sábado, 18 de enero de 2025

Collioure. Enero 1939

Esta carta pretende ser un homenaje a los hermanos Machado, nuestros dos grandes poetas y escritores.


                                                                                Collioure. Enero 1939

15 de Enero

Mi querido Manuel, espero que a la llegada de esta te encuentres bien.

Por aquí las cosas son complicadas y paso a relatarte, muy a mi pesar, los últimos  acontecimientos.

Desde que partimos de Barcelona el pasado diciembre, todo han sido penalidades. Antonio, nuestro querido Antoñito cayó enfermo, muy enfermo, pues a las dificultades del viaje se le unieron las bajas temperaturas sufridas durante la ruta y la terrible humedad de estas tierras.

A pesar  de la buena acogida de estas gentes, que rápidamente supieron acomodarnos en sus humildes moradas, y la atención y el cuidado que nos ofrecieron, la enfermedad siguió su curso. 

Nuestro querido hermano, según subía o bajaba la fiebre, intercalaba instantes de delirio con momentos más tranquilos en que, con sus sabias palabras minimizaba su enfermedad, pretendiendo tranquilizarnos.

¡Cuánto sentí tu ausencia, cómo eché de menos tu firmeza y cariño en esos duros instantes!

Era increíble escucharlo hablar, cuando estaba lúcido, incluso  sonriente, fantaseando con la idea de que, en un futuro próximo, volveríamos a encontrarnos. Repasamos, con madre, vuestros mejores años juntos, riéndonos de las travesuras de la infancia, los juegos en los patios de nuestra casa de Sevilla, los misterios ocultos, que nunca descubrimos del palacio de Dueñas, los viajes a París y tantas otras cosas que nos mostraban un atisbo de esperanza

De repente, a media tarde, cuando la fiebre arremetía de nuevo, Antonio, pasaba a mezclar Madrid con Baeza en un calidoscopio difícil de descifrar. Su cabeza entonces, en un delirio permanente, empezaba a perderse y de su amor a Leonor lloraba a Pilar,  mientras deslavazaba alguno de sus poemas  más bellos, entremezclando versos de diferentes libros con muchas lágrimas amargas.

Cada momento era un enigma sobre cómo sería el siguiente, para regresar, de nuevo, a instantes de calma en que, el Antonio ingenioso, nos hacía reír con alguna broma sobre sus dolencias para evitar preocupar más a madre.

Uno de esos días, ¡imagínate!, llegó a representarnos, desde la cama, como si fuéramos sus más fervientes espectadores, aquel  paseo por Sevilla en la pequeña y vieja calesa que el abuelo tuvo a bien regalarte, la famosa y sonada navidad de tus 10 años, ¿recuerdas? Cómo nos hizo reír con sus salidas tan oportunas, imitando los gritos de padre enfadado por tu travesura, cuando enfilaste, al trote, el caballito contra los puestos del mercado.

Por desgracia, a partir de ese día, en que nos dejó tan esperanzados, entró en un duermevela profundo en el cual aun permanece.

Día 22

Nuestro Antoñito se fue poco a poco extinguiendo, querido hermano, se apagó como un pajarillo herido y agotado.

Para qué indagar si lo que se lo llevó por delante fue la pulmonía, la tristeza de saberos lejos o la de tener que abandonar la amada patria, por desgracia, irremediablemente dividida.

Cuando madre encontró la cama de Antonio solitaria, no hubo explicación posible que pudiera consolarla. Desde ese momento  pena por los rincones de la casa, rezando a todas horas,  entrelazando Aves Marías con un llanto casi perpetuo.

¿Dónde estás Manuel? ¡Cuánto nos faltas! ¡Cuánto notamos tu ausencia!

Releo los poemas de nuestro querido Antonio, buscando en sus palabras un consuelo que no hallo, le leo a madre sus libros y aumenta su tristeza y nos envuelve en un presagio pegajoso.

Temo que tanto dolor la enferme irremediablemente, ya cumplió, sin saberlo su increíble vaticinio, “viviré más que mi hijo Antonio”.

Lo ha cumplido.

Día 25 de enero

Madre acaba de fallecer, exactamente tres días más tarde que nuestro querido hermano, cumplía hoy 95 años.

Juntos dormirán en este país de extraña  acogida. Que la tierra les sea leve.

No habrá más carreras nuestras por las calles soleadas de Sevilla, ni viajes a París, ni amores inciertos.

Desapareció el aroma de los limoneros de nuestro patio, jugar a  las escondidas en las cuadras, su callada sonrisa, tu sonrisa, nuestra sonrisa… la de todos.

Cuídate, por favor, cuidaros mucho. Partimos de Francia, abandonamos esta tierra que nos acogió, necesitamos olvidar tanto dolor y tanta tristeza.

Te escribiré, lo prometo.

Te queremos, te quiere, tu hermano                                            

José

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