domingo, 23 de noviembre de 2025

SATURNO DEVORANDO A SU HIJO

Este fue un ejercicio de escritura al que todas hemos jugado en la escuela... si fuera.

A vosotras adivinar que personaje es. Como dato es mujer y no es real, pero suficientemente conocido para los amantes de las letras. 


Si fuera una música, sería Polymorphia de Penderecki. Una sinfonía imprevisible; pesada, dolorosa, introvertida y, a su vez explosiva y aterradora. Transcurre desde la tormenta al alarido, en un continuo desgarro tonal acabando por resultar opresiva.

 Si fuera una flor, sería una planta invasora, de color marrón mortecino y apagado. Con raíces que se incrustan en la piedra, sin importarle el mal que provocan. Su obsesión; cegar ventanas y puertas e impedir el paso de la luz y del aire. Proteger, pero en realidad aislar. Sin apenas florescencia, si acaso cinco preciosas flores, que acabarán ajadas por la falta de luz en sus vidas.

 Si fuera un animal, estaría entre un águila culebrera y un pájaro moscón.  El primero, por su extraordinaria figura, su seguridad y el control sobre lo que rodea su territorio. El segundo, por la vigilancia exhaustiva que establece a sus cinco crías –tanto- como para llegar a construir una entrada falsa en el nido, de manera que impida el acceso a cualquier depredador.

 Si fuera un color, sería el negro. Un negro intenso pero mate. Un negro de pesimismo y podredumbre. Con ciertas vetas de un potente rojo, que manifiestan una pasión encubierta cargada de ira y reproches.

 Si fuera un lugar, sería un cementerio. Pero no un cementerio cualquiera, con tumbas encaladas, flores en los nichos o esculturas armoniosas. Sería un árido camposanto, a la orilla de una vieja iglesia medio derruida. De tumbas oscuras, mimetizadas con la tierra, apenas marcadas con una cruz de palo o una vulgar piedra. Un lugar silencioso y oscuro, donde solo se oyen –a veces- los llantos bisbiseantes de algunas plañideras rezando a sus muertos.

 Si fuera una roca, sería el granito. Por su dureza, su fuerza y su resistencia. Piedra ideal para basar un edificio, capaz de soportar las más duras de las contiendas.      

 Si fuera un árbol, sería un baobab de magnífico porte. Anclado a la tierra, fuerte, perenne, inquebrantable. Siempre vigilante. De ancha y enorme copa, –tanta- como para cubrir, proteger y ensombrecer –sin permitir la llegada de la luz- lo que sus ramas abarcan. Con fruta suficiente para alimentar a sus escasos moradores.

 Si fuera una pintura, sería “Saturno devorando a su hijo”, de Francisco de Goya. Macabro, cruel, vengativo: "Si no eres lo que yo quiero que seas, no existirás para nadie”. “Eres mía y te puedo llevar a la muerte”. ¿Odio, venganza… terror a lo que la sociedad opine?

 Si fuera una comida, sería una ensalada de rúcula con mucho limón. Amargura y acidez. Incomible.

 Si fuera una montaña, sería un volcán, concretamente el Pacaya, situado en Guatemala, con unos 2500 metros de altura. Un volcán antiguo pero en permanente actividad, imprevisible y peligroso. Con erupciones de lava y fumarolas, así como terremotos y derrumbamientos, que sacuden y ponen en peligro la vida de los habitantes de sus laderas.

 Si fuera un río, sería el Urubamba de Perú. De caudal impredecible y tumultuoso. De rápidos y cascadas peligrosas. Hoces y gargantas profundas que no dejan pasar la luz. Cauce que se oculta para volver a aparecer a destiempo. Pocas veces tranquilo y tan peligroso en determinadas épocas, que puede devastar y arrasar todo lo que encuentre a su paso.

 Si fuera un fenómeno meteorológico, sería una tormenta. Concretamente una tormenta eléctrica de las más peligrosas, la llamada de superceldas, que acumula tensión célula a célula  hasta que explota en forma de ciclones, rayos y granizos. Con demostraciones cercanas a la ira de Dios, indicando una pasión malsana, encubierta tras muchos años de angustia y represión. 

 Si fuera una prenda de ropa, sería un sudario blanco. Ocultar el sucio cuerpo objeto de escándalo. Crisálida de pureza. Inmovilizar hasta paralizar el pensamiento, la respiración y el placer. Antes morir que ser deshonrada.

 Si fuera un objeto, sería un rosario de pedernal con cinco misterios dolorosos. Cada uno de ellos dividido en siete cuentas correspondientes a los días de la semana. Repetido, cadencioso, cotidiano… interminable. Mantra insoportable que se clava en la mente joven impidiéndole toda escapatoria.       

 Si fuera un aroma, sería una mezcla de jazmines ajados con polvo macilento de una casa cerrada al aire de la calle, a la luz y a la vida.   

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