miércoles, 16 de enero de 2019

MAÑANA PARDA, cuento de Franck Pavloff


Con las piernas tendidas al sol, Charlie y yo no estábamos exactamente hablando, más bien intercambiábamos pensamientos que nos venían a la mente, sin prestar mucha atención  lo que el otro decía. Eran momentos agradables en los que dejábamos pasar el tiempo mientras saboreábamos un café.
Cuando me dijo que había tenido que matar a su perro me sorprendió, pero poco más…
Siempre es triste ver envejecer a un chucho, pero después de quince años, hay que hacerse a la idea de que tarde o temprano se va a morir.
-      Imagínate, no podía hacerlo pasar por un pardo.
-      ¡Hombre!, Ben era un labrador, y un labrador no puede ser pardo, ¿pero qué le pasaba?
-      No tiene nada que ver, lo que pasa es que no era un perro pardo, y ya está.
-      ¡Ah! ¿Entonces pasa como con los gatos?
-      Si, igual.
Dibujo de Isabel Flores 
Lo de los gatos ya lo sabía. El mes pasado tuve que deshacerme del mío, un gato callejero que había tenido la feliz idea de nacer blanco con manchas  negras.
Es verdad que la superpoblación de gatos se había haciendo insoportable, y que, según decían los científicos del Estado Nacional, era preferible quedarse con los pardos. Solo con los pardos. Todas las pruebas de selección demostraban que éstos se adaptan mejor a nuestra forma de vida ciudadana, que dan pocas complicaciones y que comen menos. Pero bueno, un gato es un gato, y como había que resolver el problema de una forma u otra, pues adelante con el decreto que instaura la supresión de los gatos que no sean pardos.
Las milicias de la ciudad distribuían gratuitamente albóndigas con arsénico, que mezcladas con la comida mataban a los gatos en menos que canta un gallo.
Mi corazón se me había roto, pero había tardado poco en olvidarlo.
Lo de los perros, me sorprendió un poco más, no sé  muy  bien porqué, tal vez por que son más grandes, o por que son “los mejores amigos del hombre” como vulgarmente se suele decir. En todo caso Charlie lo había dicho con tanta naturalidad como yo lo había hecho de mi gato, posiblemente tenía razón. Demasiada sensiblería no es buena, y  los perros pardos son también los más resistentes seguramente.
Ya no teníamos nada más que decirnos, y nos separamos con una extraña sensación. Como si no nos lo hubiéramos dicho todo. La verdad es que  nos sentíamos un poco  incómodos.
Al poco tiempo fui yo quien le dijo a Charlie que el Cotidiano “de la Ciudad” no aparecería más.
Se quedó de piedra, era ¡el periódico que leía todas las mañanas mientras tomaba su café con leche!.
-¿Se han hundido? ¿Una huelga?.
-No, ha sido a causa del asunto de los perros.
-¿De los pardos?
-Si, no ha habido un solo día que no hayan criticado esta medida nacional, poniendo  en duda incluso los resultados obtenidos por los científicos. Los lectores no sabían que pensar, algunos hasta ocultaban a sus animales.
-Han jugado con fuego.
-Como tu dices, han terminado prohibiendo el periódico.
-Bueno ¿y ahora qué haremos para enterarnos de las apuestas?.
-Habrá que buscar la información en las “Noticias Pardas” no queda nada más que ese periódico, pero se ocupa de las carreras y del deporte.
Si se habían excedido, arriesgado y los habían cerrado; Necesariamente tenía que quedar algún periódico, no nos íbamos a quedar sin noticias.
Este día me había tomado un café con Charlie, pero la verdad me molestaba muchísimo acabar siendo un lector de las “Noticias Pardas”. Sin embargo a mi alrededor los clientes del café continuaban su vida como antes, a ciencia cierta no tenía motivos para preocuparme.
Después le tocó el turno a los libros de las bibliotecas, una historia un tanto turbia.
Las editoriales que formaban parte del mismo grupo financiero que el “Cotidiano de la Ciudad” fueron perseguidas por la justicia y sus libros prohibidos y retirados de las bibliotecas. Es verdad que si se leía lo que estas casas editoriales continuaban publicando, se encontraba  la palabra gato o perro al menos una vez en cada libro y no siempre acompañada de la palabra pardo. Eso lo tenían que hacer a propósito.
-No hay que provocar, decía Charlie, ¿comprendes?, el país no gana nada permitiendo que se vulnere la ley y no vale jugar al gato y al ratón… pardo. Había añadido mirando a su alrededor, ratón pardo, por si alguien hubiera escuchado nuestra conversación.
Por medida de precaución, habíamos tomado la costumbre de añadir pardo o parda al final de las frases o después de algunas  palabras. Al principio pedir un aperitivo pardo, nos resultaba chocante, después de todo el lenguaje está hecho para evolucionar y no era extraño  ponerle “pardo” como cuando se añade “mierda”  al final de las frases como se suele hacer en nuestra región. Al menos éramos bien vistos y nos sentíamos más tranquilos.
Habíamos acabado por ganar en las carreras. No una gran cantidad,  pero era nuestra primera apuesta parda. Y esto nos había ayudado a aceptar la molestia de la nueva reglamentación.
Un día con Charlie, me acuerdo muy bien, le había dicho que pasara por casa a ver la final de la Copa de las Copas, y nos reímos como locos. Mira tu por donde apareció con un nuevo perro.
Magnifico, pardo de la cola al hocico y de ojos marrones.
-Ves, incluso es más cariñoso que el otro, me obedece sin rechistar. No hacía falta que hiciera un drama por mi labrador negro.
Nada mas decir esta frase, el perro se precipitó sobre el sofá ladrando como un loco, Y aúlla que te aúlla, por muy pardo que fuera, no obedecía ni a su amo ni a nadie. Y Charlie  terminó por comprender.
-¿No?, ¿tu también?
-¡Claro!
Y ha aparecido mi nuevo gato, que ha salido como una flecha para terminar trepando por las cortinas yendo a refugiarse a lo alto del armario. Un gatazo de mirada y pelos pardos. Lo que nos hemos reído. Imagínate la coincidencia.
-¿Comprendes?. Siempre he tenido gatos. ¿Es feo acaso?
-¡Magnífico! me respondió.
Después encendimos la tele, mientras que nuestros animales pardos se miraban con el rabillo del ojo.
No sé quien ganó, pero sé que habíamos pasado un buen momento, y que nos sentíamos seguros. Como si haciendo lo que se debía, siguiendo el criterio correcto marcado por la ciudad nos tranquilizásemos y nos simplificase la vida.
La seguridad parda podía estar bien.
Claro que me acordaba del niño que me había cruzado en la acera de enfrente  y que lloraba por su caniche blanco, muerto a sus pies. Pero después de todo escuchando lo que se decía, los perros no están prohibidos, no había nada mas que buscar uno pardo. Incluso se encontraban pequeñitos, así uno estaba en regla y se olvidaba pronto del otro.

