domingo, 27 de octubre de 2024

Espacio y corazón

 


No quedó constancia por escrito de cómo se fueron desarrollando  los hechos, habida cuenta que llegó un momento que la Hermana Escribana se percató de que plasmar en papel lo que acontecía en aquel lugar podía llegar a ser  comprometido.

El Convento de Clausura de Santa Carmelita del Penúltimo Suspiro era, a finales de los años 90, una congregación lo suficientemente importante y conocida, como para preocupar al arzobispado por su situación. La falta de vocaciones había convertido aquella Santa Casa en un lugar fantasmal donde mal vivían media docena de ineficaces monjas achacosas, menuditas y nonagenarias.

Pertenecientes  a la orden de las Carmelitas Descalzas, con  voto de castidad y silencio, ocupaban un amplio palacio del siglo XVII situado en el Cerrillo de Maracena. Rodeado de una amplia extensión de terreno poblado de hermosos frutales, se ocupaban, otrora, de un provechoso huerto así como de animalitos diversos, que no solo permitía  autoabastecer a las más de trescientas monjas, como sostener aquella casa, su Iglesia y sus cada vez más decrépitas paredes.

No fue extraño que, con el comienzo del siglo el Arzobispado, seriamente preocupado por la coyuntura, enviara novicias jóvenes a ocupar aquellas plazas. Eran casi unas chiquillas provenientes de diferentes partes del mundo, cuyo  único punto en común era  haber escapado del hambre y de la miseria  “convencidas” de que Servir al Señor podía ser lo que les salvara la vida.

Que se mantuviera el Régimen de Silencio como  principio sagrado de la Comunidad les facilitó la acogida.  Senegalesas, malienses, filipinas, chilenas o serbocroatas,  eran conducidas ante la Madre Superiora que les hacía besar su crucifijo, las bendecía,  les entregaba una hoja  con una serie de leyes, claramente ilustradas con pictogramas sobre las normas de la Comunidad y, convencida de que Dios iluminaría el siguiente paso, las enviaba a sus celdas.

Poco a poco, en el silencio de las tareas cotidianas y unos ritos, de tan repetitivos relajantes, la marcha en el Convento empezó a adquirir forma.

No tardó ni un año en ser nombrada la hermana Margarita, de origen coreano, como nueva madre abadesa; 35 años, fuerte, alegre y llena de vitalidad, promovió tal cambio que  en pocos meses se remozaron los estucos, se arreglaron las tejas,  se cepillaron los bancos del refectorio y de la iglesia, se pintaron la paredes y se enjalbegaron las fachadas.

Aquella media docena de jóvenes novicias, bien alimentadas y protegidas, se anticipaban a cualquier gesto de la madre Margarita, que subiendo una ceja o  alzando la mano, indicaba sin indicar, a donde había que acudir y cual era la tarea pendiente.

 La Comunidad variopinta y colorida floreció como una madreselva en primavera.

La Hermana Jardinera consiguió una variedad híbrida de arbusto tropical que, con sus sabias manos y sus tiernos bisbiseos, creció sin desmán por los rincones, antes yermos, que rodeaban el huerto. A raíz de aquellas plantas palmeadas y rabiosamente verdes, no era extraño que al llegar la noche, el claustro se viera enardecido por un aroma dulzón y agradable que dejaba a las monjitas en un arrebato  permanente, que les permitía dormir sin pesadillas y levantase a maitines con alas en los pies y una energía encomiable.

Poco a poco las habitaciones se fueron ocupando por novicias menudas y ágiles venidas de otros rincones del mundo. El Convento entero hervía de ebullición y de alegría contenida. Había tanto que ofrecer a las demás y tantas heridas de las que recuperarse...

Hasta el padre Juan, el confesor, decidió que, ante la poca faena que le daban aquellas buenas mujeres, lo más coherente era remangarse la sotana y compartir en cuerpo y alma la vida y las tareas de la Comunidad.

En breve se puso en marcha el Economato y la Madre Abadesa se encargó personalmente del torno, donde se vendían huevos criados, no con gallinas alegres sino extasiadas, frutos y verduras de los huertos tan sabrosos que parecían regadas con agua bendita y a las que los vecinos, que se surtían de aquel vergel, les achacaban propiedades milagrosas.

Únicamente tenía derecho a salir de aquel reducto, Asunción, la Hermana Recadera, que con sus 86 años poseía una mente inteligente y curiosa. Al haber ingresado en las Carmelitas en su senectud, no se vio sujeta al voto de silencio, por lo que se ocupaba de las compras necesarias para la buena marcha del Convento. La pobre, arrastrando una seria escoliosis, caminaba tan agachada que parecía buscar moneditas del suelo por las calles de Granada mientras se ocupaba, entre otras cosas, en comprar lanas para las labores o seda para los bordados.

