viernes, 25 de enero de 2019

A callar y a escuchar que el cuento va a empezar.

Hoy hemos comenzado un taller en la clase de Tercero C del Colegio Ramón y Cajal de Ogijares un pueblo del cinturón de Granada.
Toñi su profesora no había prevenido a su alumnado sobre mi asistencia a clase y cuando he llegado me ha presentado como un regalo de reyes y la verdad es que el regalo ha sido para mí.

El objetivo del taller es hacer niños y niñas narradores, de manera que se vayan preparando para contar cuentos en otras aulas.
Para hacer boca he comenzado con el cuento Caperucita Roja de Roal Dhal, uno de mis preferidos.
Y después hemos pasado a la acción.
El capitán Manolo (1) contándolo con una hoja de papel. Es un clásico y ya se puede considerar un cuentecillo popular. En este caso hemos cambiado de protagonista y ha sido Laura la que se ha convertido en exploradora y ha salido a visitar el mundo.
Poco a poco y ayudándose entre ellos hemos acometido la tarea de hacer un barquito de los más clásicos y contar todas las aventuras que le ocurren a la protagonista.



Un momento de la tormenta

Avioncitos De Papel (2)
Este cuento me pareció muy especial, por su brevedad y por la ternura que me inspiró, se puede contar con la participación de todos los alumnos de la clase y será un buen motivo para enseñarles a hacer aviones de papel y representarlo.
Cuando yo era pequeño, a mi clase venía una niña que era muy bonita. A mí me gustaba mucho. Y creo que yo a ella también, ya que un día cuando entré en clase, encima de la mesa me había dejado un avioncito de papel, al siguiente día tenía dos, al otro tres, hasta que llegó un día que tenía todo el pupitre lleno de avioncitos de papel.
Después encontré la clase llena, y más tarde los pasillos, y luego todo el colegio.
Y aunque era muy tímido, ya no pude aguantarme más y le pregunté:
- ¿Por qué me dejas tantos avioncitos de papel?
Y ella me contestó:
- Porque tú eres mi cielo. 

Felix Calatayud

Plegando y replegando
Para presentar el cuento cada cual ha realizado dos aviones, se han tenido que ayudar porque para mi sorpresa no saben hacerlos, pero cuando han comprobado como vuelan y han visto lo bonitos que quedan coloreados han pedido permiso para llevárselos a casa.

El gallo y el carámbano 

He presentado a los personajes de este cuento sin fin por medio de láminas con dibujos realizados por las criaturas de una de mis clases debidamente recortadas y plastificadas;  el gallo, el carámbano, el sol, la nube, el viento, la montaña, el ratón, el gato, el palo, el fuego....
Y  directamente hemos pasado a contarlo.
Cada uno de los participantes sujetaba una de las láminas manteniéndose en escena solamente el gallo y cambiando a su turno todas las demás.

Y dice así, 

Érase una vez un gallo que estaba dando un paseo por el bosque y al cruzar el río helado metió su patita en él con tan mala suerte que se le encajó en el hielo y se le partió. 
y gallo asombrado le dijo al río:
- ¡Oh río qué fuerte eres!
y el río el contestó:
el gallo y el carámbano
- ¡No, mucho más fuerte es el sol que derrite mi hielo.
y el gallo le dijo al sol: 
- ¡Oh sol, qué fuerte eres!
Por lo que el sol le contestó
-¡No, mucho más fuerte es la nube que me tapa
y el gallo se acercó a la nube y le dijo:
¡Oh nube qué fuerte eres!



y la nube le respondió:
-No, mucho más fuerte es el viento que me lleva

y siguiendo la misma dinámica, 

el viento respondió: es la montaña la que me para, 
y la montaña dijo: es el ratón que me roe, 
y el ratón dijo: es el gato que me caza 
y el gato dijo: es el palo el que me pega 
y el palo dijo: es el fuego el que me abrasa
y el fuego dijo:  es el agua el que me apaga 
y el agua dijo es el ..... 

y estamos de nuevo al comienzo del cuento.

Cuento popular 

los personajes del cuento

Los cuentos 1 y 2, podéis encontrarlos en mi libro Cuentos que caben en un bolsillo. 

