lunes, 3 de febrero de 2025

EL BLOG DE SARA

 


4 de noviembre 2021  

Hace mucho tiempo que no paso por aquí y la verdad es que lo que ha ocurrido hoy en el instituto no puedo dejar de contároslo.

El caso es que teníamos una actividad organizada por la profesora de francés, se trataba de la presentación del libro “La route à bout de bras”, la verdad es que no me gustan nada las presentaciones de libros, siempre suelen resultar tremendamente aburridas y eso que a mí me gusta mucho leer.

En la mesa, aparte de Marisa nuestra profe, estaba un muchacho africano con la piel muy negra, grueso, cabello rizado y ojos castaños. Ha habido un murmullo general de sorpresa cuando hemos entrado en la sala.

Marisa ha iniciado las correspondientes presentaciones y nos ha explicado que la charla se llevaría a cabo en francés, y para que todo el mundo entendiera se iba a ver un Powert Point con las explicaciones en castellano. El murmullo en ese momento ha pasado casi a ser un rugido y Marisa nos ha mirado con aire feroz, ese que se le pone cuando quiere echarnos de clase.

A mí, el francés me gusta mucho pero no estoy tan preparada como para seguir una charla, así que me despanzurré en la silla dispuesta a distraerme como fuera. Bueno, me estoy enrollando demasiado, voy a lo importante. Cuando el chico negro ha comenzado a hablar se le entendía perfectamente y esto ya me ha levantado el ánimo.

Ha empezado de una manera muy original pues nos ha dicho: perdonad que no me levante,-  luego le ha pedido a Marisa que retirará la mesa, entonces sí que ha sido una sorpresa increíble, Mamadou, que es como se llama el conferenciante, va en silla de ruedas. Todos nos hemos quedado alucinados, se han levantado cuchicheos de todo tipo y yo he pensado: negro, africano, emigrante y encima discapacitado, ¡madre mía!…Ya es tener mala suerte.

Él ha vuelto a repetir: seguro, perdonáis que no me levante- y ha sonreído, ha sonreído con una sonrisa enorme y nosotros hemos sonreído con él. Se ha hecho un silencio increíble. Y ha continuado: bueno esta es mi condición, os preguntareis qué hago aquí, vengo a contaros mi viaje, mi viaje como emigrante, huido de un país con hambre, con falta de libertades, donde se nos discrimina por pertenecer a unas determinadas etnias y mi minusvalía,   producida por la polio, también es un motivo más de aislamiento y abandono.  No, no es lo peor del mundo- añadió.

Sinceramente he admirado su capacidad de reacción. A mi lado mis compañeras, mis mejores amigas, empezaron a decir tonterías por lo bajini y las callé de forma tajante. La charla me estaba resultando además de impactante, tremendamente interesante. ¿Se puede tener una aventura en un viaje como el suyo y se puede aun seguir sonriendo?

Mamadou nos ha contado su viaje desde Conakry, capital de Guinea, y nos ha presentado su libro. Él, no lo ha escrito, es lo primero que nos dijo. El libro ha sido escrito por medio del  móvil. Me ha parecido increíble escribir un libro por medio de un móvil, ¡nunca se me hubiera ocurrido! Nos contó que conoció en un centro de acogida a su llegada a Francia, a Elizabeth una señora Suiza y con ella inició una correspondencia de audio.

Nos aclaró que aprendió a escribir en francés en la escuela coránica mientras pedía limosna por la calle siendo un niño, pero que aún  no tenía suficiente dominio de esta lengua.

 

Imaginé a Mamadou, en  un barrio de Conakry, pequeño, tullido, extendiendo la mano para pedir limosna, arrastrando  sus piernas inútiles y sentí mucho frío.

2 años pasaron desde que inició su viaje; 2 años de penalidades, conflictos, dificultades, situaciones de hambre, miedo, miseria, muerte, solidaridad a veces, y mucha tristeza.

Lo más curioso es que su condición de minusválido fue la que en muchos momentos le salvó la vida, no tuvo que trabajar en los campos de trabajo, no le pegaron como a otros, le subían el primero a los barcos. ¡Qué curioso! lo que en otras situaciones te mata a él le había salvado.