Poco a poco el arzobispado fue dejando a su suerte a aquella Comunidad de monjas hacendosas y autónomas que no daban la lata, nada reclamaban y hasta aportaban sabrosos productos del huerto o mágicas infusiones caseras para las migrañas del obispo.

Y así fue como siguieron aparecieron en la puerta mujeres maltratadas, criaturas  abandonadas a su suerte, emigrantes o refugiadas. Nadie preguntó nada y se fueron abriendo más y más celdas, reconvirtiendo salas abandonadas en dormitorios, desempolvando ollas y cacerolas, conscientes del lema que dignificaba las paredes del Convento: “Dios tiene espacio y corazón suficiente para acoger a quienes lo necesitan”.

Nadie se extrañó tampoco cuando apareció el primer bebé en el torno, no importaba si venía de dentro o de fuera de la casa. El silencio tiene eso cuando se respeta. Después fueron llegando niños abandonados o perdidos que se hicieron al silencio, a los juegos sin ruido y a las risas sofocadas, acostumbrados como venían de pasar la vida bajo situaciones inimaginables.

Más tarde entraron jóvenes, y no tan jóvenes, de cuerpos andróginos, que también recibieron la misma acogida; una sonrisa, una manta, un catre, una cuchara, un plato de lata, una túnica y una tarea diaria de la que ocuparse.

Y por las noches, en el refectorio, después de un plato de sopa caliente, un tazón de leche y un trozo de bizcocho de las semillas que la Hermana Jardinera cultivaba con tanto arte, la gran casa comenzaba a llenarse de cantos  sofocados  y muchas, muchas silenciosas risas.

Teresa Flores

sábado, 26 de octubre de 2024

RETAHÍLA DE PORTUGAL

 


MANO MUERTA, MANO MUERTA

QUE UN SAPO LLAMA A LA PUERTA.

EN MI CASA NO ENTRARÁS

PEQUEÑO SAPO VETE YA.

1.- Coger la mano por la muñeca con suavidad y agitarla

2.-Darle golpecitos en la barbilla

3.- Hacer el gesto de despedirlo

viernes, 25 de octubre de 2024

LA MADRE NIÑA

 

Foto realizada en el claustro del antiguo Convento de Santa Paula

Menuda para su edad, silenciosa, delgadita y  frágil, de cabello pajizo y barriga inflamada tal vez a causa del  hambre o de los parásitos. Hubo rumores sobre si había aparecido  en el torno… si la encontraron en la puerta de la cocina, si era la hija del jardinero o de alguna de las novicias que acababan de incorporarse al monasterio.  Poco más se pudo vaticinar en el convento de Santa Paula, para más inri de clausura y con voto de silencio.

Llevaba prendida entre sus ropas una carta, una carta mal escrita llena de tachones y faltas de ortografía, tantas, que necesitaron varias horas para poder descifrarla. Tres cosas dejaba en claro: que se llamaba Elisa, que tenía cuatro años y que nadie la reclamaría nunca. No había apellidos, ni lugar de origen de la desconocida criatura: abandono. Tedioso y vulgar abandono.

 Los primeros meses le habilitaron un jergón de paja en la misma celda donde dormía la hermana cocinera, el lugar más caliente de la casa; no era para menos, en esta Granada que cuando dice de ser inhóspita se lleva la palma.

La nena miraba la comida con una mezcla entre la ansiedad y el respeto, esperaba que alguien le pusiera en la mano un plato de gachas y luego, con la mirada baja, no sabía qué hacer con la cuchara, como temiendo un arrebato violento que llevara consigo, quizás, un fuerte manotazo.

Para las hermanas fue el farolillo que iluminó aquel duro invierno de 1844. Espiaban sus escasas sonrisas, esperaban con ansia sus balbuceantes y tardías palabras y aplaudían con ahínco sus primeros logros. Peleaban por trenzarle su ralo cabello y le regalaban a escondidas, algunas bellotas de la encina del huerto o los primeros  frutos de la higuera.

Elisa fue creciendo, tranquila, triste, lentamente, sin aspavientos, sin arrullos, sin abrazos, no parecía, tampoco, echarlos de menos. Era la más pequeña  del internado que las monjas regentaban y aprendió, con bastante dificultad, a desgranar las primeras palabras, recorriendo los negros renglones de la cartilla con sus deditos menudos, así como a cantar, desafinando en el coro, por maitines.

Tal como vaticinaba su carta de presentación, nadie regresó a reclamarla.

Con el tiempo, la alimentación, el aire libre en el huerto y la compañía de unas y otras, creció su cuerpecillo, su tez adquirió un color saludable, su cabello tomó lustre y, cuando forjó una amistad con una pequeña de su edad y pergeñó, con ella, su primera travesura, sus ojos adquirieron un ligero brillo, descubrió la risa y, en cierto modo, la alegría de estar viva.