 Y hemos terminado la sesión explicando las maravillas de los cuentos con cuerdas, en este caso solo hemos comprobado si nuestra cuerda era mágica y aquellos y aquellas que han conseguido aprender el truco están comprometidos a enseñárselo a todos los demás.

Después nos hemos fundido en un abrazo colectivo espontaneo y cariñoso.

Quienes han sido en realidad los más regalados?????





domingo, 20 de enero de 2019

LA OSTRA QUE PERDIÓ SU PERLA de Carlos Frabeti


1
Perdió una ostra su perla                                             
Y sin consuelo lloró
Del disgusto de perderla.
Y un Paguro que la oyó

Dijo: “Pon en su lugar
una parecida cosa”.
“¿Y dónde podré encontrar
otra cosa igual de hermosa?”

Dijo la ostra al instante.
“tiene que ser algo duro,
blanco, pequeño y brillante...
¿Dónde hay algo así Paguro?   
   


2
(Por si algo le suena extraño                                     
y preguntar le da apuro
aclararé que un Paguro
es un cangrejo ermitaño)













3
El Paguro les contó                                                                           
El suceso a otros cangrejos                                    
Que  vivían no muy lejos
Y uno de ellos comentó:

“tengo un amigo ratón
que vive cerca del hombre
y no hay nada que le asombré
él tendrá la solución”.






4
Se fue el cangrejo a la orilla       
Y al fin halló al roedor
Poniéndose bronceado
Debajo de una sombrilla.

Le contó la triste historia
De la pobre ostra sin perla,
Y el ratón al conocerla,
Le dijo haciendo memoria:






5
“Tengo alguna piedrecilla,                                       
que es blanca, pequeña y dura,
Pero, ¡maldición, no brilla!
Que pena, que desventura.....

Y una moneda de plata
Que es blanca, dura y brillante
Más no es pequeña, ¡qué lata!
Que tristeza, que desplante...

Y una medalla dorada
Que se le cayó a su dueño
Dura, brillante y pequeña
Pero que de blanca, nada...

Pero seguiré buscando”
Dijo animoso el ratón,
Y se fue con decisión
Por la playa caminando


6
Llegó a la casa de un niño                                               
Que acaba de perder
Un diente al anochecer,
Tan blanco como el armiño.

Y exclamó el ratón al ver
El diente en una mesita:
“¡Lo que la ostra necesita!
Pero antes le he de hacer

Un regalo a este pequeño”
Y la medalla dorada
Dejó bajo la almohada
Sin turbar del niño el sueño.



7
Luego al cangrejo dio el diente,                               
Que a su vez se lo llevó
Al paguro, su pariente,
Que a la ostra se lo dio.

“¡Es blanco, pequeño y duro
y cual mi perla brillante!”
dijo la ostra exultante
Dándole un beso al paguro.

Desde entonces el ratón,
Cuando se te cae un diente,
Lo coge y deja un presente
Debajo del almohadón.

     


Dibujos  Amalio Molina                                            


Esta forma de contar cuentos o presentar un poema es muy práctica y sencilla. Los dibujos pueden ser realizados tanto por grandes como por peques, todos del mismo tamaño y plastificados para darle una mayor consistencia. Una caja o un sobre debidamente decorado servirá para guardarlo en nuestro rincón de narración y así poder seguir contando y contando.
   



jueves, 17 de enero de 2019

El mar de la Trola de Carlos Reviejo


Allá en una isla 
del mar de la Trola 
vivía una princesa 
muy triste y muy sola



Suspiraba llena
de melancolía
pensando que alguien
 la salvara un día.


Una cierta tarde
    mientras paseaba
vio un barco a lo lejos

que a ella se acercaba.






Era el rey de jauja  
con su galeón.
de seda las velas
y de oro el timón.         
                 




Bella princesita,                                                      
mi reino te doy,                          
y ella le contesta
- ¡Con usted no voy!                                                      




Pasaron mil fechas
en el calendario.
Y un día en un yate 
llega un millonario.     












En el barco tiene 
millones a cientos. 
Y en la costa azul 
cien apartamentos.           














Dice a la princesa
- ¿Yo el mundo te doy!
Y ella le responde:
- ¡Pues aquí me estoy!        
Añadir leyenda



Más días pasaron
-tal vez años fueron-
y llegó a la playa 
un viejo velero.                


