Tato tenía seis años y un caballo de madera.
Un día su padre le dijo:
-¿Qué regalo quieres? Dentro de poco es tu cumpleaños.
Tato se quedó callado. No sabía que pedir. Entonces, vio un pisapapeles sobre la mesa de su padre. Era
una pajarita de plata sobre un pedazo de madera. Y sobre la madera estaba
escrito: “Para
los que no tienen tiempo de hacer pajaritas”. Al leer aquello, sin saber por qué, el niño sintió pena por su
padre y dijo:
-Quiero que me hagas una pajarita de papel.
El padre sonrió:
-Bueno, te haré una pajarita de papel.
El padre de Tato empezó a hacer pajaritas de papel, pero ya
no se acordaba. Fue a una librería y compró un libro. Con aquel libro, aprendió a hacer pajaritas de papel. Al
principio, le salían mal; pero después de unas horas, hizo una pajarita de
papel maravillosa.
-Ya he terminado, ¿te gusta?
El niño miró la pajarita de papel y dijo:
-Está muy bien hecha; pero no me gusta. La pajarita está
muy triste.
El padre fue a casa de un sabio y le dijo:
-Esta pajarita de papel está triste; inventa algo para que
esté alegre.
El sabio hizo un aparato, se lo colocó a la pajarita debajo
de las alas, y la pajarita empezó a volar.
El padre llevó la pajarita de papel a Tato y la pajarita
voló por toda la habitación.
-¿Te gusta ahora? Le preguntó.
Y el niño dijo:
-Vuela muy bien, pero sigue triste. Yo no quiero una
pajarita triste. El padre fue a la casa de otro sabio. El otro sabio hizo un
aparato. Y con el aparato, la pajarita podía cantar.
La pajarita de papel voló por toda la habitación de Tato.
Y, mientras volaba, cantaba una hermosa canción.
Tato dijo:
-Papá, la pajarita de papel está triste; por eso canta una
triste canción. ¡Quiero que mi pajarita sea feliz!
El padre fue a casa de un pintor muy famoso. Y el pintor
muy famoso pintó hermosos colores en las alas, la cola y en la cabeza de la
pajarita de papel.
El niño miró la pajarita de papel pintada de hermosos
colores.
-Papá, la pajarita de papel sigue estando triste.
El padre de Tato hizo un largo viaje. Fue a casa del sabio
más sabio de todos los sabios. Y el sabio más sabio de todos los sabios,
después de examinar la pajarita, le dijo:
-Esta pajarita de papel no necesita volar, no necesita
cantar, no necesita hermosos colores para ser feliz.
Y el padre de Tato de preguntó:
-Entonces, ¿Por qué está triste?
Y el sabio más sabio de todos los sabios le contestó:
-Cuando una pajarita de papel está sola, es una pajarita de
papel triste.
El padre regresó a casa. Fue al cuarto de Tato y le dijo:
-Ya sé lo que necesita nuestra pajarita para ser feliz.
Y se puso a hacer muchas, muchas pajaritas de papel. Y,
cuando la habitación estuvo llena de pajaritas, Tato gritó:
-¡Mira papá! Nuestra pajarita de papel es ya muy feliz.
Es el mejor regalo que me has hecho en toda mi vida.
Entonces, todas las pajaritas de papel, sin necesidad de
ningún aparato, volaron y volaron por toda la habitación.
Fernando Alonso
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