Cada noche se escapaba por los lóbregos pasillos a buscar la calle, a espiarla desde las celosías, queriendo escuchar en los huertos vecinos alguna voz humana ajena al convento.

Su cabecita empezó a llenarse de sueños locos, con los relatos que traían sus compañeras sobre sus vidas de afuera, sus familias, hermanos, madres y padres. Palabras que le resultaban difíciles de asimilar, sobre todo aquellas vacaciones o fines de semana tediosos cuando era la única criatura menuda que vagaba solitaria por el convento.

Espiaba los comentarios de la hermana lega, del pescadero cuando traía la comanda, los vendedores que en la calle voceaban las mercancías, y se acostumbró a esperar. Quizás ella, sí, quizás ella, un día podría salir de aquel encierro, porque alguien vendría a buscarla.

Indagó su rostro en cada una de las monjas e imaginó que era hija de alguna, de las que llegaron antes que ella o de las que llegaron después. Las observaba cautelosa; atenta a un gesto, al color de los ojos, el rasgo de sus barbillas, la forma de la nariz, el tono de las voces, para acabar sollozando cada noche, en el dormitorio común, a la espera de que un día aquella cárcel, que le había sido impuesta, se terminara.

 Decepcionada y aburrida optó por centrarse en el estudio. Cuando cayeron en sus manos la vida de los santos comenzó a fascinarse y, vivió con cada uno de estas historias la existencia que nunca tendría. Suspiró con aquellas que fueron mártires, viajó con las que fueron secuestradas, entregó sus cortos años a la penitencia, a las ciudades desconocidas, a los descubrimientos.

  Las hermanas percibieron en ello una señal y no fue extraño que, a los 16 años, animada por la madre superiora, se decidiera tomar el hábito de novicia con el nombre de María Elisa de los Dolores… Nombre con el que fue enterrada como monja ocho años más tarde, víctima de una larga y terrible enfermedad.

Sor Fuencisla, la madre cocinera, que la cuidó cuando pequeña y la escuchaba llorar, desde su jergón, sospecha que la muchacha se consumió de tristeza.

 Lo más curioso es que, a esta joven muerte le siguió, a los pocos meses, el deceso de la nueva madre abadesa. Solo 16 años mayor que Elisa. Algunas malas lenguas señalaron el escaso tiempo de diferencia en que aquellas dos almas habían entrado en el convento y, se percataron entonces, de cómo curiosamente, se habían rehuido e ignorado durante toda sus vidas.

jueves, 24 de octubre de 2024

Hay un hoyo en el fondo de la mar




Desarrollo

Se va acompañando con gestos 
(plas) -> aplausos
 
Hay un hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un hoyo , hay un hoyo, hay un hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
 
Hay un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un palo, hay un palo, hay un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
 
Hay un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un sapo, hay un sapo, hay un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
 
Hay un ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un ojo, hay un ojo, hay un ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
 
Hay un pelo en el ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un pelo en el ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un pelo, hay un pelo, hay un pelo en el ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
 
Hay un piojo en el pelo en el ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un piojo en el pelo en el ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
Hay un piojo, hay un piojo, hay un piojo en el pelo en el ojo en un sapo en un palo en el hoyo en el fondo de la mar (plas) (plas)
 
Desde aquí podéis seguir inventándoos...
Del blog:


domingo, 20 de octubre de 2024

EL RECOLECTOR DE PLANTAS Teresa F

 
 





En sinfonía de verdes
mis ojos afiebrados,
otean el paisaje
sin mirar,
y descubro,
entre espacios,
inexplorados,
aromas nuevos.
 
Registro lo evidente
mientras domino estremecido
la sorpresa.
¿Qué sorpresa?
 
El vuelo de una fugaz mariposa
parece esconder la magia
de un indescriptible presagio.
 
El silencio, a mí alrededor
se rompe con el latir doloroso
de mis sienes,
el aullido de un pájaro
y el atormentado crujir
de mis libélulas.
 
 
Entre el hule,
un brillo extraño
acapara el fragor
de mis cansadas retinas.
 
Mi mano inquieta
y a la vez pequeña y decidida
determina el impreciso gesto,
de relegar unas hojas,
hasta  llegar
donde mi frágil instinto
me señala.
 
Una minúscula florecilla
azulada,
centellea valiente
al rocío incipiente de la mañana.
Sus tiernos pétalos
parecen lágrimas
calientes de la amanecida.
 
Mi corazón necesitado
parpadea,
con un clamor tan intenso,
que somete
mi cerebro,
aún joven de esperanzas,
a una respiración entrecortada.
 
No quiero entusiasmarme.
 
Es tan fácil el vanidoso error
de un paso en falso,
por una alucinación
      inesperada.
 
En mi morral
esperan angustiados
fragmentos prensados
de verde.
 
Tal vez, un día,  
aparezca mi nombre
en el letrero gris
del Jardín Botánico
en el futuro incierto
del breve vergel
que conforma
mi vida.

