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María Ortiz |
Tiempo de espera, tiempo detenido de palmas, palmitas y cinco lobitos. Mamá, no quiero más sopa si no me la traes en avión y dile al Coco que no venga a buscarme que ya me duermo sola. A la nana, nanita nana, nanita ea, mi niña tiene sueño, bendito sea. Aplaude la familia mis primeros pasos agarrada al filo de los muebles. Todo es descubrimiento. Tantos hermanos para jugar. Pilar me deja su cuna, su biberón y su espacio junto a la cama de mis padres. Miro y aprendo las primeras normas…
¡Eso no se toca!
Los primeros juegos con los
primos y las primeras travesuras. Me encanta correr por el campo, subirme al
trillo y saltar desde las pacas de paja. Mamá, ¡me pica todo! Qué sabrosas las
brevas de la higuera. Ya tengo quince cromos. Mi hermano me ha roto mi preciosa
muñeca de porcelana. Lloro desconsolada. Por mucho que me lo repitan: el patio
de mi casa no es particular. No quiero jugar más al corro de la patata,
prefiero que me cuentes un cuento, no el de las asaúras no, que me asusta pero
a la vez me encanta.
¡Eso no se hace!
De la mano a mi
primera escuela con mi primer babero. “¡Calladita estás más guapa!”. A rezar
como una niña buena: «Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro hermanitos que me
esperaban...». Así no es, “Vamos a contar mentiras”, esa canción me gusta
mucho. Papá saca el coche y nos lleva al campo con la tortilla de patatas y los
filetes empanaos. Hacemos cabañas con ramas. Jugamos al escondite inglés. “Esto
era un rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas y las echó cuesta
abajo”. No, ese no, cuéntame mejor el cuento del “Gallo pelao”.
¡Eso no se dice!
Nos vamos a la ciudad, atrás
se quedan los abuelos en el pueblo. Nueva escuela, nuevos uniformes grisáceos.
Domingos de misa obligatoria. Mamá, ¡me aburro! No se dice me aburro, se dice
orina caballo. Papá compra el periódico para él y los tebeos para nosotros. Se
hace una espera agradable. Me pido leerlos la prime. Me gusta sobre todo “la
familia Ulises”. Sábados por la tarde recorridos mágicos con el tranvía, nos
vamos a Dúrcal, a Dílar… Descubrimos los pueblos de los alrededores de Granada
con meriendas de pan y chocolate. Mamá nos contagia su pasión por el campo,
silbatos con hojas, barcos de juncos; la diferencia entre la retama y la
gayumba; el sabor del pan y quesico y el dulzor de la madreselva.
¡Eso no se cuenta!
Primeros cursos en aquel
enorme colegio lleno de niñas que no saben pronunciar la jota. Flores, dice la
monja, repite delante de toda la clase: Jaime, baja la jícara, la jaula y el
botijo. ¡Qué tontería! No soy un monito de feria. Mis primeras mejores amigas.
Mis primeros libros. Encontrar el escondite perfecto para entregarme a mi mayor
pasión que saca de quicio a mi madre: la lectura. Tebeos de Tintín; Matilde,
Perico y Periquín; novelas ejemplares... Después llegarían las de aventuras de
Enid Blynton, releídas cada verano —aún
descansan en la estantería de mi casa—. “¡Quisiera ser tan alta como la luna!”.
Música de zarzuela para desayunar. Rezar, rezar, rezar… Aburridos rosarios
diarios. ¿Cuántas misas?, qué lejos se iba mi mente con tanto mantra
soporífero. ¡Al pueblo, nos vamos al pueblo! Visitas al despacho de mi padre.
Cuando te sientes, las rodillas cerraditas. ¡No, a los árboles no te puedes
subir!
¡Eso no es de niñas!
Crecer, espejo que muestra lo
que la ropa camufla. “Cinco semanas en globo”, me gusta Julio Verne aunque me
salto tanta descripción. Leo las primeras novelitas rosas. De la biblioteca de papá solo me quedan por
leer los libros cristianos o los prohibidos; El diario de Daniel, El diario de
Ana María… Un libro para los chicos y otro para las chicas. No aclaran ninguno
de ellos los líos que pasan, a esta edad, por el cuerpo y por la cabeza. Para
más confusión, en el manual “Pureza y hermosura”, la religión censura aún más
cada acto cotidiano. Escribo mi primer diario y mi primera obra de teatro.
También mi primera novela colectiva en el patio del colegio durante los
recreos. Me fascina Agatha Christie. Consigo mi primera guitarra y canto de
María Ortiz “Mi amiga Catalina”.
¡Eso no se mira!
Ropa censurada, “Burda”
censurada, palabras censuradas, conversaciones censuradas. El instituto llega a
mi vida como un torbellino, clases mixtas, risas contenidas, pandillas de
excursiones domingueras en el tranvía de la sierra. El aire empieza a oler a
nuevo. Cantos con la guitarra en maravillosas tardes de amigos. “En la mesa se
habla de flores y de amores”. El rosario diario se hace cada vez más odioso.
Surgen las mentiras necesarias para justificar las salidas con los amigos, con
la pandilla o con el primer amor. “Tú no puedes volver atrás” palabras escritas
para mí. Visito Cabo de Gata y leo “Campos de Níjar”,
fiel reflejo de aquella tierra por extraño que parezca. El teatro, una nueva
pasión que llega a mi vida y la hace su centro. Sería la más joven de la
compañía haciendo el papel de la más mayor en “Doña Rosita la soltera”. Me
inundo de poesía: “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres”,
recital que presentamos de Miguel Alarcón “Palabras de amor y muerte”.
¡Eso no se discute!
Universidad, reuniones
clandestinas en fines de semana con consignas surrealistas. Panfletos
escondidos, libros prohibidos que se compran bajo el mostrador de la librería
Alarcón después de decir una palabra clave… Emoción y a la vez miedo. Paco
Ibáñez nos sacude en el Crucero del Hospital Real, “¡A la calle que ya es
hora!”. Vivaldi, Mozart y otros músicos,
irrumpen en casa gracias a mi hermano mayor y se llenan las habitaciones con
los ecos de “La consagración de la primavera”. Canción folk, canción protesta,
cantautores… los Beatles, Miguel Ríos,
cada hermano aporta sus gustos musicales. Pachanga con el dúo dinámico y
tardes de guateques. Canta Joan Báez “El preso número nueve”, Quilapayún nos
pide que “Unamos todas las manos” y rompamos todas las murallas, Raimon nos
acerca “La cara al vent”.
Eso sí se puede.
Primer trabajo, primera casa
propia, primera escuela. Compromiso político, pedagógico. Libros y más libros
de amigos o de bibliotecas. “Muerto el perro se acabó la rabia”, brindamos por
los tiempos que vienen, lloramos por los que no están. Irrumpen las voces del
pueblo, ¡A la calle! ¡A la calle!, “¡El pueblo unido jamás será vencido”,
“Libertad, ¿por qué sin ira?”…Trabajo, reuniones y más reuniones. ¿Esto es la
democracia? Formar parte de la Asociación de vecinos del Zaidín, las fiestas.
Luchar para recuperar los derechos que se perdieron. Queda tanto por hacer.
Optimismo y alegría, mucha alegría, “Perquè el temps està canviant”.
¡ESO SÍ!
¡Eso no se hace!
¡Eso no se dice!
¡Eso no se cuenta!
¡Eso no es de niñas!
¡Eso no se mira!
¡Eso no se discute!
Eso sí se puede.
¡ESO SÍ!