jueves, 30 de junio de 2022

SE HA ENCENDIDO UNA LUZ

 


Escribí este relato hace unos meses... por desgracia la situación no cambia y todavía continúan muchas familias en esta situación de desamparo.

 

Angustia, angustia, es lo que siento yo ahora mismo, angustia de no saber lo que va a pasar en casa, angustia ante esta situación de desesperación y de falta de futuro. Es una buena ocasión para ser el Mediano, es una buena ocasión. En este caso ser el Mayor no me hubiera traído nada más que tristeza. Ser el Mediano me permite ocultarme ante lo que está sucediendo. Madre llora, se lamenta, Padre oculta las lágrimas, la situación es desesperada, lo sé. Saben que lo sabemos. Ya hemos llorado bastante. Hermano Mayor aguanta contenido, intenta decir palabras de consuelo, pero nos queda poco. Chiquitina juega con sus solo dos años, juega ajena a todo, aunque a veces acude a mi madre y le tiende su pañuelo medio sucio para secarle las lágrimas.

Hemos llamado a toda la familia, nos han dicho que en  el tema del dinero poco pueden ayudarnos. Al menos los tíos del pueblo, hermanos de Padre, nos han ofrecido su casa.

Hay angustia, mucha angustia y poco futuro. Yo algo entiendo desde mis 10 años, la televisión que escucho, las  conversaciones que desde hace meses se repiten, las palabras que se escapan a mi cabeza y, aunque todos me digan que soy tan inteligente no encajo bien la situación.

Hermano Mayor, con sus 14 años, tiene la misma cara de tristeza y desconsuelo que mis padres.

El viernes, el viernes próximo será la fecha fatídica, eso dicen FECHA FATIDICA, lo escribe el banco,  las llamadas telefónicas, las miradas, las voces que por las noches atronan en mi cabeza, FECHA FATIDICA, suena tan mal.

Padre resignado, habla y nos consuela. No hay deseo, ni venganza en su voz. Dice que vendrán los de Stop  Desahucios y la Asociación de Vecinos del barrio y sus abogados, que ni siquiera el propio ayuntamiento lo permitirá.  Que somos cinco y que no nos pueden echar a la calle, que no pueden dejar a una familia en invierno en la calle. ¿Promesas?, ¿traición?

Fatídico, viernes fatídico, el tiempo sin querer detenerse. Chiquitina me busca por la casa, quiere jugar al escondite y yo quisiera esconderme para siempre. Me busca con su peluche en la mano, diciendo que tiene malita la barriga y que quiere que lo cure, un juego eterno e interminable. Yo el Mediano soy el doctor serio que todo lo cura, pero ahora no tengo ganas, ahora poco puedo curar.

Una mirada silenciosa de Madre es suficiente para que  me ocupe de Chiquitina, la coja de la mano y me la lleve a otro cuarto y conteste a las mil preguntas qué una pequeña de dos años puede hacer. Sorprendida, reclama dónde se fue la televisión, dónde está el horno, y qué ha pasado con los platos de fiesta de la abuela… todo con esa lengua de trapo que nos hacía tanto reír y me voy inventando historias de televisiones griposas y hornos cuidadores que bailan con soperas gigantes de florecitas. Chiquitina ríe tanto ante mis tonterías que acaba por hacerme reír y por unos segundos la casa parece volver a otros tiempos.

Yo quisiera arreglarlo pero no puedo, no puedo, porque solo tengo 10 años y por muy inteligente que sea no entiendo lo que está pasando.

El tiempo nos sigue traicionando, y de pronto ya es lunes y martes y mi angustia crece y la de mis mayores también y Mayor tiembla, mientras Chiquitina sigue corriendo por la casa buscando objetos que no volverán nunca.

 La noche del jueves nadie duerme, Fatídico se acerca el viernes de extraño nombre. Diciembre de escasa luz. Apenas hay ruido en el exterior, pero en mi casa todo se mueve, todos se mueven lentamente, como bajo el agua, temiendo el instante  siguiente.

