Este fue un ejercicio de escritura al que todas hemos jugado en la escuela... si fuera.
A vosotras adivinar que personaje es. Como dato es mujer y no es real, pero suficientemente conocido para los amantes de las letras.
Contar creando, crear contando.
Este fue un ejercicio de escritura al que todas hemos jugado en la escuela... si fuera.
A vosotras adivinar que personaje es. Como dato es mujer y no es real, pero suficientemente conocido para los amantes de las letras.
Siguen apareciendo cuentos sin contar de mis estanterías. En este caso Raquel Díaz Reguera nos aporta esta publicación bastante interesante.
Qué le pasa a Carlota, una princesa rosa, con su vestido rosa, su armario lleno de ropa rosa, habitación con cama, sábanas y almohada rosas ...si empieza a hartarse del rosa y de ser una princesa.
¿También tendrá que besar sapos para encontrar su principe azul?
¿Habrá algo más aburrido que un principe azul? si ella quiere cazar dragones, ser astronauta, surcar los mares...
Y es que ella no es una rosa, ni quiere que la traten como una delicada flor.
¿LOGRARÁ CONVENCER A LOS DEMÁS?
---------------------------------------------
Un cuento muy interesante para trabajar en clase sobre los estereotipos, defender tu personalidad y tus sueños.
Y es que no hay nada más aburrido que nos digan constantemente cómo y quienes debemos ser.
De esta autora encontrareis un montón de títulos, de ellos mi favorito YO VOY CONMIGO.
| |
![]() |
| Mi libro y su maravillosa portada |
Por fin llegó.
El pobre ha sufrido un montón de vicisitudes para poder ver la luz, pero lo más importante es que ya está en mi estantería dispuesto para llegar a mis amistades.
En él he reunido un puñado de relatos de los escritos en últimos años. textos revisados en los talleres, leídos y comprobados una y cien veces para afinarlos y hacerlos más interesantes y mejores.
Es un libro para llevar en el bolso, o casi en el bolsillo. Manejero, de letra suficientemente grande para los que olvidamos las gafas en la funda o al lado del periódico. Divertido y a la vez serio, con temas diversos reunidos en tres capítulos atendiendo a los diferentes temas tratados o a las voces de la narración.
Marta Flores Nieto, es la autora de la portada, con un dibujo acorde al título y al contenido.
Jorge Fernández Bustos ha sido mi magnífico corrector y quien se ha ocupado de la maquetación y, la Editorial Ende quien ha realizado la tirada.
No puedo olvidar a Alfonso Salazar que me dio la idea del título y en cuyo taller de escritura escribí la mayoría de los textos.
Ni a mis compañeras del taller donde siempre aprendí tanto escuchando y debatiendo.
Ya estamos buscando lugar donde presentarlo.
De nuestra enviada especial de Canal PLUM Patricia Ramírez. Granada 23 de febrero del 2025
A las 20 horas de ayer, al inicio del Paseo de los Basilios, frente al antiguo edificio de los Sánchez, se produjo un extraño fenómeno.
Todo comenzó
cuando una joven ejecutiva, de unos 28 años de edad, se detuvo cerca del kiosco
de prensa, no para mirar el móvil, como estamos acostumbrados, sino que se
quedó completamente paralizada con la vista fija en las alturas.
Los
diferentes viandantes que circulaban, sólo se percataron de su presencia cuando
empezaron a tropezar con ella, lo que les llevó a preguntar qué ocurría. La
muchacha, en completo silencio, observaba atentamente la parte superior del
edificio de los Sánchez, hoy ocupado en su planta baja por un conocido
supermercado.
Una señora
delgada de pelo rizado, se detuvo a su lado preocupada por tanta inmovilidad. Ante
la falta de respuestas a sus preguntas siguió con la vista hacia el lugar donde
miraba la joven sin percibir la más mínima novedad. Minutos después, se
aproximó un chico acompañado por un perrito de lanas al que le pareció ver a una persona que
gesticulaba de forma extraña en uno de los balcones del quinto piso y, la
conversación a partir de ese momento, se fue haciendo cada vez más incongruente.