Lo manda un pirata 
que no tiene nada, 
- el día la noche
y la mar salada.            

Cómo soy tan pobre 
yo nada te doy
- Pues por ser tan pobre 
contigo me voy-                       



Y juntos se fueron 
en aquel bajel 
por los siete mares 
de luna de miel.                           



Y aquí acaba el cuento 
del mar de la Trola 
y de una princesa 
que estaba muy sola.




Para preparar el cuento hice láminas de cartón con todos los elementos recortados y pegados en relieve de forma que se pudiera tocar y adivinar así el contenido, pensando en algunas alumnas que tenía que tenían una deficiencia visual grande. Así fue como ellas podían también contar historias a los demás.


miércoles, 16 de enero de 2019

MAÑANA PARDA, cuento de Franck Pavloff


Con las piernas tendidas al sol, Charlie y yo no estábamos exactamente hablando, más bien intercambiábamos pensamientos que nos venían a la mente, sin prestar mucha atención  lo que el otro decía. Eran momentos agradables en los que dejábamos pasar el tiempo mientras saboreábamos un café.
Cuando me dijo que había tenido que matar a su perro me sorprendió, pero poco más…
Siempre es triste ver envejecer a un chucho, pero después de quince años, hay que hacerse a la idea de que tarde o temprano se va a morir.
-      Imagínate, no podía hacerlo pasar por un pardo.
-      ¡Hombre!, Ben era un labrador, y un labrador no puede ser pardo, ¿pero qué le pasaba?
-      No tiene nada que ver, lo que pasa es que no era un perro pardo, y ya está.
-      ¡Ah! ¿Entonces pasa como con los gatos?
-      Si, igual.
Dibujo de Isabel Flores 
Lo de los gatos ya lo sabía. El mes pasado tuve que deshacerme del mío, un gato callejero que había tenido la feliz idea de nacer blanco con manchas  negras.
Es verdad que la superpoblación de gatos se había haciendo insoportable, y que, según decían los científicos del Estado Nacional, era preferible quedarse con los pardos. Solo con los pardos. Todas las pruebas de selección demostraban que éstos se adaptan mejor a nuestra forma de vida ciudadana, que dan pocas complicaciones y que comen menos. Pero bueno, un gato es un gato, y como había que resolver el problema de una forma u otra, pues adelante con el decreto que instaura la supresión de los gatos que no sean pardos.
Las milicias de la ciudad distribuían gratuitamente albóndigas con arsénico, que mezcladas con la comida mataban a los gatos en menos que canta un gallo.
Mi corazón se me había roto, pero había tardado poco en olvidarlo.
Lo de los perros, me sorprendió un poco más, no sé  muy  bien porqué, tal vez por que son más grandes, o por que son “los mejores amigos del hombre” como vulgarmente se suele decir. En todo caso Charlie lo había dicho con tanta naturalidad como yo lo había hecho de mi gato, posiblemente tenía razón. Demasiada sensiblería no es buena, y  los perros pardos son también los más resistentes seguramente.
Ya no teníamos nada más que decirnos, y nos separamos con una extraña sensación. Como si no nos lo hubiéramos dicho todo. La verdad es que  nos sentíamos un poco  incómodos.
Al poco tiempo fui yo quien le dijo a Charlie que el Cotidiano “de la Ciudad” no aparecería más.
Se quedó de piedra, era ¡el periódico que leía todas las mañanas mientras tomaba su café con leche!.
-¿Se han hundido? ¿Una huelga?.
-No, ha sido a causa del asunto de los perros.
-¿De los pardos?
-Si, no ha habido un solo día que no hayan criticado esta medida nacional, poniendo  en duda incluso los resultados obtenidos por los científicos. Los lectores no sabían que pensar, algunos hasta ocultaban a sus animales.
-Han jugado con fuego.
-Como tu dices, han terminado prohibiendo el periódico.
-Bueno ¿y ahora qué haremos para enterarnos de las apuestas?.
-Habrá que buscar la información en las “Noticias Pardas” no queda nada más que ese periódico, pero se ocupa de las carreras y del deporte.
Si se habían excedido, arriesgado y los habían cerrado; Necesariamente tenía que quedar algún periódico, no nos íbamos a quedar sin noticias.
Este día me había tomado un café con Charlie, pero la verdad me molestaba muchísimo acabar siendo un lector de las “Noticias Pardas”. Sin embargo a mi alrededor los clientes del café continuaban su vida como antes, a ciencia cierta no tenía motivos para preocuparme.