Madre me lanza esa mirada entre pestañas y yo cojo a Chiquitina bajo mi mando, dispuesto a  defenderla de lo que está por ocurrir. Los vecinos nos han aconsejado que evitáramos a la pequeña pasar por esta situación, pero ella con su cabezonería no se ha dejado arrancar del hogar familiar, como si entendiera que hoy era muy importante que estuviéramos juntos.

Duros pasos suenan en la escalera. Golpes en la puerta machacan nuestros oídos. Puertas de vecinos que se abren y cierran asustadas, movidas entre la tristeza y el morbo. Chiquitina de mi mano, protegida por su buzo azul, sujeta con fuerza su peluche queriendo también defenderlo del asalto.

Bajamos a la calle.

¡Nos echan! Nuestra casa dejará de ser nuestra. No entiendo, no quiero entender lo que significa. ¡En la calle! Diciembre me golpea. Me golpea aun más la escena que contemplo en la acera de enfrente; monstruos, monstruos de negro con cascos infames, porras en mano, pistolas. ¿Todo esto para una pobre familia que hace apenas un año hacía planes de veraneo y de viajes?

Poco a poco han ido apareciendo las pancartas. La calle se ha ido llenando de los que habían prometido venir, cacerolas, señoras en bata, camisetas rojas, consignas, sonrisas valientes, hasta el concejal del ayuntamiento está aquí.

Los conozco a casi todos de verlos en casa conversando con Padres y Madre.

Al otro lado, en la acera de enfrente, junto a los monstruos señores de traje gris y abrigos elegantes, con carteras amenazadoras repletas de papeles traicioneros.

A pesar de mi anorak de tiempos mejores he sentido un  frío enorme.

Gritos y consignas han volado desde nuestra acera. Tensión.

Sin saber cómo Chiquitina ha soltado mi mano y ha corrido hacia los monstruos, con su traje azul y su peluche. Solo llegaba a la rodilla de uno de aquellos enormes personajes sin rostro.

De repente se ha producido un enorme silencio, las cacerolas han parado su sinfonía, así como los silbatos y los gritos. Chiquitina, en uno de sus arrebatos, ha pateado  la bota del monstruo y ha gritado con su media lengua: ¡ez mi caza,  ez mi caza! Ha levantado la cabeza para ver si debajo de aquel casco existía una mirada y dando un paso hacia atrás le ha ofrecido su peluche.

Se podía cortar el aire con un cuchillo, cómo hubiera dicho Abuelo.

El monstruo ha bajado la cabeza hacia Chiquitina, y luego  se ha girado hacia sus compañeros.  Ha mirado a los señores de traje gris y abrigos caros y se ha dado la vuelta. Sus compañeros lo han imitado.

Gritos de alegría han llenado nuestra acera.

Sabemos que volverán.

En el tercero izquierda se ha encendido una luz.

 

 

domingo, 26 de junio de 2022

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS Y GUADALAJARA

José de Creeft

Este año he asistido,  al 30 aniversario del MARATÓN DE CUENTOS DE Guadalajara que se celebró el 10, 11 y 12 de julio. Es ya la cuarta vez que asisto y cada vez me asombra más cómo la ciudad entera se vuelca en torno a los cuentos.

En esta ocasión, mi sorpresa fue que haciendo turismo por sus monumentos en el palacio de Cotilla, tropecé con una exposición de Jose de Creeft escultor guadalajareño.

Observando su obra encontré esta preciosa información extraída del blog: https://destinoinfinito.com/estatua-alicia-central-park/ 

"En medio del bullicio de la ciudad de Nueva York, en el corazón de Central Park, se rinde un homenaje en forma de estatua al querido clásico de los niños: Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.

La escultura es de 1959

Esta gigantesca y detallada estatua de bronce fue encargada por el filántropo local George Delacorte en honor a su esposa, Margarita, quien solía leer el libro de Alicia en el país de las maravillas y otras obras de Carroll para sus hijos. Las figuras fueron diseñadas por el escultor Jose de Creeft y creadas en la Fundición de Arte Moderno de Queens." 

