viernes, 11 de octubre de 2024

NO DUDARÉ EN DEFENDERME

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 Se fue padre.

Se fue de madrugada, silencioso, como siempre, pensando que yo no lo escuchaba, que no percibía los crujidos de sus pasos por la casa, recorriendo el pasillo profundo, que separó siempre nuestras alcobas.

Se fue calladamente, como si así hiciera menos daño, como si en cada ausencia no se llevara un fragmento de cada uno de nosotros.

¿Cree acaso que no notamos cuando comienza los preparativos? ¿Qué estamos ciegos ante la ligereza de sus gestos, sordos a los cuchicheos de los criados, los movimientos en las caballerizas o el piafar de su yegua favorita, que presiente alegre el fragor de futuras batallas?.

Cómo puede ser tan ingenuo, tan irresponsable, tan insensible, tan insensato.

 Se fue padre.

¿No sabe acaso que deja a madre en una profunda tristeza? Que, ante su ausencia, acompasa su respiración cotidiana al ritmo del telar y nos despierta en las noches insomnes con su monótono zis zas perpetuo.

Ni siquiera las doncellas se atreven a reírse y transitamos los días como almas en pena, vagando por corredores soñolientos, penando entre páginas de la enorme biblioteca, desordenando el cuarto de juegos, bajando y subiendo escaleras  para intentar otear desde las almenas… Vigilando emocionados el horizonte, por si vuelve, por si un día vuelve o si alguien, acaso, regresa con sus nuevas.

Se fue padre.

Apenas las cinco de la mañana. El cielo en lontananza, comienza a poblarse de azulrojos y a escondidas de la nodriza, descalza y en camisa, me aproximo a la alcoba de madre, queriendo asirme de su mano. Esa blanca mano que nadie acogerá en mucho tiempo. Pretendiendo acunarla en mis torpes catorce años, con la cabeza, aun, inundada de imágenes relatadas, en noches frente al fuego, de aquellas aventuras que padre nos traía de sus guerras inútiles pobladas de cadáveres sangrientos.

Maldigo no haber nacido varón para impedirle el paso, para obligarle a que me llevara con él, a donde fuera, poder enarbolar con orgullo su estandarte y huir así del silencio de las estancias en los próximos días, meses y, puede, que hasta años.

Quisiera suprimir el color ceniciento del castillo, siempre a media luz, y, las tardes odiosas bordando sábanas inútiles que nunca conocerán el amor verdadero.

Se fue padre.

No recibiremos nada más que migajas de palabras devanando contiendas, inútiles misivas, relatando pasajes que, por sabidos, no resultaran más esperanzadores. Al final de cada carta un liviano epitafio. Apenas tres palabras para dedicarnos un: “te quiero”, dulce, un “os amo a todos”. Ternura para su bella esposa, besos y abrazos para sus pequeños hijos, su futuro.

¿Amor sincero?

¡Se puede ser más rastrero!

¡Cobarde!, ¡cobarde!, ¡cobarde!

 

Se fue padre.

Por qué te ausentas si dejas en tu casa las puertas abiertas a la desgracia, a nuestra tristeza infinita, al acoso que, los que se dicen nuestros guardianes hacen a madre, a las miradas libidinosas que me persiguen por los pasillos, los roces inoportunos de los escasos varones que, por vejez, no fueron a la batalla, que aterran y soliviantan mi juventud inocente.

¡Olvídate canalla, de conquistar el mundo y regresa antes que sea demasiado tarde! Antes que tu señora ceda ante tanto despropósito, antes que me vea mancillada por un vulgar  lacayo, antes que tus hijos pequeños se asalvajen entre las patas indomables de los caballos de tus cuadras y la dejadez de las nodrizas.

Se fue padre.

Cuánto tiempo tenemos que llorarte después de cuatro meses sin una sola carta.

¿No hay nadie al otro lado del muro?, dinos, ¿no hay nadie?

Tendré que cortarme los cabellos, robar la vestimenta de uno de tus pajes, y escapar en mi alazán a recorrer el mundo, a buscarte. Ser, por fin, el varón que quisiste tener, el que soñaste levantar en tus brazos y nombrarlo tu príncipe heredero.

Yo también anhelo tus sueños, deseo luchar contra Polifemo, encontrar la fuente de la eterna juventud, surcar en un barco océanos de admiración y aventura, enamorarme de un tierno efebo que me haga estremecer en sus brazos.

Quiero ser otra, no quiero seguir pudriéndome aquí en este bando donde nos has dejado, sin preguntarnos, sin poder defendernos de este futuro incierto, imperfecto, duradero, absurdo.

 Se fue padre.

Nunca más seré la niña delicada, no querré escuchar tus poemas ni tus cartas, no ansío abrir esas delicadas sedas con las que regresas de tus viajes protegiendo valiosos presentes. Dejé de ser tu princesa para comprender, demasiado pronto, hasta donde llega el egoísmo de los hombres. No quiero un varón que me salve de mi presente ni dirija, en su arrogancia, mi futuro.

Regreses cuando regreses, llegarás tarde. Tu hija volará enjalbegada, cubierta de tules y dorados, con el corazón roto por todo lo vivido, por tener que hacerme mayor antes de tiempo, por ver morir a madre lentamente de tristeza enterrada cada día en devanar  madejas inútiles de futuro.

No me busques padre, no me busques. Seré el arquero más ágil de tus ejércitos, el soldado más valiente, el más rápido. Si hay que ir a la guerra iremos todos, o no fue ese el juego que nos enseñaste desde nuestra más tierna infancia. No hubo otras historias que las conquistas, que el descubrir nuevos mundos para hacerlos propios.  Nos hiciste palpitar con tus grandes relatos…

Llegar siempre más lejos, más alto.

Allí nos encontraremos, padre… en la batalla,

No dudaré en defenderme.     

                                                                               Teresa Flores

2 comentarios:

  1. Cuanta tristeza. Cuanta historia incomprendida. A mi me estremece tu relato, pero debo admitir que no lo termino de entender. Yo tambien me quedo desolada y triste por ser tan torpe. Lo siento.

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  2. Solo es una fantasía querida, tampoco hay que quebrarse el coco.

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