesa de una rica merienda de pan y chocolate y una refrescante ducha, a cubetazos, con el agua helada del pozo…

Pero esa es otra historia.

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martes, 21 de febrero de 2023

SEGUIMOS CON LOS JUEGOS DE LENGUAJE


Una planta... se planta.. 

TENGO UN CESTO

Aspecto que cubre: Ampliar vocabulario, divertirse

Edad: A partir de 8 años

Número de jugadores: toda la clase

Descripción del juego: 

Uno de las jugadores dice: -Tengo un cesto-, los otros le preguntan ¿Qué tiene dentro?, él responde alguna cosa que empiece por la A. Otra jugadora repite -Tengo un cesto- y contesta con una palabra que empiece por B a la pregunta de qué tiene dentro... Asi sucesivamente hasta que terminan todas las letras del abecedario.

ADIVINA LA PALABRA

Aspectos que cubre: Ampliar vocabulario, divertirse,  palabras polisémicas

Edad: A partir de 10 años

Numero de jugadores: Toda la clase

Descripción del juego:

Los jugadores se sientan en fila. Se elige a uno para hacer hacer las preguntas que debe salir de la habitación. Los demás jugadores, mientras, escogen una palabra que tenga muchos significados. Una vez puestos de acuerdo llaman al de afuera, que recorre la fila preguntando a cada uno: -¿Cómo te gusta?, al siguiente: -¿Cuándo te gusta?, otra puede ser.. -¿Dónde te gusta?, así hasta averiguar la palabra elegida por el grupo.


Juegos tomados de 


Otros juegos en:

https://cuentosquecabenenunbolsillo.blogspot.com/2022/07/el-libro-y-sus-despropositos.html



domingo, 19 de febrero de 2023

ESTABA EL REY DE OROS

 

Federico Martín, contando un cuento con las cartas en Garganta de la Olla

      

 Estaba el rey de oros  / Rey de oros

con una espada en la mano, /As de espadas

el caballero y su copa   / Caballero de copas

y la dama con el palo.  /Sota de bastos

 

Toma dama esta copa      / Sota de copas

que con su mazo y caballo,  / Caballo de bastos

te voy a dar un doblón   /As de oros

que el rey de espadas me dio. / Rey de espadas

 

Al pie de un pino una fuente / As de bastos    

el rey se paró a beber,     /Rey de Copas       

 el caballero lo impide /  Caballo de espadas

y a la dama también /  Sota  de oros     

            

 El caballero famoso /       Caballo de oros        

oros le ofrece a la dama / Sota de espadas 

 y el rey muy desentendido /  Rey de bastos

le da la copa de agua. /  

As de copas

 

 

Conforme se va relatando el poema se van colocando las figuras.

 

lunes, 13 de febrero de 2023

¡A JUGAR! De Teresa Costas

       La clase tocaba a su fin. La profe dijo a sus alumnas: “Chicas, ahora, en el recreo, os propongo que os reunáis de dos en dos o en grupos más grandes y descubráis lo bonito o feo que suenan vuestros nombres al unirse. Esas son las palabras compuestas. Es un juego muy original. A la vuelta me contáis.”

        Las palabras salieron, en tropel, a jugar y la profe se quedó en el aula pensativa y sonriente. Le gustaba mucho inventar juegos.

        Transcurrida media hora, las alumnas volvieron, unas retozonas y contentas; otras tristes o desconcertadas. La profe decidió ir escribiendo en la pizarra todas las combinaciones encontradas.

        La primera que habló fue Quita, que dijo: “Profe, yo me junté con Sol –quitasol-, después con Manchas –quitamanchas-, después con Nieves–quitanieves-, después con Miedos –quitamiedos-… Y, después, vino Penas… y nos gustó –quitapenas-“.

        A continuación fueron apareciendo en la pizarra, todas las palabras relacionadas con el cuerpo humano, después de que cada dos se juntasen, ordenadamente, y se nombrasen en alto: Manirrota, Cabizbajo, Mondadientes, Boquiabierta, Anteojos, Cejijunto, Barbilampiño…

 Hazme y Reír estabanserias y venían acompañadas de otra. “¿Por qué una combinación tan preciosa, se usa, profe, para burlarse de alguien? No nos gusta. Hemos decidido cambiarla por hazme-cosquillas para invitar a tu pareja a hacer el amor.”  Todas, incluida la profe, aplaudieron a rabiar.

