Ahí va la maestra, es la segunda vez que la veo pasar esta semana. Va como una loca. Según dicen está haciendo traslado, ¿dejará el pueblo?, lástima, una muchacha trabajadora y consecuente, los niños la quieren mucho. En fin mi Juan ya está en la universidad y a mi poco me atañe, pero da pena que la gente buena se acabe yendo a otros lugares, da pena.
-¡Lucera,
deja de incordiar!
Vaya día
que hace hoy, ni una nube y un calor como de verano, si van a acabar teniendo
razón con que nos hemos cargado el planeta. Yo con mis cabritas lo tengo cada
día más difícil, apenas hay pasto y eso que
no son muchos animales los que tengo, justo para nuestros quesos bio y
esas cosas por las que se chifla la gente de ahora.
Que
tranquilidad, ni siquiera hay mucho tráfico por la carretera que trascurre a
mis pies.
-¡Lucera qué
dejes ya de incordiar! Joer con esta cabra cada vez más vieja y más atravesá.
Ahí va de nuevo la maestra y esta vez ha echado
nada, más y nada menos, que un sofá encima del coche, sin baca ni nada, josús,
cualquier día va a tener una seria. Pero si lo ha agarrao con unas sogas, madre
mía, qué locura. Parece que va con alguien. A ese no lo conozco, el marido desde
luego no es, que lo tengo bien visto, no
es como ella, es como más estirao, apenas se habla con nadie, sus peliculillas
en casa con sus amigos y deja de contar. Menos mal que es profe de otro pueblo.
Cielos, anda
lo que ha pasado, si han perdió el sofá justo en la curva y el mueble ha salido
volando. Claro va conduciendo el muchacho y ha seguido con la misma velocidad
que llevaba, se nota que no conoce bien la carretera.
-¡El sofá! ¡Eh!
¡El sofá!
Han seguido
su ruta y ni se han enterao.
Si a mí me
da igual. Por dios es de risa, el sofá atravesao en medio de la carretera. Si
ahora llega un coche así de repente, se lo come.
Vaya mañana
divertida que estoy pasando, es como ver un teatro desde la platea. Mi Yovana no
se lo va a creer cuando se lo cuente.
Ostras,
llega un coche. Esto se merece verlo de cerca, pero apartaillo, como suelo
hacerlo todo. Medio escondido detrás del chaparro, que yo no me mezclo en lo
que pasa o deja de pasar. Pero, qué hago, ¿les aviso?
Uf, que
susto he pasado. El vehículo venía tranquilo y ha podido sortear el mueble.
Son el
boticario y su hermana. Mira que es guapa esa mujer, pero más seca que ná, esta
ajamoná o amojamá, todo el pueblo lo comenta.
Se han
bajado del coche y como si fuera lo más natural del mundo han colocao el sofá en el costado de
la carretera, muy bien puesto, muy derechito, como si fuera una parada de
tranvía. Qué risa por dios. Le falta la marquesina para que parezca la entrada a
un palacio. He estado por sacarle una foto.
Resulta tan
divertido, el campo seco como está estos meses, solo la retama y algunos
abrojos y allí en medio del arcén, recolocaito, el sofá amarillo rabioso de cuadros azules.
Qué
comodidad irradiaba. Me he movido inquieto en la piedra plana que es mi habitual
atalaya con ganas de haberme acercado a echarme una siesta en él o leer el
libro que me he traído.
-¡Josús Lucera,
otra vez!, Raimonde viejo perro tráetela pacá, y muérdele un anca si hace
falta.
Qué alto he llegado, todo el mundo me lo dice con sorna, y sí que es verdad, qué alto he llegado, más alto que todos los que estudiaron conmigo y se fueron del pueblo a Alemania o Francia y luego volvieron chapurreando extraño y con esos aires de grandeza. Yo estoy aquí por decisión, dejé mi trabajo en aquella oficina de Barcelona, porque me asfixiaba y compré la casa de piedra del tío Pascual, a la que siempre le había tenido ganas, la casa con su huertecilla y su corralón, con el suficiente espacio para una docena de cabras y los aperos necesarios.
Se acabaron
los agobios y el estrés, la tierra y el
aire que respiro son míos, ocupo mi espacio y mi horario a mi gusto y disfruto
de esta divertida situación esta particular mañana de sábado.
¿Volverá la maestra a por el sofá?, ha pasado media hora y no se ha percatado de haberlo perdido. Que divertido resulta. No tengo mucha confianza con ella, pero no pararé hasta bromearle personalmente y contarlo, con sorna, en todo el pueblo. El sofá volando y ahora ahí, en el arcén esperando un espectador que lo ocupe.
Los coches
ralentizan al pasar asombrados. Qué hago si alguien para y se lo lleva.
-¡Raimonde,
cuidao con la nueva!, ¡hi,ha!… vamos, tráela pacá.
Mira que el
nombre que le puse al perro, claro tantas canciones de Raimon que escuchaba mi
padre, Al vent, la cara al vent, eso y que mi Yovana es muy juerguista y muy
catalana.
Por fin el coche rojo de la maestra ha regresado, soy espectador de primera fila de este asunto tan doméstico y divertido.
Han dado la
vuelta hasta aparcar al lado del mueble. Se les han relajado las caras alarmadas
que traían y ahora, ambos, se ríen como
posesos, se han sentado cómodamente en el sofá volador y siguen con carcajadas
un tanto histéricas pero satisfechos de haberlo encontrado sin haber provocado
un accidente.
Ahora sí
que los coches enlentecen su camino al pasar y se ríen con ellos, incluso
alguno se detiene, baja la ventanilla, pregunta algo y saca el móvil para
plasmar el momento. Parece el fotograma de una película de Buñuel.
No me puedo creer que vieras un sofá salir volando de un coche, pero la historia es muy divertida, está muy buen escrita y tu pastor es todo un personaje de novela. ¡¡Me encanta!!!
ResponderEliminarEl pastor me lo he inventado, pero el sofá voló... me lo contaron los protagonistas de la historia.
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