Después le tocó el turno a los libros de las bibliotecas, una historia un tanto turbia.
Las editoriales que formaban parte del mismo grupo financiero que el “Cotidiano de la Ciudad” fueron perseguidas por la justicia y sus libros prohibidos y retirados de las bibliotecas. Es verdad que si se leía lo que estas casas editoriales continuaban publicando, se encontraba  la palabra gato o perro al menos una vez en cada libro y no siempre acompañada de la palabra pardo. Eso lo tenían que hacer a propósito.
-No hay que provocar, decía Charlie, ¿comprendes?, el país no gana nada permitiendo que se vulnere la ley y no vale jugar al gato y al ratón… pardo. Había añadido mirando a su alrededor, ratón pardo, por si alguien hubiera escuchado nuestra conversación.
Por medida de precaución, habíamos tomado la costumbre de añadir pardo o parda al final de las frases o después de algunas  palabras. Al principio pedir un aperitivo pardo, nos resultaba chocante, después de todo el lenguaje está hecho para evolucionar y no era extraño  ponerle “pardo” como cuando se añade “mierda”  al final de las frases como se suele hacer en nuestra región. Al menos éramos bien vistos y nos sentíamos más tranquilos.
Habíamos acabado por ganar en las carreras. No una gran cantidad,  pero era nuestra primera apuesta parda. Y esto nos había ayudado a aceptar la molestia de la nueva reglamentación.
Un día con Charlie, me acuerdo muy bien, le había dicho que pasara por casa a ver la final de la Copa de las Copas, y nos reímos como locos. Mira tu por donde apareció con un nuevo perro.
Magnifico, pardo de la cola al hocico y de ojos marrones.
-Ves, incluso es más cariñoso que el otro, me obedece sin rechistar. No hacía falta que hiciera un drama por mi labrador negro.
Nada mas decir esta frase, el perro se precipitó sobre el sofá ladrando como un loco, Y aúlla que te aúlla, por muy pardo que fuera, no obedecía ni a su amo ni a nadie. Y Charlie  terminó por comprender.
-¿No?, ¿tu también?
-¡Claro!
Y ha aparecido mi nuevo gato, que ha salido como una flecha para terminar trepando por las cortinas yendo a refugiarse a lo alto del armario. Un gatazo de mirada y pelos pardos. Lo que nos hemos reído. Imagínate la coincidencia.
-¿Comprendes?. Siempre he tenido gatos. ¿Es feo acaso?
-¡Magnífico! me respondió.
Después encendimos la tele, mientras que nuestros animales pardos se miraban con el rabillo del ojo.
No sé quien ganó, pero sé que habíamos pasado un buen momento, y que nos sentíamos seguros. Como si haciendo lo que se debía, siguiendo el criterio correcto marcado por la ciudad nos tranquilizásemos y nos simplificase la vida.
La seguridad parda podía estar bien.
Claro que me acordaba del niño que me había cruzado en la acera de enfrente  y que lloraba por su caniche blanco, muerto a sus pies. Pero después de todo escuchando lo que se decía, los perros no están prohibidos, no había nada mas que buscar uno pardo. Incluso se encontraban pequeñitos, así uno estaba en regla y se olvidaba pronto del otro.

Y después, ayer, yo que me creía en paz estuve a punto de que me detuvieran las milicias de la ciudad, esos individuos vestidos de pardo que no hacen precisamente regalos. No me han reconocido por que son nuevos en el barrio y todavía no conocen a todo el mundo.
Iba a casa de Charlie.  Los domingos jugamos a las cartas en su casa. Llevaba unas  cervezas en la mano, eso era todo. Íbamos a jugar dos o tres horas mientras picoteábamos cualquier cosa. Y me encontré con una sorpresa increíble, la puerta de su apartamento había volado en pedazos y dos milicianos estaban  plantados en la entrada haciendo circular a los curiosos. He disimulado subiendo a otro piso y he bajado por el ascensor. Abajo la gente hablaba en voz baja.
-¡Pero si su perro era pardo!
-Si, pero dicen que antes tenía uno negro, no pardo.
-¿Antes?
-Si antes. El delito es haber tenido un perro que no fuera pardo. Y no es difícil saberlo basta con preguntarle a sus vecinos.
He apresurado el paso. El sudor me  empapaba la camisa. Si haber tenido antes era un delito, yo podía ser el próximo- Todo el mundo en mi edificio, sabía que había tenido un gato negro y blanco. ¡Antes!… Jamás lo hubiera pensado.

