El siguiente cuento es muy divertido, se lo debo a Maricuela, una
contadora a la que se lo escuché hace mucho tiempo. A todo el público les gusta
mucho. Se puede ampliar todo lo que se quiera. El truco es muy sencillo; ir
jugando siempre con los opuestos; grande y pequeño y con los gestos, de manera
que se intente convencer a los oyentes de cómo es la historia para ir
cambiándola como deseemos.
La señora
Maruja es una señora muy chiquitina, muy chiquitina, pero como es muy presumida
le gusta pasear con un sombrero grande, grande y salir a la calle toda
elegante.
Para ello
se pone un vestido precioso color azul, con dibujos de unas mariposas grandes,
grandes.
Unos
zapatos delicados y preciosos chiquititos, chiquititos con un lazo azul... (todos dicen grande, grande)… no, por
favor ¡qué horror! quedaría espantoso... chiquitito, chiquitito.
Se pone sus
guantes en sus manos grandes, grandes, que tienen bordados unos delicados
lunares chiquititos, chiquititos.
Baja las escaleras
dando unos pasos grandes, grandes, de manera que en dos saltos está en la
calle, meneando su bolso amarillo chiquitito, chiquitito.
Cuando
llega a casa de su amiga que es grande, grande, la casa, no su amiga, se
encuentra preparada una preciosa mesa de café chiquitita, chiquitita. Encima de
la mesa unas tazas... ¡no! chiquititas, chiquititas encima de unos
platos grandes, grandes.
También hay
unas bandejas grandes, grandes, llenas de riquísimos manjares, por ejemplo unas
deliciosas galletas chiquititas, chiquititas y unos pasteles grandes, grandes.
Ella con
mucha delicadeza pone en su té una cuchara... ¡nnnnnnnoooo!, grande, grande... de
azúcar porque es muy golosa y se toma dos tazas chiquititas, chiquititas de su
bebida preferida.
En ese
momento se le acerca un precioso gato de angora chiquitito, chiquitito... con
unos ojos verdes grandes, grandes que la miran con ternura y dice un miau... grande, grande, grande, tan grande que
casi la tira al suelo del susto.
La señora
chiquitita con su sombrero grande, sus zapatitos chiquitos y las mariposas
grandes de su vestido chiquitito, prosigue su paseo después de tomar el té con
su amiga chiquitita de la casa grande.
Como
siempre se encamina al parque dando pasos chiquititos, chiquititos, por que se
ha hartado de pasteles y se siente un poco pesada.
Cuando llega,
se encuentra delante de una puerta grande, grande iluminada por una farola chiquita,
chiquita que daba paso a un jardín... no... chiquitito, chiquitito, del tamaño
de una baldosa, porque es un jardín japonés.
La señora
Maruja, da cuatro vueltas exactas al jardín y observa, como hace siempre, un
hormiguero lleno de hormigas... ¡¡¡no!!!! chiquititas, si no que horror, y se vuelve
a su casa dando unos pasos grandes, grandes,
porque ya con tanto aire libre y tanto paseo le han entrado unas enormes
ganas de volver a su casa a cenar.
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