Y después, ayer, yo que me creía en paz estuve a punto de que me detuvieran las milicias de la ciudad, esos individuos vestidos de pardo que no hacen precisamente regalos. No me han reconocido por que son nuevos en el barrio y todavía no conocen a todo el mundo.
Iba a casa de Charlie.  Los domingos jugamos a las cartas en su casa. Llevaba unas  cervezas en la mano, eso era todo. Íbamos a jugar dos o tres horas mientras picoteábamos cualquier cosa. Y me encontré con una sorpresa increíble, la puerta de su apartamento había volado en pedazos y dos milicianos estaban  plantados en la entrada haciendo circular a los curiosos. He disimulado subiendo a otro piso y he bajado por el ascensor. Abajo la gente hablaba en voz baja.
-¡Pero si su perro era pardo!
-Si, pero dicen que antes tenía uno negro, no pardo.
-¿Antes?
-Si antes. El delito es haber tenido un perro que no fuera pardo. Y no es difícil saberlo basta con preguntarle a sus vecinos.
He apresurado el paso. El sudor me  empapaba la camisa. Si haber tenido antes era un delito, yo podía ser el próximo- Todo el mundo en mi edificio, sabía que había tenido un gato negro y blanco. ¡Antes!… Jamás lo hubiera pensado.

Esta mañana Radio Parda ha confirmado la noticia. Charlie forma parte de las quinientas personas detenidas. “No es porque hubieran comprado un perro pardo por lo que han cambiado de mentalidad “,  dicen.
“Haber tenido un perro o un gato  ilegal, en el momento que sea es un delito” el comentarista ha añadido “Injuria al Estado Nacional”
He comprendido lo que va a pasar. Incluso si no has sido tu  quien ha tenido un perro o un gato como marca la ley, sino alguno de tu familia, un padre, un hermano, un primo, incluso aunque hayas tenido uno una sola vez en tu vida, corres el peligro de tener serios problemas.
No sé dónde se han llevado a Charlie. Exageran. Es una locura. Y yo que me creía a salvo con mi gato pardo.
Seguro que están  buscando y no han terminado aun de detener a los propietarios de perros y gatos.
No he dormido en toda la noche. Habría debido desconfiar de los Pardos  desde que nos han impuesto su primera ley sobre los animales. Después de todo era mi gato. Como el perro de Charlie, teníamos que haber dicho no. Resistir más. ¿Pero cómo? Ha sido demasiado rápido. Hay que trabajar y los problemas de todos los días, después de todo, los otros bajan los brazos para estar un poco tranquilos. ¿No?

Han llamado a la puerta, muy temprano. Sentía que la  mañana no llegaba nunca. Tengo miedo. El día no se ha levantado y todavía está todo pardo. Pero dejad de golpear tan fuerte, ¡ya voy!


Aportación de mi amiga Valentina después de haber leído el cuento

Conocí este cuento hace tiempo y siempre he tenido ganas de darlo a conocer, obtuve permiso de la Editions Cheyne  para traducirlo y difundirlo, y me ha parecido que este era un momento estupendo para compartirlo.

Aparece en mi libro CUENTOS QUE CABEN EN UN BOLSILLO  de la Editorial MCEP  



                                                                      

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