Esta mañana Radio Parda ha confirmado la noticia. Charlie forma parte de las quinientas personas detenidas. “No es porque hubieran comprado un perro pardo por lo que han cambiado de mentalidad “,  dicen.
“Haber tenido un perro o un gato  ilegal, en el momento que sea es un delito” el comentarista ha añadido “Injuria al Estado Nacional”
He comprendido lo que va a pasar. Incluso si no has sido tu  quien ha tenido un perro o un gato como marca la ley, sino alguno de tu familia, un padre, un hermano, un primo, incluso aunque hayas tenido uno una sola vez en tu vida, corres el peligro de tener serios problemas.
No sé dónde se han llevado a Charlie. Exageran. Es una locura. Y yo que me creía a salvo con mi gato pardo.
Seguro que están  buscando y no han terminado aun de detener a los propietarios de perros y gatos.
No he dormido en toda la noche. Habría debido desconfiar de los Pardos  desde que nos han impuesto su primera ley sobre los animales. Después de todo era mi gato. Como el perro de Charlie, teníamos que haber dicho no. Resistir más. ¿Pero cómo? Ha sido demasiado rápido. Hay que trabajar y los problemas de todos los días, después de todo, los otros bajan los brazos para estar un poco tranquilos. ¿No?

Han llamado a la puerta, muy temprano. Sentía que la  mañana no llegaba nunca. Tengo miedo. El día no se ha levantado y todavía está todo pardo. Pero dejad de golpear tan fuerte, ¡ya voy!


Aportación de mi amiga Valentina después de haber leído el cuento

Conocí este cuento hace tiempo y siempre he tenido ganas de darlo a conocer, obtuve permiso de la Editions Cheyne  para traducirlo y difundirlo, y me ha parecido que este era un momento estupendo para compartirlo.

Aparece en mi libro CUENTOS QUE CABEN EN UN BOLSILLO  de la Editorial MCEP  



                                                                      

sábado, 5 de enero de 2019

El patio de mi escuela

Este cuento lo escribí hace más de veinte años, siempre fue uno de mis favoritos. Os lo presto.


La tuve frente a mí, en el mismo patio de la escuela en que un día ligeramente desafiante
me retó a que trepara a lo alto del níspero que dominaba el tiempo.

La miré fanfarrón fijándome en sus sucias rodillas, en el vestido roto por algún que otro lado
y en el lazo del pelo que más que recogerle le sujetaba hebras de cabello castaño.
Me retó con un gesto que me supo a sonrisa, que me dijo hacia dentro que no la provocara, después de todo solo éramos dos chicuelos que tirábamos piedras frente a la misma tapia.

Le dije marimacho, la llamé estupideces que aquellos años mozos provocaban heridas a veces muy profundas. Le dije tontorrona, le indiqué con el puño donde le pegaría, mientras lamentaba en el fondo de mí y por momentos, que aquella, mi mejor compañera de juegos se me hubiera puesto en entredicho y desafiara mi capacidad de jefe de la panda.

Sostuve su mirada con un pellizco adentro, entendiendo a mi padre cuando me decía que yo tenía alma de poeta, me dolió que en la lucha que se hacía inevitable yo perdiera con ella una relación tan querida.

Después de todo, había sido la chica más valiente de mi banda, la única por cierto. La que daba patadas al balón con gesto más certero, la que atinaba a las ranas más inquietas del estanque, la que mejor y más lejos escupía, la que arrancaba más mechones de pelos a los niños de otras bandas y  seguía mis ordenes sin entrar en conflictos.

