Ortuella (Vizcaya) España.
23 de Octubre 1980.
10 horas de la mañana.
En las aulas voces de niños, juegos de mesa desparramados, lápices
y plastilina de colores, murales de láminas plastificadas; tablas matemáticas del
1 al 9, enormes mapas físicos de ríos y montañas. Fotos del rey. Negras
pizarras.
11 horas de la mañana.
Viento suave, limpio cielo de nubes. Risas livianas. Ecos repetitivos
de canciones infantiles. Caminatas traviesas por los pasillos. Baberos
desmayados sobre las perchas. Balancín estático en el patio. Pelota solitaria
en el arenero. Relativo silencio.
VIDA
Explosión de gas, terrible accidente, confusión, tremendo
destrozo. Vocerío, gritos… avisos: ¡al colegio! ¡El colegio! Gente en
movimiento. Carreras sin sentido y el caos, enorme caos. Mesas sobre mesas,
paredes y cristales rotos, escombros, polvo gris, espeso y amenazante.
13 horas de la mañana.
Sirenas alborotadoras, policía, bomberos, lugareños desesperados y
expectantes. Más gritos. Aullidos, llantos de niños. Miedo, mucho terror ante
la posible escena. Preguntas sin respuesta, respuestas sin preguntas: ¿Mi hijo?
¿Mi nieta? ¿Tu sobrino?
MUERTE
En su cementerio criaturas durmientes para siempre, ¡qué
tristeza!, para siempre.
Después de 24 años, Ortuella en permanente luto diario.
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