martes, 5 de diciembre de 2023

LO CONSIGUIÓ EL AMOR

 Mi abuelo Rafael fue el padre de mi padre. 

Foto del archivo familiar
 

Nació en Córdoba en 1883, fue bautizado por sus amantísimos padres en la Parroquia de San Salvador y Santo Domingo. Iglesia cercana al domicilio familiar  en la calle Letrados, hoy Conde de Cárdenas.

Su primera infancia fue tranquila y alegre. Mostrando desde pequeño una gran afición por los toros y los caballos. De hecho uno de los primeros regalos que recibió, por parte de su padre, fue una preciosa jaquita blanca de recia constitución, con la que se paseaba orgulloso por la Alameda.

Como acontecía que mi bisabuelo trabajara de sastre en la maestranza, le confeccionó a la criatura, un traje de flamenco azul marino, compuesto de chaquetilla corta, pantalón estrecho y fajín granate, que complementó con un gracioso sombrerito calañés. Vestido de esta guisa y a la tierna edad de once años, debutó el 14 de octubre de 1.894 en la plaza de toros de "Los Tejares", “pidiendo las laves” en términos taurinos, en un festival de Toretes y Cintas, organizado por la Sociedad La Cruz Roja de Córdoba.

Dicho acto quedó reflejado en una foto, a doble folio, debidamente enmarcada que lució durante varios años, en diversas    exposiciones sobre temas antiguos de la tauromaquia, en el Circulo de la Amistad de la ciudad.

Por un azar del destino, se cuenta que a esta fiesta, en la que Rafalín hacía su debut en el mundo taurino, asistió Pilar entre cientos de personas, en compañía de una de sus hermanas y de su institutriz. A dicha niña, de siete años de edad, quien por azares del destino años más tarde, pasaría a ser mi abuela, también se la puede vislumbrar en un extremo de dicha foto, sonriente y tocada con un coqueto sombrerito.

Entre lances, caballitos y paseos por el campo acompañando a sus padres y familiares, transcurrió la acomodada infancia de mi abuelo.

Debió ser buen estudiante, pues pudo matricularse sin dificultad en el Instituto de Enseñanza Media Luis de Góngora, situado en la Plaza de las Tendillas. Centro de reconocido prestigio, fundado por los Jesuitas en 1577, situado a escasos doscientos metros del domicilio familiar.

Una vez terminado el bachillerato inició la Licenciatura  de Derecho en Sevilla, ya que en aquella época no había facultades universitarias en Córdoba.

En la familia se recuerda la anécdota, de que en una de sus primeras actuaciones como abogado, le correspondió defender a un gitano que se había "merendado a un cristiano” y corría la suerte de ser ajusticiado.  Rafael, lo defendió con tan meritorios discursos que salvó al infeliz del garrote vil, hecho muy comentado por la ciudadanía cordobesa, que admiró con entusiasmo la valía de aquel muchacho, así como el detalle añadido, de que el bisabuelo lo tuvo que vestir de largo para tal ocasión, ya que todavía usaba pantalón corto.

Su juventud transcurre feliz, entre el estudio y el ocio, alternando con jóvenes de conocidas familias cordobesas, siendo socio del Circulo de la Amistad, Liceo Artístico y Literario al igual que su padre. Se piensa que en uno de aquellos "saraos" conoció, esta vez de verdad, a la que sería mi abuela Pilar, que rápidamente se prendó de aquel simpático muchacho, locuaz, de risa fácil y de ojos hermosos.

Para desilusión de los jóvenes, mi otro bisabuelo Nicolás, que era de armas tomar y experto en el manejo del florete y las artes marciales,  puso el grito en el cielo ante este incipiente romance, considerando que ese picapleitos no alcanzaba la categoría que merecía su delicada hija y  prohibió la relación, por lo que a partir de ese momento la pareja mantuvo sus encuentros en la más absoluta  clandestinidad.

Mi abuelo Rafael, a la grupa de su caballo acudía, cada tarde, como un reloj a "pelar la pava"' a una de las ventanas de la casa  de su joven amor, con la complicidad de un "confidente" que ante cualquier presencia inoportuna, encendía una bengala para que el muchacho  picara espuelas y se alejara a la mayor velocidad posible de la tormenta.

Pasaron los meses y ocurrió, que Pilar  cayó seriamente enferma y por más galenos que la visitaron y que la familia consultó, ninguno encontró la solución ni el remedio al mal de la joven y aquí surgió lo inesperado; un eminente médico muy celebrado, tanto en Córdoba como fuera de ella, amigo personal de mi bisabuelo, le sugirió que tal vez “el amor” tuviera la medicina mágica para rehabilitar la salud de la frágil muchacha y, sucedió la magia.

El joven Rafael, al tanto de la situación de su amada, apesadumbrado y afligido, acudía diariamente a preguntar al mayordomo de don Nicolás cómo se encontraba la señorita Pilar. Para su sorpresa uno de aquellos días, fue mi bisabuelo quien salió a recibirlo y con lágrimas en los ojos le dijo, pasa a verla y, aquello que no arregló la ciencia, lo consiguió el amor.

Sanó la enferma y se formalizaron por fin, las relaciones.

Y así fue como en el año 1.913 Rafael y  Pilar se casaron y comenzaron otras nuevas historias…

 

 

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