Me dolió que la tuviera enfrente, la quería a mi lado como había sido siempre, pero aquella mañana se había roto el embrujo y de pronto se me puso en alguna otra parte.
Me mordía la rabia que admiré en su mirada, el gesto que supuso la piedra entre sus dedos, el ansia con que agarraba el roído vestido, destrozado de tantas caminatas, tantas ramas de higuera y tantos mañanas de juegos incansables.

Me podía enfrentarme a lo que no entendía. Sólo sabía que hasta ahora había sido mi amiga, mi compañera de juegos, confidente y capitana. Por eso el gesto rebelde que le subió a los ojos me procuró un temor extraño que me inundó a su vez de rabia y desconsuelo.

Todos los de la panda nos miraban muy tensos, los chicos inocentes no entendían la magnitud de su gesto, el tambaleo de posiciones que por dentro me atravesaba. Las chicas apiñadas a un lado de aquel patio, con sus vestidos limpios y sus trenzas perfectas, sonreían victoriosas de verla en aquel trance.

Quedamos frente a frente. La vi abrir las piernas doblando ligeramente las rodillas, en aquel gesto que mil veces habíamos practicado, afianzando el cuerpo y buscando un equilibrio que le diera mas fuerza. Los dedos blanquecinos de apretar esa piedra en su mano morena de roídas uñas.

Los gritos de los chicos se hicieron más latentes. De pronto en aquel patio se me quedó ella sola, sola contra todos, contra todo, contra su pequeño mundo, su gente. Sola contra las niñas de la escuela que nunca la entendieron. Sola contra nosotros que fuimos sus amigos, sola contra su cuerpo que crecía y se le hacía tan extraño. Sola contra el maestro que siempre la retaba por ser tan diferente.

Sola contra mí, que era lo que más dolía, contra mí, y de pronto con su actitud me colocó frente a los otros, tambaleó mi posición de jefe de la panda, la de niño bravucón que tiene mil respuestas en aquel pueblecito colgado en la montaña.

Hasta ahora se había ganado nuestro aprecio porque siempre llegaba más lejos, más alto, más fuerte, su gesto era el más valiente y él más justo. Y de pronto sin saber como se nos había colocado en la misma posición que venía teniendo desde que naciera, enfrente, por querer ser diferente, por reivindicar ser ella, con su lazo en el pelo y subida en la higuera, niña, fuerte y valiente.

Me levantó la mano con la piedra, los demás jalearon para que la atacara. Estaba tan cerca que podía escuchar su corazón latiendo desbocado, su respiración fuerte y confusa, el rumor de su pensamiento a la carrera, nunca había agredido por agredir y yo sabía muy bien que ahora tampoco lo haría.

Hubiera querido tenderle la mano, hacerle más fácil el camino, echarme en sus brazos, pedirle que viniera conmigo a sentarse en la tapia del huerto (lugar preferido para mil confidencias) mientras esperábamos para hacernos con los primeros frutos... hubiera querido cualquier cosa, pero solo tenia diez años y demasiada confusión en las ideas.

Por eso me alegré y me retuve cuando se dio la vuelta, cuando salió del patio con la cabeza gacha y la piedra se deslizó de sus manos como un chorro de agua cenicienta.

La perdí mucho antes de que cruzara el patio y saliera a la plaza, la perdimos, sin saberlo, mientras chicos y chicas reían victoriosos de haber ganado a lo distinto.

Nunca volvió a sentarse en nuestros bancos, no se subió más a aquella hermosa higuera, se desplazó en la clase hasta hacerse invisible con su dolor a dentro.

La sentía tan lejos que a veces me daba miedo observarla.

La busqué por los campos que solíamos pasarnos, la esperé tirando perdigones en la charca a las ranas, la invité, sin hablarle, a coger pajarillos con cepos junto al río, la busqué en las aguas profundas de la charca en verano. Nunca estaba, y si estaba volaba cuando alguien se acercaba.

Dice mi madre que cambié en esos días, que me hice grande de repente y que se me quedó en el alma como una mirada triste de persona mayor.

Lamenté siempre no haber tenido el coraje para haberla apoyado, para haberla animado en su duro camino.

Pero ya se sabe, diez años no son muchos cuando se trata de enfrentarse a tanto tiempo y tanta historia pasada.

Teresa Flores