Nos confesó que la silla y  las muletas que había conseguido en su país tuvo que abandonarlas, sabía muy bien que con ellas hubiera sido imposible avanzar por el mar o por el desierto. Él simplemente se arrastraba.

Elizabeth y él escribieron juntos el libro. Bueno, dice que ha sido ella la que ha mantenido y ha sujetado la pluma, él ha sido la voz. Lo han hecho en forma de abecedario; por cada letra  un párrafo y en cada párrafo un fragmento de su historia, de su vida, de su infancia, de las miserias y las alegrías de su viaje.

Está actualmente en un Centro de Internamiento en Francia cerca de nuestra frontera, pero lo quieren mandar de nuevo a Italia.  Sigue en espera de que un día pueda moverse entre fronteras y circular libremente por Europa.

Nos confiesa, que sale del Centro dónde vive, con permisos especiales, para dar charlas en los institutos cercanos, para traernos el tema de la emigración, para que seamos más abiertos a otra gente y a otras condiciones de vida.

Dice que cada vez se siente un orador más capaz e importante, y volvió a reírse, y nosotros nos reímos con él.

Nos dijo que tal vez un día escriba un libro aún más largo y con más detalles y esta vez lo hará solo. Que cada día  anima a muchos de sus compañeros emigrantes que viven con él  a escribir, a contar las historias de sus vidas, para que se conozcan, para que no se pierdan, para que no mueran como tantos que un día iniciaron un viaje y nunca llegaron a ninguna parte.

La charla me ha parecido hasta corta. ¡Qué interesante, qué trágico, qué maravilla, qué sorpresa, qué dolor! de pronto el francés se me ha convertido en una lengua viva, tan viva, que estoy dispuesta a empaparme todas las lecturas que Marisa mande y por supuesto comprarme este libro y leerlo una y otra vez.

También ha recalcado que, cuando escribe a su país o habla por teléfono con algún familiar de los pocos que le quedan, los desanima en su idea de viajar y abandonar lo conocido, les explica que en otros países no van a tener una vida mejor. A él le llenaron la cabeza de que en Europa le operarían, caminaría y tendría un trabajo, no es así como él lo ha vivido.

Dice que el día que se sintió más feliz, después de meses, fue cuando entre todos los voluntarios de un centro de acogida le hicieron el regalo de una silla con motor, de pronto sintió que podía moverse con más  libertad, salió corriendo por la puerta y casi se estrella por la calle. Qué gritaba y gritaba y reía muy fuerte para que nadie se diera cuenta de que estaba llorando. Está tan acostumbrado a ver el mundo desde su sillón y a moverse con la fuerza de sus brazos.

También hablaba emocionado de aquellas muestras de solidaridad y de amistad que ha recogido a lo largo del camino; de todas esas manos que le apoyaron, le ayudaron con los papeles, le acogieron en su casa, le llevaron ropa y en definitiva fueron la compensación por otras miradas y otros desprecios que recibió ante su condición de emigrante y discapacitado.

Cómo se nos acababa la hora apenas hemos tenido tiempo de preguntar nada. Ha terminado contándonos que su solicitud como refugiado está en medio de una maraña de papeles. Lo más terrible, dice, es que incluso cuando lo obtenga no podrá tener un  trabajo fijo.

Cuando he salido de la charla he pensado en todas las tonterías que tenemos en la cabeza y en todas esas cosas que nos parecen problemas y en realidad son estupideces, como diría mi padre.

No quiero alargarme más que vais a acabar aburridos. Deciros que mi profe Marisa ha leído este texto y me ha propuesto para que lo publiquen en la web del instituto,  os dejo el enlace https://agora.xtec.cat/iespereborrellpuigcerda.

¡Eso sí!, me ha dicho que tengo que pulirlo y sobre todo corregir los términos políticamente incorrectos.

 

¡Qué sociedad más hipócrita que nos pide que miremos con lupa las palabras y luego abandonemos a la gente en las fronteras en las condiciones en las que vienen!

 

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Datos extraídos del libro “La route à bout de bras” Mamadou Sow, palabras recogidas por Elisabeth Zurbriggen. Julio 2020. 

Teresa Flores

 

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