Te lo cuento Maruja, calla y escucha y como digas una palabra de esto te rajo, si, no pongas esa cara, porque te rajo. Todo empezó el miércoles pasado, fue una llamada de lo más misteriosa, estaba de turno de noche, como todos los miércoles y cuando lo cogí solo escuché, “Martínez, no diga nada, si nos haces este favor te damos diez mil euros ahora y otros tantos al completarlo. No es nada ilegal ni complicado. Te llegaran las instrucciones. Si no estás de acuerdo, rechaza el envío”.
Creí
que era una broma de los compañeros que
siempre están jodiéndome con aquello de que era la única segurata de la
compañía y no me lo tomé en serio pero, tía que resultó ser verdad, que al día
siguiente llegó un mensajero con un
sobre, a mi casa, ya ni me acordaba. ¿Te
puedes imaginar?, me quedé helada, no había visto tanto dinero en mi vida, por
dios que soponcio me dio. Lo primero que hice fue esconderlo, que esto lo
encuentra Pepe y me mata o se lo gasta, y lo segundo leí las instrucciones, ná,
una cosa de los más simple, algo tan sencillo que seguí creyendo que aquello
era falso o que estaban detrás los
chalaos esos de la tele.
Si
lo sé, ya me tranquilizo, pero mira, es que fue de traca, estoy acojoná, no me llega
la camisa al cuerpo. Seguí las instrucciones como ponía en el paquete.
El
jefe de personal, ese tan estúpido, que siempre quiere meterme mano, me dijo
que me había cambiao el turno, y que este sábado me tocaba trabajar. Yo to la semana intentando no olvidar lo que estaba
escrito, con un susto en el cuerpo que pa que te cuento, aunque que me decía que no era na malo.
Y
llegó por fin la noche, me puse el uniforme y cogí el metro. Veinte minutos antes
del turno estaba rondando por el curro, que si me llego a quedar en casa
exploto El Pepe no paraba de preguntar y yo ya no sabía que decirle, que por qué
me iba tan pronto, que qué me pasaba, que si estaba rara, que esto, que lo
otro, qué por culo da el tío a veces.
Pues
nada al principio, lo normal, las risas con los del cambio de turno, como
siempre. Me puse en mi sitio, cerca de los mostradores, en la entrada. La noche
suele ser tranquila y más en sábado que es difícil que alguien aparezca. Tobías,
me dijo antes de irse, que la señora Yañez
estaba trabajando en su despacho. Pos no nos reímos na a costa de la
solterona esa, es una forofa del trabajo, aunque yo creo, que la pobre, se viene aquí pa no quedarse sola en su casa.
Como
siempre, me tomé mi cafecito de las diez, llevo mi termo de casa, que el de la máquina es un asco. Estaba tan nerviosa que tuve que ir a mear más veces que
de costumbre.
Todo
estaba tranquilísimo, tanto que casi me adormilé en mi puesto. A las once, los
que hacen la ronda de exteriores salieron a dar su ojeada habitual, y en ese
momento... entró un tío de pelo rubio y bigote, ni me saludó, pasó su
identificación por la puerta y entró. Tenía que ser él, el del regalito.
En veinte minutos volverían a la entrada los del turno de afuera, todo seguía
tranquilo, respiré profundamente, aquello era más fácil de lo que me había imaginao.
Y
de pronto empezaron a pasar cosas. El del bigote bajó escupío y cinco minutos más
tarde se empezaron a escuchar sirenas de policía y de bomberos. Aquello sí que me puso los pelos de punta. ¿Qué
había hecho ese cabrón? Una cosa es que entrara a robar papeles y otra es que
queme aquello, ¡madre de dios!, si vieras que canguelo me dio, y además, las cámaras
de seguridad seguían funcionando normal, bueno todo lo normal que siempre han
funcionado, que quiere decir que en algunos pisos van y en otros no, que a veces
enfocan al techo y otras al suelo, pues no nos traemos juerga con eso.
Pero déjame que te cuente, que ya termino, madre mía, en dos minutos la que se lio, entraron bomberos y policías preguntándome si había alguien en el edificio, los del turno de afuera llegaron corriendo diciendo que salía humo de las plantas superiores, yo casi me mareo, me acordé de la señora Yañez, dios mío, ¿dónde estaba la pobre?, me fui corriendo para el ascensor y un bombero me detuvo. Me sacaron de allí casi a la fuerza, una cosa es que una … pero por dios una muerte … eso nunca, si es que me pudo la avaricia, el Pepe sin trabajo desde hace seis meses, y yo… ¡ay dios mío Maruja!, tú me conoces, yo, asesina nunca… les dije lo de la señora esa.. No me creyeron, subieron, pero el incendio se propagó a una velocidad increíble... Yo no paraba de llorar, y van y dicen que me había dao un ataque de histeria, que por eso las tías no podemos ser seguratas, ¡cabrones!, ¿sabrán ellos? Al final un sanitario me dio un calmante, le metí un rollo de que qué hago si pierdo el trabajo, mis problemas en casa y todo eso, lo que le importaría al pobrecico que me miraba con una cara de aburrimiento.
Se
han quedao con mis datos, por si me necesitan pa declarar, por la investigación pal seguro, ¡ay Maruja, Maruja! ¿Qué hago yo ahora con
los dineros?, con ese dinero sucio… yo
ya no lo quiero. ¿Qué dices tía? ¡Si a ti te lo voy a dar¡
Teresa Flores
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