__________________

 

viernes, 11 de octubre de 2024

NO DUDARÉ EN DEFENDERME

.


 Se fue padre.

Se fue de madrugada, silencioso, como siempre, pensando que yo no lo escuchaba, que no percibía los crujidos de sus pasos por la casa, recorriendo el pasillo profundo, que separó siempre nuestras alcobas.

Se fue calladamente, como si así hiciera menos daño, como si en cada ausencia no se llevara un fragmento de cada uno de nosotros.

¿Cree acaso que no notamos cuando comienza los preparativos? ¿Qué estamos ciegos ante la ligereza de sus gestos, sordos a los cuchicheos de los criados, los movimientos en las caballerizas o el piafar de su yegua favorita, que presiente alegre el fragor de futuras batallas?.

Cómo puede ser tan ingenuo, tan irresponsable, tan insensible, tan insensato.

 Se fue padre.

¿No sabe acaso que deja a madre en una profunda tristeza? Que, ante su ausencia, acompasa su respiración cotidiana al ritmo del telar y nos despierta en las noches insomnes con su monótono zis zas perpetuo.

Ni siquiera las doncellas se atreven a reírse y transitamos los días como almas en pena, vagando por corredores soñolientos, penando entre páginas de la enorme biblioteca, desordenando el cuarto de juegos, bajando y subiendo escaleras  para intentar otear desde las almenas… Vigilando emocionados el horizonte, por si vuelve, por si un día vuelve o si alguien, acaso, regresa con sus nuevas.

Se fue padre.

Apenas las cinco de la mañana. El cielo en lontananza, comienza a poblarse de azulrojos y a escondidas de la nodriza, descalza y en camisa, me aproximo a la alcoba de madre, queriendo asirme de su mano. Esa blanca mano que nadie acogerá en mucho tiempo. Pretendiendo acunarla en mis torpes catorce años, con la cabeza, aun, inundada de imágenes relatadas, en noches frente al fuego, de aquellas aventuras que padre nos traía de sus guerras inútiles pobladas de cadáveres sangrientos.

Maldigo no haber nacido varón para impedirle el paso, para obligarle a que me llevara con él, a donde fuera, poder enarbolar con orgullo su estandarte y huir así del silencio de las estancias en los próximos días, meses y, puede, que hasta años.

Quisiera suprimir el color ceniciento del castillo, siempre a media luz, y, las tardes odiosas bordando sábanas inútiles que nunca conocerán el amor verdadero.

Se fue padre.

No recibiremos nada más que migajas de palabras devanando contiendas, inútiles misivas, relatando pasajes que, por sabidos, no resultaran más esperanzadores. Al final de cada carta un liviano epitafio. Apenas tres palabras para dedicarnos un: “te quiero”, dulce, un “os amo a todos”. Ternura para su bella esposa, besos y abrazos para sus pequeños hijos, su futuro.

¿Amor sincero?

¡Se puede ser más rastrero!

¡Cobarde!, ¡cobarde!, ¡cobarde!

 

Se fue padre.

Por qué te ausentas si dejas en tu casa las puertas abiertas a la desgracia, a nuestra tristeza infinita, al acoso que, los que se dicen nuestros guardianes hacen a madre, a las miradas libidinosas que me persiguen por los pasillos, los roces inoportunos de los escasos varones que, por vejez, no fueron a la batalla, que aterran y soliviantan mi juventud inocente.

¡Olvídate canalla, de conquistar el mundo y regresa antes que sea demasiado tarde! Antes que tu señora ceda ante tanto despropósito, antes que me vea mancillada por un vulgar  lacayo, antes que tus hijos pequeños se asalvajen entre las patas indomables de los caballos de tus cuadras y la dejadez de las nodrizas.

Se fue padre.

Cuánto tiempo tenemos que llorarte después de cuatro meses sin una sola carta.

¿No hay nadie al otro lado del muro?, dinos, ¿no hay nadie?

Tendré que cortarme los cabellos, robar la vestimenta de uno de tus pajes, y escapar en mi alazán a recorrer el mundo, a buscarte. Ser, por fin, el varón que quisiste tener, el que soñaste levantar en tus brazos y nombrarlo tu príncipe heredero.

Yo también anhelo tus sueños, deseo luchar contra Polifemo, encontrar la fuente de la eterna juventud, surcar en un barco océanos de admiración y aventura, enamorarme de un tierno efebo que me haga estremecer en sus brazos.

Quiero ser otra, no quiero seguir pudriéndome aquí en este bando donde nos has dejado, sin preguntarnos, sin poder defendernos de este futuro incierto, imperfecto, duradero, absurdo.

 Se fue padre.