El corro
no hizo sino aumentar y los comentarios se sucedieron a velocidad de vértigo. Una niña, de unos diez
años, expuso que el problema era un gato atigrado que se paseaba tranquilamente por la cornisa del
edificio, y que había que llamar, con urgencia, a los bomberos. Ante la llantina
de la pequeña un señor mayor amonestó, con virulencia, a los allí presentes
alegando que entorpecían el paso a los caminantes. El chico del perro, empezó a
reír de forma grosera y a gritar que aquello tenía toda la pinta de formar
parte de un estúpido programa de televisión.
Mientras, la
joven ejecutiva con la que se había iniciado el incidente, seguía con la mirada puesta en el cartel color verde del nuevo
supermercado. Ante las preguntas de unos y otros sobre qué era lo que veía, se
limitó a expresar con voz alterada: «¡Se mueve!».
Para las
20,30 de la tarde, el corro reunía a una veintena de personas. Algunas de ellas
se retiraban ante la falta de información y la incomprensión del suceso, mientras
otras que se aproximaban continuaban vaticinando todos los posibles acontecimientos.
Los
móviles hicieron aparición: selfis, fotos a la ejecutiva de mirada fija, instantáneas
al edificio, a los paseantes, a la puesta del sol e incluso, al señor mayor,
que amagaba con liarse a bastonazos con una rapazuela a la que acusó de intentar
robarle la cartera.
La
confusión continúo durante bastante tiempo. Se cruzaron apuestas sobre si se
trataba de un intento de suicidio, alguien advirtió que había un niño atrapado
en una de las terracitas, otro dio la alarma sobre unos gritos que escuchó y hasta se
llegó a hablar de un asesinato...
Para terminar de complicar las cosas, un estudiante de matemáticas cargado de libros, que se acababa de incorporar al grupo, auspició que todo lo que ocurría se debía la alineación de los siete planetas, para esas fechas y, matizó con cierto énfasis, la caída de un meteorito que se acercaba a toda velocidad hacia la tierra.
Todo era una intriga absoluta.
Hacía las 21
horas, la policía se personó en la zona e intentó, sin éxito, desalojar a la
muchedumbre. La joven inmóvil, con el rostro demudado, comenzó a contar del diez
al cero como si esperase la detonación de una bomba. Instantáneamente, los que
la rodeaban dieron dos pasos hacia atrás, arrastrando con ellos a todos los que
circulaban por la zona.
En el
momento en que la chica se detuvo en el cero, el cambio fue evidente, el cartel
de letras inmensas, se transformó. Varios
de los presentes pudieron percibirlo, treinta segundos más tarde las letras
retornaron a su lugar.
Fue suficiente
para que el griterío aumentara y la histeria comenzara a cundir. Entre los mirones
alguien exclamó que aquello se debía a un corte del suministro eléctrico, otro
comentó la posibilidad de un desprendimiento del letrero luminoso y una lunática exasperada
expuso a gritos, su teoría del efecto devastador de la luna llena sobre los cimientos
del edificio.
A las 22 horas, el imponente
cartel parpadeó tres veces y quedó definitivamente modificado. En él se podía
leer:
En breves minutos, empezaron
a volar por encima de la muchedumbre un número indeterminado de panfletos
explicativos de las consignas mencionadas.
Los antidisturbios
acudieron a contener a la multitud. El tráfico fue debidamente cortado en la
zona.
A las doce de la noche un
comunicado del grupo G.U.A.S.A. (Gestionemos Una Alimentación Sana y Asequible),
reivindicó en la radio y la televisión local la autoría del suceso.
Desde hace dos semanas lo
vengo escuchando, es como un lamento sordo, como un sonido desgarrador y
penetrante que horada mis oídos y los de todas las criaturas que sobre él
habitamos.
Conforme el sol ataca los
días de este invierno tan extraño, nuestro suelo va emitiendo más y más
latidos, se asemejan a pulsos de agua, serpientes marinas que nos cercan.
Intento no perder de vista a
mis oseznos, los llamo con voz lastimera si se alejan apenas dos pasos, pero me
siento prisionera del momento, del terrible momento, si no puedo cazar, si me
alejo; si lo que llevo durante tantos días presintiendo se cumple, será nuestro
fin y, lo que es peor, será el de ellos, mis pequeños.
Las focas, nuestro alimento, hace tiempo que
emigraron más al norte huyendo de esta debacle que se acerca, pero yo, recién
parida, no sé siquiera cómo podré enfrentarme a mi propia debilidad y a la
crianza de mis dos cachorros.