        Y un grupo de cuatro saltó: “Y nosotras, corre-ve-y-dile que significa chismosa, cotilla, chivata… lo hemos cambiado por corre-ven-y-bésame como tratamiento contra la soledad”.

        A continuación se levantó otra pareja. Trato dijo: “Profe, hemos decidido que, así como cuando un banco te presta dinero para una hipoteca, se dice contrato, cuando te echan a la calle por no tener dinero para devolverles debería llamarse sintrato.

        El grupo metomentodo interrumpió para reclamar atención, y la profe las mandó sentar. Sabelotodo levantaron el dedo y también las mandó sentar. Apareció la pareja democracia y explicó sus ventajas.

        Después llegó el grupo de las “salvas”: salvamanteles, salvapantallas, salvaslip…, el grupo de las “saca”: sacapuntas, sacacorchos, sacapupas… y el grupo de las “abre”: abrelatas, abrebotellas, abrefácil…       

Dos palabras  estaban arrinconadas en una esquina. La profe las miró. Una se adelantó solícita, mientras cogía de la mano a la otra, y habló: “Yo soy Dicharachera y nadie me ha escogido para juntarnos, y ella es Enfurruñada y tampoco la eligieron y está muy triste. Yo, con tu permiso, profe, la voy a apadrinar y, desde ahora, iremos juntas como Dicharruñada.”

La profe asintió sonriente, y les dijo: “Enhorabuena a todas. Lo habéis hecho muy requetebién. Por hoy sanseacabó. Y os espero, mañana, que es mi cumpleaños. Seguiremos jugando a esto y otras combinaciones serán bienvenidas.”

viernes, 10 de febrero de 2023

AGRIPINA GATANA

¿Qué sucede cuando usamos palabrejas que no son las habituales?... ¿Habrá que echar mano del glosario?.... Nuestro profe de escritura nos mete cada día en un nuevo berenjenal.

Gatana, amante de los gatos (italiano)

 Agripina Gatana, nacida en el pequeño pueblecito de Cortona, de la región de la toscana  florentina,  se caracterizó desde pequeña por sus peculiares características. 
Nacida entre dos hermanas pelirrojas, hermosas y de verde mirada, se llevó la distinción de ser a partir del primer día de vida, completamente diferente a su progenie.
Desde los 17 años sufría de una cabellera  color ceniza a causa de su primer y único desengaño amoroso. Sus enormes ojos grises ocultos tras unas anticuadas antiparras, su manera de vestir con un gusto especial por las almenillas en todas sus faldas y blusas, más  la  costumbre de almizclarse hasta casi decir basta, le conferían un estilo propio que la  condujeron a alejarse, en cuanto pudo,  de la casa de su infancia para tranquilidad y sosiego de unos y otros.
En la villa de Arezzo se licenció en Botánica, superando los estudios con holgura, pues su capacidad intelectual descollaba por encima de las de sus hermanas. No le fue difícil, pues, realizar con honores una tesis doctoral sobre la biota de la zona, concretamente de aquella región que comprendía los páramos colindantes a la finca familiar perteneciente a su tatarabuelo Rogelio Gatana, lugar del que   salió huyendo ante la animadversión que le producían su familia y todos los especímenes gatunos que  en ella moraban.
 Era Agripina de naturaleza sencilla, coluda, cayendo con frecuencia en la incuria y el desatavío, siendo  partidaria acérrima de la gimnosofía que proclamaba y practicaba a su aire y a cualquier hora del día, para extrañeza y escándalo de sus vecinos.
En la bella casa de piedra que adquirió gracias a los fondos obtenidos con sus publicaciones, más las clases que impartía, de forma regular, en la Universidad de Siena, se pudo dedicar de lleno a su afición favorita, el  cultivo de las orquídeas.  Concretamente de la «Platanthera azorica», conocida vulgarmente como la Orquídea Fantasma, difícil no solo de localizar, sino de obtener y criar en cualquier invernadero.
Para ello decidió adaptar la zona del ajarafe, pensando que sería la más adecuada por su orientación y por su luz, pero ante la presencia del Gregal, un día sí y otro también, y del perpetuo arrumazón que sufría aquella zona, tanto en invierno como en verano, no tuvo más remedio que habilitar la amplia veranda con la que contaba la mansión, como zona idónea para tal fin.
Con el tiempo consiguió una extraordinaria orquídea biflora, que ganó cuatro premios de alto prestigio en la Feria Internacional de Especies Exóticas  de Florencia.
Aconteció que, debido al contacto directo con esta planta tan particular, Agripina sufrió una grave pápula por todo su ser que le obligó a ser recluida, durante varios meses, en un sanatorio especializado en problemas dermatológicos. En aquel lugar hubo de someterse a una cura que implicaba sumergirse diariamente en una pecina de agua almagra que la traía a mal traer.
Añorando su casa, su gimnosofía y sus plantas, Agripina padeció lo indecible. Aislada de sus familiares por su propia decisión y por su excéntrico carácter,  comenzó a deprimirse, tuvo serias crisis  de carpantismo, insomnio, bruxismo y desmejoró a ojos vistas para preocupación de los galenos que la trataban.
Un día un gatito pequeño, juguetón y revolondo, se coló por la ventana de su habitación, sin saber el odio que la señora tenía a estos animalejos. Curiosamente, Agripina, apática, aceptó su presencia y poco a poco, entretenida con los juegos del minino fue recuperando su habitual talante y su naturaleza fuerte y luchadora. El ADN Gatana de sus ancestros se impuso...
 Tal vez había llegado el momento de regresar a la finca familiar.
 