Nunca más seré la niña delicada, no querré escuchar tus poemas ni tus cartas, no ansío abrir esas delicadas sedas con las que regresas de tus viajes protegiendo valiosos presentes. Dejé de ser tu princesa para comprender, demasiado pronto, hasta donde llega el egoísmo de los hombres. No quiero un varón que me salve de mi presente ni dirija, en su arrogancia, mi futuro.

Regreses cuando regreses, llegarás tarde. Tu hija volará enjalbegada, cubierta de tules y dorados, con el corazón roto por todo lo vivido, por tener que hacerme mayor antes de tiempo, por ver morir a madre lentamente de tristeza enterrada cada día en devanar  madejas inútiles de futuro.

No me busques padre, no me busques. Seré el arquero más ágil de tus ejércitos, el soldado más valiente, el más rápido. Si hay que ir a la guerra iremos todos, o no fue ese el juego que nos enseñaste desde nuestra más tierna infancia. No hubo otras historias que las conquistas, que el descubrir nuevos mundos para hacerlos propios.  Nos hiciste palpitar con tus grandes relatos…

Llegar siempre más lejos, más alto.

Allí nos encontraremos, padre… en la batalla,

No dudaré en defenderme.     

                                                                               Teresa Flores

PEDRO MELENAS

 Extraído del libro   PEDRO MELENAS de Heinr, Hoffmann.


 Por no cortarse las uñas 

le crecieron diez pezuñas,

y hace más de un año entero

que no ha vuelto al peluquero.

¡Qué vergüenza! ¡Qué horroroso!

¡Qué niño más cochambroso!

martes, 8 de octubre de 2024

CUENTOS CON MANOS Y PIES

 

LA VACA Y EL TORO

Vaca dibujada por Nico Flores

        

Cuento dialogado para pies, destinado a criaturas pequeñas

 

(Se cuenta el cuento sentados todos en el suelo con las piernas encogidas, el pie derecho es la vaca y el izquierdo el toro, conforme se hace el dialogo los pies toman vida y se mueven)

 

-¡Vaca!

-¡Toro! (las piernas se estiran al nombrarlos)

(Siempre habla el contrario, si no se especifica se turnan cada vez uno)

-¡Hola vaca!

-¡Hola Toro!

-Dame un besito (se tocan las puntas)

-¡Mua, Mua!

-Vaca ¿nos damos un paseo?

-¡Vale Toro!   (caminan)

-Vamos a correr (trotan)

-¡Uf, que cansancio!

 

(Un zumbido se escucha)

 

ZZZZZZZZZZZZ

 

-¡Ay, Ay me ha picado una avispa!

-Ven, vaca, yo te mezo (se sube encima del otro pie)

-EA, EA

-¿Damos otro paseo, Toro?

-¡Vale!

-¿Saltamos el río? (con los pies juntos)

-Ahora tu primero, Vaca.

-Ven tú ahora, Toro.

-Me tengo que ir ¡adiós, Toro, adiós!

-Un besito (se tocan las puntas)

-¡Mua, Mua!

-Adiós Vaca ¡hasta mañana!

-¡Hasta mañana Toro!

 

(El cuento se puede alargar todo lo que queramos)

 

viernes, 4 de octubre de 2024

Las Matrioskas

  

Para la edición en papel podéis encontrarlo por internet

 Este es un cuento muy bonito para contarlo con ayuda de las muñecas rusas.

Hace mucho, mucho tiempo, un carpintero salió de su cabaña y recorrió lentamente el camino hacía el bosque, en busca de un buen tronco para tallar. En un claro del bosque, el viejo carpintero vio un tronco tan hermoso como nunca antes había visto. Lo cogió y lo llevó a casa. Era un hermoso tronco, con el que, sin duda, debía fabricar algo muy especial. Durante varios días, no supo qué hacer. Finalmente una mañana, despertó y decidió hacer una muñeca. Puso el tronco sobre la mesa de trabajo y empezó a tallarla suave y delicadamente. Cuando la terminó, le gustó tanto, que decidió no ponerla en venta y la colocó en su mesilla de noche. Le puso por nombre Matrioska. Cada mañana, el carpintero se levantaba y la saludaba cortésmente, antes de iniciar sus tareas: 


—Buenos días, Matrioska.

Un día tras otro repetía la misma expresión, hasta que una mañana, un tenue susurro le respondió: 

—Buenos días.

El carpintero quedó tremendamente impresionado y repitió:

—Buenos días, Matrioska...
—Buenos días —le contestó la muñeca, con un hilo de voz.

Asombrado, se acercó a la muñeca para comprobar que era ella quien hablaba y no sus viejos oídos que le jugaban una mala pasada. Desde aquel día, vivió acompañado por la pequeña Matrioska, que era un pozo de palabras y risas, y le distraía y alegraba en su trabajo diario. Una mañana, Matrioska despertó muy triste. Tras mucho rogarle, un poco avergonzada, ella le explicó que cada día veía por la ventana los pájaros con sus crías, los osos con sus oseznos, y hasta las orugas que se enganchaban unas a otras formando una gran fila familiar.


—Incluso tú —apuntó Matrioska— me tienes a mí, pues bien, yo también querría tener una hija. 

—Pero entonces —respondió el carpintero— tendría que abrirte y sacar la madera de tu interior para hacerte una hija y eso sería doloroso y nada fácil. 

—Ya sabes que en la vida las cosas importantes siempre suponen pequeños sacrificios —respondió la dulce Matrioska. 

Y así fue como el carpintero abrió a Matrioska y extrajo cuidadosamente la madera de su interior, para hacer una muñeca un poco más pequeña, a la que llamó Trioska. Desde aquel día, cada mañana, al levantarse, saludaba: 

—Buenos días, Matrioska; buenos días, Trioska.

—Buenos días, buenos días —respondían ellas al unísono. Ocurrió que también Trioska sintió la necesidad de ser madre. De modo que el viejo carpintero extrajo la madera de su interior y fabricó una muñeca, aun más pequeña, a la que puso por nombre Oska. Al cabo de un tiempo, también Oska quería tener su propia hija, pero al abrirla, se dio cuenta de que sólo quedaba un mínimo pedazo de madera, tan blanca como el primer día, pero del tamaño de un garbanzo. Sólo una muñeca más podría fabricarse. Entonces el carpintero, temeroso de no poder cumplir el deseo de la pequeña muñequita y de que ésta se sintiera triste toda su vida, le dibujó unos enormes bigotes y lo puso ante el espejo diciéndole: 

—Mira, Ka,... tú tienes bigotes. Eres un hombre, o sea que no podrás tener un hijo o una hija de dentro de ti. Y así es como Ka, Oska, Trioska, Matrioska y el carpintero siguieron viviendo felices el resto de sus días.

TINTA, DIMITADOR

martes, 1 de octubre de 2024

EL LOBO LLAMA A LA PUERTA

¿Hasta qué punto está el lobo dispuesto a cambiar para poder comerse a los siete  cabritillos?

Esta es otra original versión de esta conocida historia infantil. 

Sorprendente aventura y sorprendente historia de Nono Granero que nos divierte a la vez que nos muestra que el futuro puede ser incierto y a la vez tierno. 

La historia nos atrapa como un imán y nos muestra como pueden llegar a cambiar las personas.

NONO GRANERO, es un gran escritor e ilustrador de cuentos que tiene en su haber una inmensa bibliografía.  https://www.todostuslibros.com/autor/granero-nono

También podéis seguirlo en su blog https://nonogranero.blogspot.com/  

Tuve la suerte de conocerlo en Guadalajara, durante la celebración  de el popular Maratón de cuentos, que se celebra cada mes de junio desde hace ya más de 28 años. En ese evento Nono presentó una original exposición titulada Cartografía del cuento popular,  que recopiló en el libro que os muestro a continuación.  

Para que lo conozcáis un poquito más os traigo estas palabras extraídas de como se presenta en su blog.  

Narrador, Titiritero -entre otras ocupaciones-, fundamentalmente me gusta hacer aparecer cosas a partir de otras que no tenían nada que ver: De gestos y palabras, salen historias y cuentos; De pedazos de carbón y manchas de pintura, personajes y mundos; De retales y trozos de corcho y espuma, escenas y acciones; Y de la curiosidad enorme, una manera de ver.

  Y para terminar, os presento otro de mis cuentos preferidos con los que he jugado y reído, al contarlo, en más de una clase. La presentación y sus posibilidades de explotación las podéis encontrar en mi blog; 




NO DEJEIS DE CONOCERLO 

lunes, 30 de septiembre de 2024

Labrador de sueños


 

La mirada afrutada de aquel niño se extendió por encima de los controvertidos picachos. El polvo del amanecer cuajaba de esencias el azul momento y la risa de los que se acercaban rompió en crueles fragmentos el plateado instante.

Sonaron los limoneros a sinfonía de cuerdas, y  vincas y  jaramagos iniciaron una tormenta de palabras. El campo hablaba. Mientras,  un labrador de sueños enjaretaba en surcos fragmentos de cristal, y en el agua del estanque se estremecía gozosa la espuma de azahar de los mandarinos.

Era un encarado edén, salvaje, primitivo, lastimado por sendas quejumbrosas que rogaban un poco de respeto. Ante aquel algarrobo deprimido, inocentemente centenario, cobijamos nuestra mutua soledad y los lamentos metalizados del ángelus que nos llegaban del cercano horizonte asfixiaron nuestros oídos.

El tiempo atenazaba acometidas de contrastes.

En la sinfonía de aromas esparcidas por el valle, se asomaba el odio cotidiano de la fruta asesinada. Sobre la hierba llorosa alas de mariposas esparcían sus estériles semillas de desdén.  

