sábado, 15 de mayo de 2021

LA CASA DE LOS DIMES Y DIRETES

 

 La señora Remansa se ocupa del taller de las palabras de la mansión de piedra donde duermen los dichos.

Su casa está permanentemente abierta, no tiene puertas ni ventanas. Está siempre abierta a todas las voces que pasan a lo lejos o se acercan; el balido de una oveja, el tontón de una vaca, la chavalería del pueblo cuando juega en la era o las motos cuando rugen por la carretera.

A veces su casa se llena de palabras, tantas y tantas aparecen como por ensalmo, que no es extraño encontrar un monosílabo en el espejo del baño o una esdrújula bajo las sábanas. Un día, incluso, una tilde remolona se le coló a la señora Remansa en un ojo y se le quedó completamente acentuado.

Con los estornudos provocados por un ataque de alergia que le duró tres días, puso perdida la casa de bisílabos graves, por lo que se vio obligada a invitar a las personas que asistían a su taller a merendar, y les preparó; un bizcocho de chocolate que da para mucho juego, una tarta de ruibarbo para atreverse con lo desconocido y un helado de zarzamora que es como muy largo y duradero.

Cuando terminaron de comer les entregó a cada cual una bayeta realizada con un ligero fragmento de gasa color blanco, para evitar las interferencias, y durante toda la tarde recogieron vocablos de toda la casa para luego sacudirlas en sus cajas particulares de palabras.

Como terminaron con las cabezas llenas de frases sin sentido, jugaron al aire libre al píllame- píllame y a contar canciones de locura, en que la única norma es no decir nada que merezca la pena ser oído pero en que la risa esté asegurada.

A veces, Remansa recibe en su casa a niños y a niñas, incluso a adolescentes,que vienen de muy lejos y que sufren de escepticismo palabril o de silencio retardado. Se trata de criaturas a las que las palabras le producen alergia, les salen ronchas en presencia de un libro y sufren de somnolencia aguda ante una conversación interesante.

Remansa les deja vagabundear a su aire por la casa de las palabras,  por el huerto de las plantas asombrosas y adentrarse sin normas por el jardín del rumor.

En su taller nunca se ha producido un solo fracaso.

Al principio cuando llegan a la casa de las palabras se quedan en estado de “pasmés aguda”, limitándose durante las primeras horas a mirar con aire escéptico un punto fijo de la gran estancia esperando que salgan imágenes a entretenerles. O bien se sientan en un rincón con cara de aburrimiento, extrañados de que  su móvil haya dejado de funcionar y hayan olvidado el nombre del aparato y su utilidad.

A los pocos días encuentran como por descuido, alguna palabra en su calcetín, en un bolsillo o debajo de la almohada (que son las más eficaces) y después con una inmensa tarta de zanahoria cubierta de chocolate malteado, una gran mesa rodeada de chicos y chicas como ellos, poco espacio, sin platos, ni cucharas, empiezan a meter las manos en la fuente, a rozarse con quien tienen al lado, a protestar, a asustarse, a chuparse los dedos y como por arte de magia les surge la necesidad de saciar su  curiosidad por escuchar términos nuevos y aparecen así las primeras respuestas a las preguntas de Remansita.

Al comienzo sólo bisbisean monosílabos, emiten onomatopeyas, apenas movimientos tenues de cabeza, miradas de reconocimiento alrededor y se van escapando algunas risas….

Y poco a poco se van incorporando al taller. Miran con reticencia, sonríen por lo bajini, hasta que emiten una sonora “CARCAJADA”, enorme palabra llena de tantos monosílabos, comienzo inequívoco de que los bisílabos biensonantes y bienhacientes están por llegar.

    

 

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