Es la segunda feria del mes del Agrado. Hoy me corresponde. El corazón me salta desbocado y la agitación corre por mis venas a pesar del corto periodo pasado desde la última vez. Tanta emoción me reseca la boca. Lo he conseguido con gran esfuerzo y mucha obediencia, corresponde bajar la cabeza si quieres recibir tan meritoria recompensa.
Soy consciente de que durante
mi corta vida he estado supeditado a estos encuentros. Es así, esta es la
sociedad que tenemos, esta es la única razón que me permite seguir viviendo “si
es que a esto se le llama vivir”.
No me mueve el dinero, ni los
bienes materiales con los que intentan embaucarnos, no me ayudan las drogas
dulces que puedo conseguir por unos minares. El castigo perenne es no poder
vivir otras vidas pasadas sólo conocidas gracias a la IA.
Espero a la entrada de la
gran semiesfera gigante, de tonos plateados, con otros ambivalentes como yo.
Cada uno llevamos al cuello la insignia del premio conseguido. No todas son del
mismo color ni tienen la misma grafía, la mía es roja iridiscente con
partículas blancas. Revela gran categoría, casi sesenta mega espectros, lo que
me asegura una poderosa experiencia.
Por fin llega el momento. Nos
hacen pasar a la gran sala circular de proyección múltiple que nos acoge. Me
acomodan en un brillante sillón de
resina polimérica que se adapta con facilidad a mi personal geografía. Solicito
un hidratante y recibo una bebida energética, de sabor indefinido, que relaja y
calma mi corazón encabritado.
Se va haciendo el silencio.
Baja paulatinamente la intensidad de los neones. Me envuelve una música
personal que se abre paso en mi cerebelo interior. Sé que es la mía, la que he
solicitado, debidamente programada en un
correo, días antes de asistir a este evento. Mis manos se estremecen sujetándose
a la Patética de Beethoven. La gravedad desaparece de mi entorno y me dejo
llevar por este túnel del tiempo.
De repente, mis pies
descalzos pisotean margaritas de colores rabiosos, el prado por el que camino
rezuma agua. ¡Agua!, me sumerjo en un río bravo de remolinos tumultuosos, la
humedad impregna todos mis poros, me hago sirena, pez, medusa. Saboreo
frenéticamente el delicioso líquido queriendo esponjarme de este bien casi
inexistente. Una cascada intenta acallar mi preciada música sin conseguirlo, el
viento azota mi cara, respiro a pleno pulmón y mis bronquios se abren al oxígeno
puro que llena todos los rincones de mi existencia. Corro por terrenos
pantanosos sintiendo el azote, en mis piernas desnudas, de los frescos juncos.
Salto, mis pies se enfrentan a rocas musgosas y me abrazo, con entrega infinita
a los árboles de mi infancia. Grito con todas mis fuerzas. Río, río
estrepitosamente a carcajadas valientes, como hacía mucho tiempo no había
sentido. Lágrimas reparadoras inundan mi rostro… Lloro durante largos momentos
en sacudidas alegres que acaban haciéndose, después de unos instantes, más y
más amargas.
Las luces de la sala van
insinuándose. El silencio nos aplasta como una losa. Una voz metalizada
recomienda esperar unos momentos, antes de desalojar la sala, hasta que
nuestros ritmos cardiacos hayan adquirido su “natural” cordura.
Salgo borracho de emociones.
Han merecido la pena las
jornadas extras trabajadas en la mina, a cielo abierto, donde me ocupo de la
difícil extracción del Colimbo, último elemento de la tabla periódica,
fundamental para poner en marcha los reactores de potencia, que durante unas
horas diarias conceden energía a la
población
Solo quedamos 200 millones de
habitantes que ocupamos, apenas, el espacio de dos de los Antiguos Países.
Vivimos distribuidos entre el subsuelo y los grandes rascacielos que pudieron
salvarse de la terrible hecatombe que supuso La II Gran Guerra Mundial del
Agua.
Son muchos los compañeros que
he visto perderse en estos desastres, muchas las mañanas que no quisiera
despertarme, mucho el odio a toda nuestra raza por no haber sabido cuidar la
Tierra. Es grande el cansancio que nos provoca respirar, con máscaras, un gas
licuado que sabe a tierra batida, asearnos a base de nano partículas de aire,
hidratarnos con líquidos energéticos de sabor artificial y alimentarnos de
sucedáneos plásticos cultivados en laboratorios.
Por eso agradezco y vivo
pendiente de estos momentos de asueto que me permiten renovarme y construir
recuerdos que no me pertenecen, llorar por el terrible pasado que nos condujo
al ocaso, poder visionar imágenes prestadas de mi
infancia, de mi familia y de aquellos queridos amigos que se perdieron en este largo
y terrible proceso.
La próxima vez volveré, si puedo, al lugar donde nacieron mis antepasados, recordaré las alamedas doradas en el otoño, el pozo de agua fresca de casa de mi abuela y, entraré en el mar…ese mar que espero deje en mi boca un permanente sabor a salitre.
¿Lo has escrito tu? ¡Es magnifico, hermana! Tienes que publicarlo en algún sitio o mandarlo a un concurso. ¡Qué fantasía, qué vocabulario tan bien inventado y elegido, que historia! Bueno, no es que me haya encantado, es que me has deslumbrado.
ResponderEliminarEres grande, das más ánimos que tu profe de cerámica y la mía de pintura juntas … No sé si mandársela a algún "conocido" novelista por si quiere mejorar estilo? ¿Tú que opinas?
ResponderEliminarPor supuesto, mándasela a quien tu conozcas, o no conozcas. mándala a un concurso o al IDEAL. ¡¡No dejes este tesoro escondido aquí!!
ResponderEliminarMe refería a un conocido más cercano.... Jeje
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