La sonrisa de cascabel del muchacho volvió a perfumar el momento. ¿Cómo esperar, en el espacio indecente que lo abruma, que lo que le quede por vivir, en su inocencia adulta, sea menos infructuosamente bello que lo ya gastado?  


Teresa Flores



domingo, 29 de septiembre de 2024

EN PERMANENTE BÚSQUEDA

 



Permanentemente buscando. Desde los más altos refugios hasta la más profunda de las simas.  Arqueólogo, buzo, montañero, escalador de paredes inconclusas, rastreador de tesoros, impenitente náufrago.

Conquistaba ciudades con una indestructible ausencia. Tal vez para recomponer una foto o anotar un viaje en su cuaderno de bitácora. Siempre indagando. Incansable, sometido a la agonía de llegar más lejos, más alto. Si hubiera podido, habría conquistado las estrellas.

Por acostarse en sábanas de blonda olvidó el más humilde de los lechos. Nada le conmovía, nada estimulaba su presencia en un lugar determinado, solo la búsqueda incansable, que se le hizo tan cotidiana, como la rutina del comer o levantarse.

Relataba a golpes de lamento las hazañas llevadas a su paso. En cada senda, en cada pueblo dejó su hito, su seña, como para no tener que volver a situarlo en ningún mapa. En cada río, en cada mar a los que se sometió,  dejó un fragmento insípido de su pasado.

Y en todo este proceso obvió lo evidente, el trazo.

Si hubo amores, pasaron cenicientos en su esperanza vana de amarrarlos. La caricia del sol no le hizo mella. Atardeceres violetas, aromas de pinares en tardes otoñales de lluvia, lo dejaron indiferente.

En su raudo camino olvidó lo importante; vivir. Vivir sencillamente apreciando cada instante, el momento liviano, una caricia, un soplo, el consuelo de palabras sencillas susurradas a tiempo,   vulanicos al viento, rumor de las olas y calladas presencias que tanto acompañan.

Esos instantes preciosos y precisos que confortan el alma.

Explorador incansable dejó que la felicidad se le fuera escapando, sin llegar a entender nunca  que la belleza de lo efímero constituye la esencia y la presencia cotidiana de la misma.

Texto mío para el taller de escritura...

sábado, 28 de septiembre de 2024

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Las sonrisas perdidas (Taller)

 Las sonrisas perdidas



 

Introducción 

Sabéis que la sonrisa es una reacción normal a ciertos estímulos, independiente de cuál sea la cultura de las personas.

La sonrisa es una poderosa expresión facial con la que generalmente los seres humanos reflejan un sentimiento de placer o entretenimiento.

          La sonrisa es la expresión facial más fácilmente reconocible ya que se puede llegara a distinguir desde casi 100 metros de distancia

Los adultos suelen reír entre 15 y 100 veces al día, una incidencia “muy baja” si se compara con los niños, que ríen una media de 300 veces diarias.

Tres cosas muy importantes de la sonrisa

1.-Mientras más sonríes más sano estás

 2.-La sonrisa te ayuda a ser más positivo

3.- Los bebés nacen con la capacidad de sonreír

1ª Parte

Lectura del cuento la señora Julieta   (En este blog en la fecha 11 de diciembre del 2020)

 

Material del que hemos partido para hacer rostros sonrientes

2ª Parte

Comentarios sobre el cuento, qué podemos hacer a partir de esta motivación? ¿A qué personas ve la señora Julieta? ¿Por qué consideramos que la historia de Julieta es particularmente importante hoy?..

 

3º Parte

Qué significa la sonrisa, qué transmite; alegría, sentirse bien, saludo, bienvenida, paz, emociones, deseos de comunicación…

 

4ª Parte

Hemos perdido las sonrisas. Cómo podemos transmitir las sonrisas; con gestos de nuestras manos, de nuestro cuerpo, con un poema, con una carta, con música, con los ojos, con una palabra, con un verso, con un dibujo… 

 

5ª Parte

 Taller de caras, o las sonrisas que repartió la Señora Julieta

 

·       Presentar el material, hablar de la editorial, de las edades a que está destinado.

·       Hablar de nuestras caras, que identifiquen los diferentes rasgos  de cada uno, color de ojos, de pelo, forma y largo del cabello, color de piel, rasgos de ojos, pecas, nariz…

·       Hacer las caras, (presentar diversos modelos) colorearlas, las van haciendo ir sugiriendo; poner un nombre a nuestras caras, dibujar flores en el pelo, recortar los cabellos, poner una cinta… indistintamente a chicos y chicas, poner brillo, colocar sombreros, pendientes…

·       Otra forma de hacer caras, rasgando con las manos, cortándolas con tijeras, cómo facilitar la tarea a los más pequeños o a criaturas que tienen alguna dificultad; usar un folio entero, dar el cuadrado hecho, señalar la cara..