Comprendí entonces que en Guadalajara pudiera haber desde hace 30 años un encuentro anual que reúne a tantísimas personas en torno a los cuentos, si ya uno de sus artistas fue capaz, hace 63 años, de plasmar con sus manos una escultura tan mágica en torno a una historia tan emblemática como la de Alicia. 

Para saber más del Maratón 

https://www.maratondeloscuentos.org/maraton-cuentos-2022/   




martes, 21 de junio de 2022

EL NIÑO QUE NO SE QUERÍA PONER LA CORBATA

 Adaptación y creación propia a un juego de cuerda.

Quico es un niño encantador. Todo va bien con él hasta que la cabeza se le pone dura, y eso le pasó aquella tarde en que su mamá lo quiso llevar a una fiesta y lo vistió de punta en blanco.

Así que le trajo del armario su corbata. Una corbata estupenda, roja con puntitos blancos que la había comprado para una boda de alto copete,  y Quico, un tanto enfurruñado se la colocó alrededor del cuello.

(Pon la cuerda alrededor del cuello)


Quico empezó con impaciencia a hacerse el nudo de la corbata, liando un lado sobre otro sin saber muy bien lo que estaba haciendo, mientras decía ¡malditas corbatas!, ya tendré tiempo de ponérmelas  cuando sea grande.

(Da un giro de una cuerda sobre la otra y pasa el nuevo bucle por encima de la cabeza de forma que el punto señalado quede en la nuca)

Y siguió tirando y tirando de la corbata mientras su madre la miraba con cara de espanto, y es que si Quico se ponía de morros sería un día terrible para toda la familia. Éste seguía haciendo girar la cuerda mientras se decía a sí mismo, espera Quico, no te desesperes, seguro que  lo logras.

(Tira de los dos extremos de la cuerda hacia delante y pasa una cuerda por debajo de la otra)








Mira mamá. Exclamó Quico, esto ya está chupao, ahora paso por aquí el extremo de la corbata y me sale el  nudo de   un solo tirón.

 

(Tira de nuevo con los pulgares después de haber realizado el gesto anterior de manera que te quede como muestra la figura.)

Pero Quico, vio con asombro que aquello no era tan fácil, así que siguió refunfuñando y diciendo: mira mejor echo la corbata hacia atrás y así no se ve si llevo o no el nudo terminado.


No ves que elegante me queda así también, seguía gritando Quico.

(Pasa la cuerda de un pulgar al otro, vuelve a pasar la cabeza por el nuevo bucle de la cuerda de forma que el punto negro marcado quede en tu nuca).

Y ya desesperado exclamó: ¡que no, que no me pongo esta estúpida corbata!

Y como por arte de magia, después de tantos líos y nudos el maldito elemento se le quedó en las manos.

(Tira de las dos cuerdas, a la altura del cuello   hacia abajo, si has realizado bien el juego la cuerda se desliará y te quedara en las manos) 




sábado, 18 de junio de 2022

LA NIÑA TRAVIESA

 

Cuento para contar con cuerdas

Érase una vez una niña muy traviesa, un día traía tan de cabeza a su madre que decidió atarla, un ratito, a la pata de la cama. La sentó en el suelo, le sujetó la mano con una cuerda y le dijo; estate un rato quietecita porque ya no puedo más y tengo muchas cosas que hacer.



Después pensó que sentarla en el suelo  
al lado de la cama y atarla no era muy pedagógico, 
que lo mejor sería meterla en la cama, 
pero que siguiese un rato atada 
para que no se pudiera escapar.

 

Preparó bien las sábanas, se las puso limpias para hacerle menos pesado el castigo,  

 

y cogiendo a la niña en brazos la metió en la cama.

Quédate un rato aquí por favor, que tengo que hacer la comida. Esta tarde te llevaré al parque si te portas bien, anda.

Pero poco duro su tranquilidad, en cuanto la madre se dio la vuelta, la niña se escapó.


Los dibujos y el juego de cuerdas son del libro: