miércoles, 8 de enero de 2025

Rabanito el recaudador

El recaudador Ramón Ramírez,  riojano por naturaleza, oriundo de Logroño, era un remilgado señor que recogía la recaudación a manera de si una recogida de rábanos se tratara, más largos eran los rábanos, más grandiosa resultaba la cobranza.

Su horroroso carácter, su personalidad iracunda, su carcamalidad extrema y los gritos y berridos que  precedían a su revista a la comarca, le concedieron para siempre el honorable sobrenombre de Rabanitos el Egregio Rabicundo.

De pelambrera atiburazonada, rubia tirando a pelirroja, repulsivamente gordo de cara y cuerpo,   rabiosamente contrahecho, renqueante de pierna derecha y hacedor de un frenillo mortal, que le producía una expresión oral incomprensible a la par que ridícula, que provocaba risotadas a los que les escucharan.

La arribada de Ramón a la comarca iba prefijada por un enredo sin precedentes. Los burros que le portaban, en reata de a cuatro, resultaban ser más burros que el atribulado personaje, arrollándose a tirar coces por doquiera que fueran, mientras rebuznaban fieramente, incrementando la reyerta callejera.  

Era tal la algarabía que se organizaba en los cobros, que no era extraño que al enterarse de su comprobación venidera, los labriegos y sus mujeres, pusieran kilómetros en polvorosa  y recurrieran a artimañas como la de esconderse en las cuadras, herrerías, huertas o subterráneos de la parroquia y dejaran criaturas solitarias de tres a cuatro años, a cargo de Villarrobles.

Cuando Ramón el rubio, rubicundo e irascible recaudador se personaba en el lugar, no encontraba personas mayores que lo atendieran.

Rollizo como era y, considerando que arrojó con oprobio a la cárcel al tercero de sus secretarios debido a un robo en la recaudación, se encontraba en la circunstancia de tener que bajarse en solitario de su peligroso corcel.  Tras trece giros, rugidos y rebuznos del pobre cernícalo, sin tener más remedio se tiró al suelo, y tras varios coscorrones y un desgarrón en el trasero de sus greguescos rojos- terciopelo, logró alzarse en sus cortas y renqueantes piernas para poder avanzar a las cerradas puertas de la urbe.

A sus gritos, rápidamente aparecieron cuatro perros ladrando que comenzaron un ritual macabro de correteos entre sus Martinelli marrones, más se alteraba más gritaba y los rottweiler más ladraban, por lo que la algarabía crecía y crecía, aun más si eso era permisible.

Rugiendo y bramando, encolerizado e iracundo, tras un rato mortífero en que resultó polvoriento e irritado en grado mayor, prefirió irse temeroso del aprieto que se le presentaba, ya que si comprometido fue bajar del burro más aun le resultaría subirse.

Con lágrimas de cocodrilo, lloriqueando a lágrima muerta,  de un  humor negro tirando a pardo oscuro,  se marchó  de Villarrobles de Arriba arrastrando pesaroso su cabalgadura. Mientras, las urracas ladronas por naturaleza, se reían a pierna libre de él y de su pobre suerte.

 

Breve periodo tardo el rey Romualdo Tercero de enterarse de lo ocurrido y considerando el  deterioro del tesoro sobrevenido por la corta  recaudación realizada por el ridículo personaje, resolvió presentarse rápidamente por tierras riojanas a reclamar lo que consideraba propio. Sobre un hermoso  corcel de roja traza, se aproximó presuroso a la parroquia deudora. 

Advertidos de la presencia del reluciente cobrador los agricultores y lugareños en general, pretendieron utilizar las  armas que  sirvieron con Ramón el Rubicundo, y se volvieron a esconder.

Pero  ¡ay pardiez!, el rey no apareció en solitario y, sin problemas para bajarse de su cabalgadura, se enfrentó encolerizado, trabuco en ristre sobresaltando a  los baturros. En el centro del  lugar principal del cortijo ordenó una arenga impartida por su adiestrado vocero:

-Se responsabiliza a todos los labriegos y trabajadores de esta zona rural y hortícola, a que en la mayor brevedad entreguen a su Rey y Señor,  la parte correspondiente de la recolección del año en curso, de; racimos, rábanos,  remolachas y carneros. De no ser realizado  se procederá en breve a cortar algún brazo o una pierna, para dar muestra, o se capturará a las mujeres quinceañeras  de manera que sirvan, de ahora para siempre, a su real realeza.

No precisamos indicar que las arcas se llenaron en un abrir y cerrar de miradas.

Teresa Flores

lunes, 6 de enero de 2025

PALABRAS ALOCADAS

 

Ahora algunas palabrejas para seguir soñando....

Piscinario: dícese del lugar donde se alquilan piscinas.

 Pianorio: sinfonía jilgueril.

 Postcarreta: parte posterior de la carreta.

Cortinazo: golpe infligido con una cortina.  

·      Muebluquear: amueblar la casa con poco interés, o con muebles de baja calidad.

·      Rosarificar: rezo del rosario de rodillas.

·      Almohadero: persona que se ocupa del relleno de las almohadas.

·      Puertacho: puerta pequeña o de mala calidad.

·      Losadizo: suelo resbaladizo.

·      Subalmirez: aparato para machacar ajos cuyo uso fue abandonado. 

·      Radiotear: agitar la radio en el aire, para conseguir captar mejor el sonido.

·      Pinturable: que se puede pintar.

·      Exparque: jardín al que se deja de visitar por desengaños amorosos sufridos en él.

·      Plumachón: edredón gigante de pluma de pato de mucha calidad.

·      Gansificar: hacer el tonto de manera organizada.

·      Pelotal: Persona orgullosa de su espléndida cabellera.

·      Interanillo: Espacio que pasa entre divorcio y divorcio en una misma pareja.

·      Cajonudo: Cajón donde se guardan las mejores cosas de la casa.

·      Papelario: Desorden propio de algunas bibliotecas.

·      Lentejacho: Gafas de poca o ninguna categoría.

        A seguir inventando....

                        Teresa Flores


domingo, 5 de enero de 2025

¡MUCHA MIERDA!

 

 

Personajes: Eva, Yusuf, Isabel, Martina, Xusa,

                                          Tomás, Javi, Toxu, Chico

     

Quedan cuatro horas para el regreso. Los gritos de los jóvenes llevan acompañando toda la mañana el frenesí de la partida. Son exactamente las nueve y cuarto de la mañana y todavía queda Tomás rezongando entre sábanas, las chicas le han caído encima y le han mojado, intentando entre risas,  sacarlo de la cama.

 La ausencia de Martina pasa desapercibida entre tanto caos. Yusuf, grita desde la cocina recordando los turnos establecidos para las tareas de la casa. Las frases se suceden a una velocidad de vértigo casi ahogadas por el Aleluya de Leonard Cohen que atrona las estancias.

Falta mucha tarea por delante, ya que se han comprometido a que la preciosa casa rural, que han alquilado en Cabo de Gata, quede presentable a la hora de devolver las llaves.

La noche ha sido movida. Después del último ensayo con el que se consideraron, por fin, satisfechos, se permitieron una fiesta en la que acabaron bebiendo más de la cuenta y más de uno deambuló perdido, a mitad de la noche, entre el cuarto de baño y camas que no eran la suya.

 

—¿Sabéis dónde está Javi? —preguntó Chico, desde el jardín, haciéndose oír por encima del jaleo reinante.

—¿Alguien sabe donde está Xuxa?— le respondió Eva con una risita sardónica.

 

El encuentro resultó provechoso, habían trabajado duro desde la tarde del miércoles en que llegaron al lugar. Nada más aparcar la furgo y adentrarse en el salón, distribuyeron habitaciones, colocaron equipajes y en la «asamblea de los nueve» como se autodenominaron; establecieron, siguiendo los sensatos criterios de Toxu, un riguroso horario de ensayos, tareas domésticas y momentos de ocio.

Era su trabajo de fin de carrera. Cuatro años de Arte Dramático que debían plasmar en una representación frente a público. Habían elegido la tarea más difícil, preparar una pieza teatral, de cuarenta minutos, sobre un tema creado íntegramente por el grupo.

Después de tanto ensayo y tantas modificaciones,  ninguno de ellos podía asegurar de quien había surgido la idea primigenia de la obra, pero estaba claro que la pieza resultante, rayana en la distopía y la esquizofrenia, representaba con bastante acierto la angustia de un mundo mercantilizado, en que las personas eran un simple objeto en los procesos de producción.

 

—¿Alguien sabe donde esta Chico? —preguntó Isabel apareciendo con una escoba en la mano—, le toca barrer conmigo los dormitorios y se ha escapado en cuanto me he dado la vuelta.

—¿Y Eva? —inquirió Martina, entrando con prisa  en la sala, con el bañador aun mojado.

—¿Sabéis lo que os digo?— intervino Toxu, que en ese momento estaba apagando la música y ordenando su equipaje —, esto empieza a parecerse a nuestro  teatro, si vamos a perder a alguien que sea pronto, que a la una partimos.

 

Su comentario fue secundado por un coro de risas. El guión de la obra estaba basado en que cuanto entraban en escena los actores, comenzaban a   contar cada uno, desde su propia paranoia personal: una cosa, un objeto, una lista, una serie, pero no podían completar sus recuentos hasta que el grupo de los nueve no estuviera completo. Lo ocurrente del desarrollo, era que por más que entraban y salían al escenario, nunca conseguían estar todos.

 

—¡Yo ya estoy lista! —exclamó Eva, soltando de golpe sus bártulos en el suelo.

—Pues súbelos a la furgo, ¡so pava! —le espetó Isabel— y no los dejes por medio, así no acabamos de limpiar nunca.

—¿Qué hacemos con lo que sobró de comida?— gritó Tomás desde la cocina.

—Ya te ayudo —respondió Chico—, que te ahogas en un vaso de agua.

—¡Javi! —Vociferó Eva desde el piso de arriba—, ven y recoge tus cosas.

 

La hora de la marcha se iba acercando, los chicos trasladaron sus mochilas a la furgoneta de Isabel, con la que habían realizado el viaje.

Cada vez que alguien preguntaba por un compañero la algarabía aumentaba y las risas se hacían más estruendosas, parecía que continuaban representando la pieza teatral a la que habían dedicado tantos ensayos.

El tiempo agradable les había acompañado, a pesar de ser principios de junio. Incluso la temperatura del agua era excelente, casi caliente, como reconocieron los amantes de los baños.

A medio día Xuxa y Eva barrían la terraza, Yusuf y Javi se ocupaban en recoger las botellas de la noche anterior y siguiendo las indicaciones de Toxu, las colocaron aparte para dejarlas más tarde en  el contenedor apropiado.  Javi aprovechó esos minutos para hacer las últimas fotos a la tranquila playa, Isabel revisó las terrazas y Tomás comprobó puertas y ventanas de las habitaciones.

A las doce y media con la furgoneta casi cargada, coincidieron por fin, en el porche delantero desde donde se divisaba la pequeña cala de aguas tranquilas.  Al mirarse entre ellos, la carcajada fue unánime.

 

—¿Os habéis percatado que en toda la mañana no ha habido un solo momento, en que hayamos estado juntos en el mismo sitio? —Comentó Yusuf con cierta aprensión.

—¡Qué tontería! —exclamó Isabel— en el desayuno.

—¡No es verdad! —saltó rápida Eva—, Tomás dormía.

— Y Javi estaba en el baño —precisó Toxu.

 

En ese instante todos miraron a su alrededor. Una corriente suave, de aire fresco, se levantó haciéndoles estremecer…

El grupo seguía sin estar completo.

 

—Ahora —dijo Chico, siempre el más tranquilo, pero con un deje de histeria en la voz—, que no se mueva nadie de aquí, ¿dónde coño está Martina?

—Se fue a bañar — respondió Yusuf con un hilo de voz.

—Pero volvió, la vi, la vimos, ¿no es verdad? —aclaró Isabel— venía muy agitada y preguntó por Eva.

—Yo no la he visto desde el desayuno —respondió Eva—,  no me he dado cuenta de su ausencia, esto ha sido un guirigay toda la mañana.

—¡Es el número nueve, el número nueve!, ¡ya sabéis lo que le ocurrió al número nueve¡¡¡¡¡ —chillo Javi, bromeando como el bufón que era, queriendo, en parte, quitar hierro al asunto.

—¡No tiene gracia!— Isabel y Chico casi se asustaron al haber reaccionado a la vez, con tanta virulencia.

—¡Estúpido! —gritó Eva fuera de sí.

—Vamos a calmarnos —, expuso Yusuf, con su flema habitual —, seguro que se ha ido de nuevo al agua, ya sabéis como le gusta la playa. Vamos a organizarnos y la buscamos.

—¡Es una niñata caprichosa que siempre quiere que hagamos lo que ella dice, y se enfadó porque no aceptamos el final que propuso para la obra! —exclamó Javi, sacando a flote una faceta rencorosa de su personalidad, desconocida para todos.

 

La casa fue revisada de arriba abajo, el coqueto  jardín, las terrazas, la playa, la llamaron primero con timidez y luego a gritos, usaron los móviles sin resultado. Encontraron su equipaje, perfectamente colocado, en el armario del cuarto donde había dormido.

—¿Tomás, no tenías que mirar los dormitorios? —preguntó alterada Eva.

—Le ha pasado algo muy malo, lo presiento —dijo Xuxa con voz temblorosa.

 

A la una en punto, seguían sin estar todos.

 

Javi enfurecido espetó de nuevo:

—¡Lo que hay que hacer es irse y dejarla aquí, que se apañe para volver, es tonta, nos quiere asustar, es una niña malcriada y caprichosa!

—Si no te metieras tanto con ella —, le lanzó Eva—, si no estuvieras siempre acomplejándola, tal vez estaría aquí, con nosotros, ¿le has hecho algo?, ¡eh!, ¿di? ¿Le has hecho algo?, esta noche, te oí salir de tu cuarto. ¿Jura que no has estado acosándola?

 

 

—¡Aquí, venid aquí, urgente, socorro! —la voz de Yusuf rasgó el aire con angustia.

 

Todos corrieron al oírla.

 

Martina, en la hamaca del jardín oculta entre los árboles, envuelta como una crisálida en la lona, apenas respiraba. Un hilo silbante de aire clamaba angustia desde el fondo de sus pulmones.

Toxu e Isabel, la envolvieron con premura en una manta y la subieron a la furgoneta.

El viaje veloz al hospital más cercano fue acompañado de un silencio premonitorio, Eva miraba con asombro el trazo sinuoso y rojizo que las medusas habían dejado en los brazos de Martina. Javier lloraba como un crio pequeño.

 

En la mente de cada uno, se repetía como un mantra el final, elegido, de la obra, cuando desesperados los personajes, abandonan su obsesión por contar, al conocer la causa de la ausencia mortal del número nueve.