sábado, 20 de julio de 2019

El vendedor de sombreros. Cuento Inglés


                  El vendedor de sombreros

Este cuento es un interesante trabajo de animación. Se comienza realizándose  cada participante su sombrero. Una vez terminados, se colocan sillas en un gran círculo, tantas como asistentes que ponen el sombrero en el suelo al lado de cada asiento. Quien narra el cuento se coloca en el centro y empieza a relatar la historia.

Érase una vez un señor sombrerero que se paseaba por un hermoso bosque llevando en su maleta una preciosa colección de sombreros, que tenía intención de vender en la más famosa de las ferias del condado.

Cansado de su larga caminata se echó a descansar debajo de un frondoso árbol, sin saber  que en aquel bosque vivía una familia de monos que imitaba a todo aquel que pasara por allí.

Aprovechando que el señor estaba dormido y bien dormido, los animales bajaron de los árboles en los que estaban encaramados, abrieron la maleta, sacaron los sombreros, se los pusieron en la cabeza y de esta guisa volvieron a trepar a sus casas. 

(Hacen lo mismo subiéndose en lo alto de las sillas)

Cuando el sombrerero despertó a la mañana siguiente se sintió extrañado pues no recordaba dónde se había dormido, así que dedicó un rato a mirar a su alrededor, desperezarse, rascarse la barriga, tocarse la cabeza y emitir unos cuantos bostezos que fueron imitados (sin que él lo sospechara) por toda aquella familia de monos. 

(Hacen los gestos y sonidos pero sin hablar)

Pero grande fue su sorpresa cuando al acercarse a su maleta dispuesto a reiniciar su viaje se encontró que no había ni uno solo de sus sombreros. Asombrado, se mesó los cabellos, dio la vuelta alrededor de su bolsa una y otra vez, pensó, volvió a pensar, hasta que lanzó un aullido de rabia, mientras gritaba: ¿Dónde están mis sombreros?

Grande fue su sorpresa al escuchar los lamentos y aullidos que soltaron aquella jauría de monos en lo alto de su cabeza y claro no tuvo más remedio que descubrir quiénes habían sido los autores de tamaña fechoría. Durante un rato se inició un baile extraño; nuestro vendedor amenazó a los monos, chilló, pataleó, rabió, les pidió que bajaran de allí, que le devolvieran sus sombreros, y poco le faltó para ponerse de rodillas -tal era su desesperación- pero  para su asombro los monos, sin inmutarse, seguían paso a paso todos sus movimientos, y si bien es verdad que no podían hablar, ya que los monos no hablan, imitaban los sonidos que les parecían oportunos.

Nuestro hombre pasó gran parte de la mañana desgañitándose, llorando, chillando, siendo incapaz de conseguir que sus preciados sombreros bajaran a sus manos.
Nuestro hombre pasó gran parte de la mañana desgañitándose, llorando, chillando, siendo incapaz de conseguir que sus preciados sombreros bajaran a sus manos.

( Aquí se puede alargar a gusto de la imaginación de cada uno)

Incluso sacó un plátano de su bolsillo y se lo comió con toda la parsimonia de que fue capaz, teniendo en cuenta su estado de ánimo, mientras los monos imitaban impertérritos sus movimientos.
Por fin tuvo una idea; se sujetó el sombrero que llevaba en la cabeza (y que por supuesto no se quitaba ni para dormir), echó una ojeadita a los monos y cogiendo la visera del mismo lo lanzó al aire con todas las fuerzas de que fue capaz. Y claro está, los monos imitaron paso por paso sus movimientos y al cabo del rato una nube de sombreros bajó desde lo alto de los árboles y cayó con delicadeza a su alrededor, por lo que presuroso se dedicó a recoger y guardar en su maleta tanto modelito proponiéndose no olvidar poner un buen candado en su bolsa y, eso sí, diciendo que nunca, pero nunca, contaría a nadie lo que le había pasado.

Este cuento lo escuché hace muchos años y aun después de haberlo relatado muchas veces tengo que decir que no he localizado al autor.



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