martes, 28 de octubre de 2025

Sana y asequible

De nuestra enviada especial de Canal PLUM                                                Patricia Ramírez. Granada 23 de febrero del 2025

A las 20 horas de ayer, al inicio del Paseo de los Basilios, frente al antiguo edificio de los Sánchez, se produjo un extraño fenómeno.

Todo comenzó cuando una joven ejecutiva, de unos 28 años de edad, se detuvo cerca del kiosco de prensa, no para mirar el móvil, como estamos acostumbrados, sino que se quedó completamente paralizada con la vista fija en las alturas.

Los diferentes viandantes que circulaban, sólo se percataron de su presencia cuando empezaron a tropezar con ella, lo que les llevó a preguntar qué ocurría. La muchacha, en completo silencio, observaba atentamente la parte superior del edificio de los Sánchez, hoy ocupado en su planta baja por un conocido supermercado.

Una señora delgada de pelo rizado, se detuvo a su lado preocupada por tanta inmovilidad. Ante la falta de respuestas a sus preguntas siguió con la vista hacia el lugar donde miraba la joven sin percibir la más mínima novedad. Minutos después, se aproximó un chico acompañado por un perrito de lanas al que le pareció ver a una persona que gesticulaba de forma extraña en uno de los balcones del quinto piso y, la conversación a partir de ese momento, se fue haciendo cada vez más incongruente.

El corro no hizo sino aumentar y los comentarios se sucedieron a velocidad de vértigo. Una niña, de unos diez años, expuso que el problema era un gato atigrado que se  paseaba tranquilamente por la cornisa del edificio, y que había que llamar, con urgencia, a los bomberos. Ante la llantina de la pequeña un señor mayor amonestó, con virulencia, a los allí presentes alegando que entorpecían el paso a los caminantes. El chico del perro, empezó a reír de forma grosera y a gritar que aquello tenía toda la pinta de formar parte de un estúpido programa de televisión.

Mientras, la joven ejecutiva con la que se había iniciado el incidente, seguía con la mirada puesta en el cartel color verde del nuevo supermercado. Ante las preguntas de unos y otros sobre qué era lo que veía, se limitó a expresar con voz alterada: «¡Se mueve!».

Para las 20,30 de la tarde, el corro reunía a una veintena de personas. Algunas de ellas se retiraban ante la falta de información y la incomprensión del suceso, mientras otras que se aproximaban continuaban vaticinando todos los posibles acontecimientos.

Los móviles hicieron aparición: selfis, fotos a la ejecutiva de mirada fija, instantáneas al edificio, a los paseantes, a la puesta del sol e incluso, al señor mayor, que amagaba con liarse a bastonazos con una rapazuela a la que acusó de intentar robarle la cartera.

La confusión continúo durante bastante tiempo. Se cruzaron apuestas sobre si se trataba de un intento de suicidio, alguien advirtió que había un niño atrapado en una de las terracitas, otro dio la alarma sobre unos gritos que escuchó y hasta se llegó a  hablar de un asesinato...

Para terminar de complicar las cosas, un estudiante de matemáticas cargado de libros, que se acababa de incorporar al grupo, auspició que todo lo que ocurría se debía la alineación de los siete planetas, para esas fechas y, matizó con cierto énfasis, la caída de un meteorito que se acercaba a toda velocidad hacia la tierra. 

Todo era una intriga absoluta.

Hacía las 21 horas, la policía se personó en la zona e intentó, sin éxito, desalojar a la muchedumbre. La joven inmóvil, con el rostro demudado, comenzó a contar del diez al cero como si esperase la detonación de una bomba. Instantáneamente, los que la rodeaban dieron dos pasos hacia atrás, arrastrando con ellos a todos los que circulaban por la zona.

En el momento en que la chica se detuvo en el cero, el cambio fue evidente, el cartel de letras inmensas, se  transformó. Varios de los presentes pudieron percibirlo, treinta segundos más tarde las letras retornaron a su lugar.

Fue suficiente para que el griterío aumentara y la histeria comenzara a cundir. Entre los mirones alguien exclamó que aquello se debía a un corte del suministro eléctrico, otro comentó la posibilidad de un desprendimiento del letrero luminoso y una lunática exasperada expuso a gritos, su teoría del efecto devastador de la luna llena sobre los cimientos del edificio.

A las 22 horas, el imponente cartel parpadeó tres veces y quedó definitivamente modificado. En él se podía leer:

           MERDACONA

 El grito fue apoteósico. El personal empezó a aplaudir. A las risas que acompañaron el momento se sucedieron protestas contra lo acontecido. En un momento dado se alzaron un número importante de voces gritando consignas, denunciando el encarecimiento de los alimentos, la falta de calidad de los mismos debido a la presencia de metales pesados y sobre todo de microplásticos.

En breves minutos, empezaron a volar por encima de la muchedumbre un número indeterminado de panfletos explicativos de las consignas mencionadas.

Los antidisturbios acudieron a contener a la multitud. El tráfico fue debidamente cortado en la zona.

A las doce de la noche un comunicado del grupo G.U.A.S.A. (Gestionemos Una Alimentación Sana y Asequible), reivindicó en la radio y la televisión local la autoría del suceso.



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