Glorario

Almenillas, adorno de cenefas

Biota, conjunto de fauna y flora de una región

Coluda, olvidadizo que deja la puerta sin cerrar

Incuria, poco cuidado

Desatavío, desaliño de la persona

Gimnosofía,  culto al desnudo

Ajarafe, azotea

Gregal, viento nordeste

Arrumazón, conjunto de nubes en el horizonte

Veranda, galería cubierta

Biflora, doble flor

Pápula, lesión dérmica

Pecina, piscina

Almagra, oxido de hierro en estado natural

Carpantismo, hambre violenta

miércoles, 1 de febrero de 2023

EL MARINERO ENAMORADO

 




Érase una vez un marinero enamorado de una chica encantadora. Pero su padre no estaba de acuerdo con esta pareja ya que había buscado otro novio para su hija, un comerciante sin nada de especial, simplemente el hecho de que vivía en tierra firme, una cosa que desde luego no se puede pretender con un marinero.

La chica sin embargo le tenía a este novio comerciante una antipatía similar a la que su padre le tenía al marinero.

El padre intentó primero persuadir a su hija, después, le gritó y la amenazó pero no consiguió hacerla cambiar de opinión.

El comerciante aunque no era guapo no le faltaba una cierta habilidad, por eso le propuso al padre de la chica que le hiciera pasar a él y al otro candidato, una prueba y así se hizo, estableciéndose que sería el marido de la joven, aquel que consiguiera hacer más nudos en una cuerda, mientras que contaban hasta cincuenta.

En el día y la hora señalada el padre comenzó a contar  y el comerciante empezó de una forma tan rápida a hacer nudos que hacía dudar que hubiera suficiente cuerda para poder llegar al final de la cuenta.

Entretanto el marinero realizaba lazada tras lazada sobre el pulgar izquierdo procediendo con una calma y con una lentitud de hacer rugir  de impaciencia a los presentes.

“Cuarenta y uno, cuarenta y dos...” contaba el padre

Parecía que la prueba terminaría sin que el marinero hubiera terminado un solo nudo.

El padre se preparaba muy contento para dar su bendición a los futuros esposos.

La pobre chica lloraba y el comerciante le parecía menos atractivo que nunca.

“Cuarenta y cuatro cuarenta y cinco...”

El marinero, introdujo con cuidado la extremidad de la cuerda en medio de las lazadas que había realizado en torno al dedo.

“Cuarenta y ocho, cuarenta y nueve” tiró del extremo “cincuenta..”

Sobre la cuerda de nuestro héroe aparecieron como por arte de magia un montón de nudos pequeñitos parecidos a flores y distanciados de forma regular entre ellos.

 

 

 

 

 

 












 

 

 

Extraído del libro MILLEUNO NODI   Editorial DEMETRA, Traducción y adaptación Teresa  Flores.