lunes, 7 de marzo de 2022

EL VIENTO

 



Utilizar una guía de teléfonos y papeles de seda de colores alegres. Se recortan previamente pequeños pedacitos de papel. Es una historia para contarla en grupo con todos alrededor sentados en el suelo. Se puede enriquecer con los elementos marcados que aparecen en la historia o dibujarlos después y pegarlos acabando con un gran mural.

 

Os voy a contar una historia:

 

Era una vez el sol, el viento, las estrellas, el silencio y la paz. En un lugar lejano una música suave (hacer vibrar una cinta de papel con los labios de manera que salga un sonido suave) sonaba constantemente y la tierra cantaba sin parar día y noche.

Una mañana, el viento recogió una pequeña semilla (soplar cada uno un papelito) de la tierra y jugó con ella durante toda el día trasportándola de una parte al otra de la Gran Esfera. Llevándola a ver desde las nieves perennes del norte hasta los  desiertos más cálidos, mostrándole la lluvia, los ríos, los granos de arena y las gotas  saladas de los mares. (Se juega con el papel de seda moviéndolo de un lado a otro).

Los dos; el viento y la semilla, se hicieron pronto grandes amigos. Pasaban los días y las noches girando por el mundo, jugando con la Tierra, cantando con ella. (Música con papel y papeles volando)

Con el paso del tempo la semilla comenzó a pedirle al viento que volara un poco más bajo, siempre más cerca del suelo. Sentía la necesidad de dejar crecer las flores que tenía en el  corazón y quería encontrar un lugar especial donde  poder vivir y seguir allí cantando con el viento y con la Tierra. (Soplar las semillas acercándolas cada vez más al  suelo)

El viento sufría  en silencio, amaba mucho a la semilla, era especial y no quería separarse de ella, pero comprendía que el destino de su amiga era el de dejarla convertirse en una esplendida flor.

El viento (hacemos vibrar el papel, jugando con la intensidad y los ritmos) acompañó  a la semilla  a ver el mundo más de cerca para poder elegir bien el lugar más bello en el que  quedarse, pero ésta no lograba decidirse.

Al principio miraba con atención y emoción las montañas, los ríos, los mares y los animales, después comenzó a ver los hombres, una especie de animales que estaban por todas partes y eran de muchos colores.

Había quienes sonreían, otros sufrían, algunos mataban, muchos morían y otros no comprendían.  

  

La semilla se asustó. En aquella parte del mundo en la que vivían los hombres el canto de la Tierra era débil y desesperado. El viento sufría y se enfadaba, reinaba el ruido y el aire quemaba los ojos. (Sinfonía caótica  con la música, vibración con cintas de papel, soplidos con la boca, pataditas en el suelo, papeles estrujados)  Sabía que sus espléndidas flores habrían sufrido en medio de aquel caos.

Pero la Tierra continuaba llamándola. Seguía escuchando el canto del mundo. Parecía que todos sus habitantes se habían olvidado de ella. Hubiera querido quedarse en el aire para siempre y pedirle al viento que la llevara de nuevo lejos, muy lejos, pero aquel canto desgarrador que pedía ayuda con voz sofocada le había llegado al corazón.

La semilla (se vuelven a volar las semillas hasta que van cayendo al suelo) se dejó caer en medio de un desierto y después de mucho tiempo y muchas penurias consiguió que brotara una rosa roja. No pasaron muchas personas por allí, pero cada una de las que la vieron se enamoraron  de su belleza y se detuvieron a contemplarla.

Por eso la flor cantaba contenta de haber cumplido su misión. (Música con papel)

Los pocos animales que habían visto la rosa roja en el desierto descubrieron la ilusión que llevaban dentro, aprendieron a escuchar el canto de la Tierra e hicieron florecer todos los desiertos del mundo. (Se van recortando flores de papel de seda de todos los colores)

Cada semilla cantaba la misma canción y el coro crecía. (Con los papelitos y las voces se va unificando un coro) La música era cada vez más fuerte y el viento la transportaba a todos los lugares, hasta que poco a poco, en el corazón de todos los habitantes de la Tierra, (se van echando las flores mientras suenan el coro de voces muy bajito para que se pueda escuchar  el final de la historia)  floreció de nuevo la esperanza.

 

Keti Argentelli

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