·       Motricidad fina, orden del origami

·       Pintamos las sonrisas en las caras

·       Ponemos mascarillas a nuestras caras, podemos escribir mensajes en ellas

·       Actividades que podemos hacer a partir de las caras; regalarlas, ponerlas por los pasillos, adornar la clase, escribir mensajes, unirlas unas a otras, llenar la escuela de caras  

 


6ªParte

Turno de preguntas y solucionar cuestiones que se hayan planteado durante el taller. Mostramos las caras realizadas por algunas personas, recogemos las ideas de unos y otras

 

7ª Parte

Valoración final del taller. Abrir un turno de palabra para llevar a cabo la evaluación.

 

Canciones en torno a la sonrisa

 

En español https://youtu.be/JFyEx-DGvfk  La sonrisa

En italiano

https://youtu.be/7uqLvmFbkg4  Proba a sorridere

 

https://youtu.be/XSVQg6Ihigk  Il segreto di sorriso

 

https://youtu.be/5wP8m-xR3tw  Sorridi amori vai, 

 

https://youtu.be/aB42kiahHA4  Te regalo in sorriso

 

 

sábado, 29 de junio de 2024

MONSTRUOS CALLEJEROS-Teresa Flores

Me asomo a la ventana. Arboles cimbreantes al color del otoño. Juego con el visillo  transparente en  marfiles. El arce de la plaza posee el color de la luz. Tal vez sea hoy. La pequeña juega a la rayuela. Cerilla que quema mis dedos. Nueve, diez, canta. Bocanada que se atasca en mi garganta, toso. Del cielo al infierno hay solo un salto. Tal vez hoy lo consiga. Pasos impertinentes en la escalera. Amargura de tabaco negro. No, le  dice la madre al niño que juega en el arenero. La cortina huele a lavanda. No  corras, repite la madre. Mis manos tiemblan. Más alto grita un pequeño. Espanto el humo con mano ajena. Amarillea la tarde. Tres meses, cuatro días, cinco horas. Viento ligero, viento del este. Tintineo las monedas en mi bolsillo. Ladra un perro. Hoy no será posible, lo sé. El kiosco de la prensa permanece abierto. ¡Qué frío el cristal, qué frío! La niña vuelve a lanzar el tejo. Preguntaré el por qué a mi madre. El Toyota rojo aparca en zona prohibida. Tres meses, cuatro días, seis horas. El hombrecito del semáforo parpadea. Refresco mi mente al vidrio de la ventana. El bús 8 se acerca. Las pastillas me dejan la boca arenosa. La niña adorna sus trenzas con cintas rojas. ¡Cuánto dolor me quema dentro! Un bebé llora. Apoyo la mano en el picaporte y el balcón se abre. Aroma el guiso cotidiano de la vecina. Una brisa liviana me hace retroceder asustado. Amarillea la tarde. No saber el por qué de tanto pánico, Ladra un perro. Me aparto del balcón como si quemara. Flores de plástico decoran ventanas ajenas. Tropiezo con la mesa que se tambalea a mi peso. El sol traza geometrías en la pared de enfrente. La madera presume de  áspera bajo mis dedos. En la escalera pasos que se alejan. Mi respiración se confunde. Un portazo estremece el suelo. Me llevo la mano al pecho, duele. La niña de la rayuela canta. ¿Lo conseguiré hoy? Tres, cuatro, cinco, patea el tejo.  Me aferro al jersey buscando una seguridad que no siento. La calle, de repente, se ha quedado en silencio. Siete pasos más y llegaré a la puerta. Rompe el butanero, con su voceo, la frágil calma. El reloj del comedor me asusta con sus latidos. Un grifo gotea en alguna parte. Sobre todo que no llegue ahora madre. Resopla el viejo ascensor con gemido prehistórico. Cierro los ojos tanto que casi duelen. El viento del exterior amenaza mi nuca, me estremezco. Tres meses, cuatro días, siete horas. La vecina del quinto se lanza por bulerías. La puerta del pasillo asemeja un túnel del tiempo. Ladra con rabia un perro. ¡Las llaves! Las bombonas se bambolean en un estruendo de campanas malhumoradas. No llegaré tan lejos. La vecina de arriba vuelve a arrastrar las sillas. ¿Qué me sucedió que me causa tal pavor? Un camino de sol se abre paso entre los muebles. ¿Qué monstruos me acechan en la calle? Mauro el gato, reclama su comida. Cierro los ojos y me lanzo a la puerta, abro.  Taconeo incesante que se aleja. Salgo al descansillo con el corazón en  las sienes. La niña prosigue su letanía. Un timbre cercano paraliza mi angustia. El tráfico se agita en la calle. Tres meses, cuatro días, ocho horas. La portera grita.  Me enfrento a mi propio desconsuelo y en un gemido doy dos pasos. El bebé llora. Me aferro a la reja del ascensor. Grita la pobre loca del cuarto. ¿Lo conseguiré mañana?