lunes, 30 de septiembre de 2024

Labrador de sueños


 

La mirada afrutada de aquel niño se extendió por encima de los controvertidos picachos. El polvo del amanecer cuajaba de esencias el azul momento y la risa de los que se acercaban rompió en crueles fragmentos el plateado instante.

Sonaron los limoneros a sinfonía de cuerdas, y  vincas y  jaramagos iniciaron una tormenta de palabras. El campo hablaba. Mientras,  un labrador de sueños enjaretaba en surcos fragmentos de cristal, y en el agua del estanque se estremecía gozosa la espuma de azahar de los mandarinos.

Era un encarado edén, salvaje, primitivo, lastimado por sendas quejumbrosas que rogaban un poco de respeto. Ante aquel algarrobo deprimido, inocentemente centenario, cobijamos nuestra mutua soledad y los lamentos metalizados del ángelus que nos llegaban del cercano horizonte asfixiaron nuestros oídos.

El tiempo atenazaba acometidas de contrastes.

En la sinfonía de aromas esparcidas por el valle, se asomaba el odio cotidiano de la fruta asesinada. Sobre la hierba llorosa alas de mariposas esparcían sus estériles semillas de desdén.  

La sonrisa de cascabel del muchacho volvió a perfumar el momento. ¿Cómo esperar, en el espacio indecente que lo abruma, que lo que le quede por vivir, en su inocencia adulta, sea menos infructuosamente bello que lo ya gastado?  


Teresa Flores



No hay comentarios:

Publicar un comentario