miércoles, 10 de febrero de 2021

El Búho Bu y las estrellas

Cuento para contar con dos cuadrados de papel negro y un rotulador dorado, con los que se pliegan los búhos. Se pueden usar, también, dos cartulinas negras para hacer el fondo, en una se habrá dibujado con el rotulador dorado estrellas, y en la otra no. 

-Maestro – preguntó Tarutis, quiero plegar un búho y solo tengo una cuartilla negra, ¿qué hago?

—Está claro Tarutis, haz un búho negro.

—¿Hay búhos negros?

—Que yo sepa ninguno, pero estamos en el país en que todo es posible ¿por qué no entonces  búhos negros?

Así nació Bu. Lo hizo Tarutis, con una cuartilla negra, el hijo de la señora Patata  

Para dar a Bu un aspecto más sibilino, Tarutis minucioso y hábil lo dotó de pupilas doradas.

El Búho Bu era un ave rapaz tan eficaz y certera durante la noche como de día eran el Águila o el Halcón Peregrino. Sólo que el Búho Bu no caía sobre sus víctimas, desde el cielo, a la manera de un proyectil, sino con la suavidad de un péndulo silencioso, que al paso del ras del suelo engarfiaba la presa con matemática precisión

Don Papiro consultó lo que decían las Crónicas de Galandar sobre la palabra Búho y su pariente, la lechuza, y así pudo decir a sus alumnos que los más distinguidos representantes de la familia eran el Búho Real, de enorme envergadura e impresionante estampa, y el Gran Búho Nival, adaptado al durísimo clima de la Tundra y el Ártico. 

Que los más pequeños son el Búho Chico y el Mochuelo. El primero con orejuelas de pico, el segundo más vivaz y menos sigiloso que sus parientes mayores. Se refirió así mismo a las lechuzas citando una tal Matí, Coruja sabia de la Caldera, en la Isla de los Pinos Verdes, de la que había oído relatos y que al parecer usaba con frecuencia unos espejuelos sin cristales. 

Explicó que el Búho sugería la idea del misterio, la silente amenaza, el acecho impasible. Terminó aludiendo al significado simbólico de la Lechuza que en el sistema jeroglífico de los egipcios, una antigua muestra cultura del Mundo Conocido, se identificaban con las ideas de la muerte del frío y de la noche. También con el  reino del Sol difunto, cuando el Astro Rey atraviesa en Mar de las Tinieblas, más peligroso que nuestro perplejo Mar de las Dudas.

La vida de Bu transcurría igual que la de otras muchas papirolas del aula de don Papiro. Hasta que un día se quejó:

—Tarutis me hizo negro: ¿por qué me hizo negro?, tan negro que a veces me he quedado sin comer.

—¡Vamos Bu exageras!, ¿qué tiene que ver el negro con la comida?

—Pues tiene que ver, profesor. ¿Usted ha visto los que son las noches sin luna en Galandar? ¿ha visto el desparramadero de estrellas? Pues cuando la luna está ausente, todos saben dónde estoy. Anoche, sin ir más lejos, una bola de papel de vaso que me disponía a cenar, le dijo a una bolita de papel de cebolla que me hubiera servido de postre: ¿ves esa silueta negra que se destaca en el fondo de “tantísimas luminarias”? es el Búho Bu. Nos observa creyendo que no lo vemos, pero es él, el muy descarado.

—Entonces la Bolita le dijo a la Bola, ¿qué hacemos Bola? y la bola le contestó: aprovechar esta ráfaga de aire y ponernos a salvo. Así que la bola de papel de vaso y la bolita de papel cebolla impulsados por la ráfaga de viento rodaron sobre el suelo y se ocultaron entre unas zarzas. Ve usted don Papiro? Anoche ayuné, ¿comprende?

—Si hijo mío, comprendo. Pidamos consejo a Quintín Kalahor y veamos que se puede hacer.

El mago de los globos oyó al viejo profesor y a la descontenta papirola y dijo:

—Hay una solución Búho Bu, salpicarte de estrellas ¿es eso lo que quieres? ¿no has pensado que ocurrirá cuando las nubes no dejen ver las pecas del cielo?  

—Yo quiero confundirme con el manto de los infinitos puntos de luz, Mago Quintín.

—Bien si así lo quieres, sea

Al instante la piel negra de papel del Búho Bu se lleno de salpullidos amarillos.

—¿Satisfecho?

—Si, gracias mil señor de Kalahor.

El mago Quintín no estaba acostumbrado a ser llamado señor de Kalahor e hizo un gesto de sorpresa. Luego se acomodó en la barquilla de su globo y desapareció en el espacio.

Cuando en los cielos azabaches de Galandar se producía el desparramo de luceros, la presencia inmóvil del Búho Bu pasaba inadvertida. Sin embargo, no siempre sirvió para bien al Búho Bu sus lentejuelas doradas, en las otras noches, sin estrellas. La Bola decía a la Bolita: — ¿Ves las chispas de oro en forma de búho que están en lo alto de la rama? es Bu; así que vayámonos Bolita, a escondernos en el zarzal.

 

Cuentos de Papirolas de Luis Sánchez Brito

 

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