Si no me alimento en breves
horas, en un par de días no tendré suficiente leche para amamantarlos.
Hasta mi blanco pelaje luce
más apagado, mi respiración se hace fatigosa por momentos, mi compañero se fue,
¿partió a la caza o nos abandonó?, prefiero no pensarlo.
El suelo de nuevo se cimbrea.
Acuso el tremendo y anómalo
sol de este extraño invierno. El viento templado que no permite mantener el
grosor del hielo, necesario para caminar sobre él con seguridad.
Tiemblo, no de frío, sino de
miedo.
Llamo a mis pequeños y me
acurruco solícita con ellos, los envuelvo en un abrazo que nos proteja del
desastre. ¿Acaso está en mi mano remediarlo?
De repente, el espacio que
ocupamos, amenaza con separarse de la enorme masa que nos ancla a un suelo más
compacto.
Gruño atemorizada, rujo, me
incorporo sobre mis patas traseras, levanto los brazos, enseño los dientes
embravecida, enfurecida, temerosa.
Pero lo más terrible ocurre.
Se desgaja definitivamente,
se rompe el hielo que pisamos. El sonido es patente. Se parte la lámina
cristalina y un lento desplazamiento se instaura.
Es un instante, apenas tres
segundos angustiosos, dejo de sujetar a mis criaturas. En el movimiento
realizado, a pesar de mi cautela, mi pequeño se separa de nosotras.
Lo veo alejarse con una
lentitud angustiosa. Casi puedo tocarlo, pero sé que es inútil moverme, hacerlo
sería ponernos en peligro a los tres. Sujeto con fuerza a mi osezna que gime
presintiendo la desgracia. Ella y yo permanecemos inmóviles…
Lloro con lamentos de
desesperación y rabia. No puedo alcanzarlo, no puedo…Tan pequeño, tan frágil,
apenas un ovillo de lana blanca y casi rosada, que destaca ante la luz hiriente
de la mañana…
Lanzo manotazos desesperados
al aire, lo llamo, me golpeo el pecho con fuerza, grito desesperada mientras la
pequeña asustada, entre mis gruesas patas, se aferra con fuerza a mi pelaje.
Pero mi otra criatura se
aleja, irremediablemente se aleja, a una velocidad tan lenta que puedo ir
captando su figura y cada uno de sus rasgos que fijo en mis pupilas para no
olvidarlo nunca: sus ojos bellos de bebé perdido, su negra mirada lánguida,
sentado en el suelo, alzando sus bracitos, llamándome, llamándonos, con un
gemido lastimero que me rompe, me quiebra, me destroza, como el
hielo, como la vida que se nos acaba de fragmentar en mil pedazos.
Amamanto a la pequeña con mis
lágrimas.
El sonido del hielo
destrozándose acompaña los lamentos de mi hijo que ya es un pequeño punto en
lontananza… No volveré a tenerlo en mis brazos, no podré enseñarle a nadar, ni
a cazar. Escasos días permaneció sobre la tierra. Al menos no tendrá tiempo de
conocer a los que se dicen humanos, ni espantarse de la brutalidad de sus actos
y las consecuencias de los mismos.
Maldigo a esos seres que han
destrozado mi espacio, nuestro espacio, que han provocado que nuestro tiempo
cambiara, que han hecho desaparecer nuestros alimentos, calentar nuestros mares
e inundar de basura nuestras aguas.
Los maldigo por no respetar
el ciclo sagrado de la vida. Y les auguro que también sufrirán la desgracia de
ver destrozado su hábitat y perder a sus
seres queridos.
![]() |
| María Ortiz |
Tiempo de espera, tiempo detenido de palmas, palmitas y cinco lobitos. Mamá, no quiero más sopa si no me la traes en avión y dile al Coco que no venga a buscarme que ya me duermo sola. A la nana, nanita nana, nanita ea, mi niña tiene sueño, bendito sea. Aplaude la familia mis primeros pasos agarrada al filo de los muebles. Todo es descubrimiento. Tantos hermanos para jugar. Pilar me deja su cuna, su biberón y su espacio junto a la cama de mis padres. Miro y aprendo las primeras normas…