jueves, 1 de diciembre de 2022

EL SOFÁ VOLADOR

 


Ahí va la maestra, es la segunda vez que la veo pasar esta semana. Va como una loca. Según dicen está haciendo  traslado, ¿dejará el pueblo?, lástima, una muchacha trabajadora y consecuente, los niños la quieren mucho. En fin mi Juan ya está en la universidad y a mi poco me atañe, pero da pena que la gente buena se acabe yendo a otros lugares, da pena.

-¡Lucera, deja de incordiar!

Vaya día que hace hoy, ni una nube y un calor como de verano, si van a acabar teniendo razón con que nos hemos cargado el planeta. Yo con mis cabritas lo tengo cada día más difícil, apenas hay pasto y eso que  no son muchos animales los que tengo, justo para nuestros quesos bio y esas cosas por las que se chifla la gente de ahora.

Que tranquilidad, ni siquiera hay mucho tráfico por la carretera que trascurre a mis pies.

-¡Lucera qué dejes ya de incordiar! Joer con esta cabra cada vez más vieja y más atravesá.

Ahí  va de nuevo la maestra y esta vez ha echado nada, más y nada menos, que un sofá encima del coche, sin baca ni nada, josús, cualquier día va a tener una seria. Pero si lo ha agarrao con unas sogas, madre mía, qué locura. Parece que va con alguien. A ese no lo conozco, el marido desde luego no es, que  lo tengo bien visto, no es como ella, es como más estirao, apenas se habla con nadie, sus peliculillas en casa con sus amigos y deja de contar. Menos mal que es profe de otro pueblo.

Cielos, anda lo que ha pasado, si han perdió el sofá justo en la curva y el mueble ha salido volando. Claro va conduciendo el muchacho y ha seguido con la misma velocidad que llevaba, se nota que no conoce bien la carretera.

-¡El sofá! ¡Eh! ¡El sofá!

Han seguido su ruta y ni se han enterao.

Si a mí me da igual. Por dios es de risa, el sofá atravesao en medio de la carretera. Si ahora llega un coche así de repente, se lo come.

Vaya mañana divertida que estoy pasando, es como ver un teatro desde la platea. Mi Yovana no se lo va a creer cuando se lo cuente.

Ostras, llega un coche. Esto se merece verlo de cerca, pero apartaillo, como suelo hacerlo todo. Medio escondido detrás del chaparro, que yo no me mezclo en lo que pasa o deja de pasar. Pero, qué hago, ¿les aviso?

Uf, que susto he pasado. El vehículo venía tranquilo y ha podido sortear el mueble.

Son el boticario y su hermana. Mira que es guapa esa mujer, pero más seca que ná, esta ajamoná o amojamá, todo el pueblo lo comenta.

Se han bajado del coche y como si fuera lo más natural  del mundo han colocao el sofá en el costado de la carretera, muy bien puesto, muy derechito, como si fuera una parada de tranvía. Qué risa por dios. Le falta la marquesina para que parezca la entrada a un palacio. He estado por sacarle una foto.

Resulta tan divertido, el campo seco como está estos meses, solo la retama y algunos abrojos y allí en medio del arcén, recolocaito,  el sofá amarillo rabioso de cuadros azules.

Qué comodidad irradiaba. Me he movido inquieto en la piedra plana que es mi habitual atalaya con ganas de haberme acercado a echarme una siesta en él o leer el libro que me he traído.

-¡Josús Lucera, otra vez!, Raimonde viejo perro tráetela pacá, y muérdele un anca si hace falta.

Qué alto he llegado, todo el mundo me lo dice con sorna, y sí que es verdad, qué alto he llegado, más alto que todos los que estudiaron conmigo y se fueron del pueblo  a Alemania o Francia y luego volvieron chapurreando extraño y con esos aires de grandeza. Yo estoy aquí por decisión, dejé mi trabajo en aquella oficina de Barcelona, porque me asfixiaba  y compré la casa de piedra del tío Pascual, a la que siempre le había tenido ganas, la casa con su huertecilla y su corralón, con el suficiente espacio para una docena de cabras y los aperos necesarios.

Se acabaron los agobios y el estrés, la tierra y  el aire que respiro son míos, ocupo mi espacio y mi horario a mi gusto y disfruto de esta divertida situación esta particular mañana de sábado.

¿Volverá la maestra a por el sofá?,  ha pasado media hora y no se ha percatado de haberlo perdido. Que divertido resulta. No tengo mucha confianza con ella, pero no pararé hasta bromearle personalmente y contarlo, con sorna, en todo el pueblo. El sofá volando y ahora ahí, en el arcén esperando un espectador que lo ocupe.

Los coches ralentizan al pasar asombrados. Qué hago si alguien para y se lo lleva.

-¡Raimonde, cuidao con la nueva!, ¡hi,ha!… vamos, tráela pacá.

Mira que el nombre que le puse al perro, claro tantas canciones de Raimon que escuchaba mi padre, Al vent, la cara al vent, eso y que mi Yovana es muy juerguista y muy catalana.

Por fin el coche rojo de la maestra ha regresado, soy espectador de primera fila de este asunto tan doméstico y divertido.

Han dado la vuelta hasta aparcar al lado del mueble. Se les han relajado las caras alarmadas que traían y  ahora, ambos, se ríen como posesos, se han sentado cómodamente en el sofá volador y siguen con carcajadas un tanto histéricas pero satisfechos de haberlo encontrado sin haber provocado un accidente.

Ahora sí que los coches enlentecen su camino al pasar y se ríen con ellos, incluso alguno se detiene, baja la ventanilla, pregunta algo y saca el móvil para plasmar el momento. Parece el fotograma de una película de Buñuel.

 -¡Vamos Lucera pa casa! Dejaste pasar tu momento.

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Lo que da de si la imaginación a partir de un suceso real...


 

 

2 comentarios:

  1. No me puedo creer que vieras un sofá salir volando de un coche, pero la historia es muy divertida, está muy buen escrita y tu pastor es todo un personaje de novela. ¡¡Me encanta!!!

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  2. El pastor me lo he inventado, pero el sofá voló... me lo contaron los protagonistas de la historia.

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